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Abrí la puerta de mi casa y entré silenciosamente. Caminé hacia mi habitación y me encerré.
Me acosté en mi cama y comencé a llorar. ¿Qué me estaba pasando? Todo era tan confuso.
Mis manos temblaban y cada vez que las observaba solo podía ver la sangre de Heather.
Afortunadamente, el gran monstruo no la había matado, pero estaba casi segura de que ahora era como yo.
Unos toques en mi puerta hicieron que me levantara asustada.
—¿Quién es? —Susurré lo suficientemente alto para que me oyeran.
—Jonathan. ¿Puedo pasar? —La voz de mi mellizo sonó.
Tomé la perilla y abrí la puerta lentamente.
Cuando vi a mi hermano observándome preocupado, solo pude llorar más y lanzarme a sus brazos.
—Bel, ¿qué pasa? —Preguntó preocupado.
"Un maldito monstruo me está manejando a su gusto. Casi mato a una chica e incluso lastimé a Billy", no, definitivamente no podía decirle eso.
—Solo... recordé a Bob. —Jonathan suspiró y asintió.
—Lo extrañas mucho, lo sé. Fue injusto lo que le sucedió, pero debes pensar que ahora se encuentra en un buen lugar, lejos del terror de Hawkins. —Murmuraba mi mellizo.
—Lo sé. Solo que lo extraño mucho. —Me separé de él y sonreí.
Jonathan dejó un beso en mi frente y apretó levemente mi hombro izquierdo.
—Ve a dormir, luces cansada. —Asentí y cerré la puerta de mi habitación.
Me senté nuevamente en la cama y suspiré en la oscuridad. No creía lograr dormir esta noche.
Mi despertador sonó y rápidamente lo apagué. Me levanté de la cama e hice sonar mis huesos.
No había logrado dormir en toda la noche, por lo que me quedé sentada en la misma posición durante horas.
Tomé ropa limpia y fui al baño. Me di una ducha rápida y volví a encerrarme en mi habitación.
Me senté en la misma posición que estuve durante toda la noche, y comencé a pensar nuevamente en Heather.
Pensaba en cómo escapar de esto que me sucedía, ¿debería suicidarme? Tal vez robarle el arma a Hopper y dispararme en el medio del bosque en la madrugada.
O tal vez podía tirarme por el acantilado. No, no tendría las agallas para hacerlo.
Mis pensamientos suicidas fueron interrumpidos por unos golpecitos en mi puerta.
—¿Bel? Soy yo. Mamá. —La voz de mi madre sonó.
—Adelante. —Respondí.
Mi madre abrió la puerta y entró sigilosamente. Se sentó frente a mí y tomó mis manos.
