FINAL

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No tengo idea de cuántos días han pasado, solo veo el reloj avanzar pero yo me quedé estancado, en pausa y desespero desde que no supe más de ella.

Santiago y yo fuimos a buscarla a su antigua casa, él sabía dónde vivía, pero el hogar lucía vacío, no recuerdo cuantas noches me quedé de guardia esperando a ver si llegaba.

—Alessandro, tenemos que hablar. —Me pide Renata.

—Después. —La corto, revisando los mensajes del investigador en mi teléfono.

—¿Cómo qué después? ¡Te metiste con Bárbara y no me lo dijiste!

—No tenía por qué —alzo la vista para verla al responderle—, yo no te pregunté que hiciste o con quién mientras no estuvimos juntos.

—¡Ella era mi amiga!

—Bárbara no era tu amiga, eran conocidas, y no hables como si ella te hubiera traicionado porque lo que hubo entre nosotros fue antes de tu regreso.

—¿Quieres que te crea que no estuviste con ella cuando volví? —se ríe con ironía— ¿Quieres que crea que no la quieres?

—Debes creer que no estuve con ella cuando volviste —porque no quiso—, Bárbara te aprecia, no te habría lastimado de esa manera. —Lo segundo no lo niego, aunque podría hacerlo.

Ya que la palabra querer ni siquiera abarca una mínima parte de lo que siento por Bárbara.

—¿Qué va a pasar con nosotros? ¿Con nuestra oportunidad? —Doy un suspiro, estoy por decirle que esto se ha acabado, que la oportunidad terminó desde hace mucho, pero que fui idiota por...

El teléfono anuncia la entrada de un mensaje, es de mi investigador, una dirección, una conocida.

Me pongo de pie de inmediato, camino a la puerta principal y tomo las llaves del Bugatti.

—¡Alessandro, estamos hablando! —Renata viene detrás mío.

—Prometo que hablaremos cuando regrese.

—Pero...

Cierro la puerta, subo a mi auto y hago correr el coche, la ciudad me parece lejana, veo la pantalla del teléfono cada tres segundos, esperando que el investigador no me diga que se ha ido o le ha perdido el rastro.

Tratando de no hacer el mínimo ruido, apago el motor y bajo del coche, avanzo a la puerta principal de la gran casa blanca y mientras camino por el pasillo que da a la puerta de entrada la veo en una recámara, lleva puesto un conjunto deportivo, me quedo estático por unos segundos.

Siento mi manzana de adán subir y bajar en mi garganta, está doblando una blusa sobre su pecho mientras se ríe de algo.

Su piel blanca brilla a causa del sol, echa la cabeza atrás cuando ríe más fuerte, al parecer está al teléfono, su cuello, su bonito cuello también lo echo de menos.

Obligo a mis pies a caminar, porque si me ve, huirá y no pienso permitir que lo haga.

Mi mano está en el pomo y este cede cuando lo giro, en silencio, la casa es blanca en su totalidad, piso de mármol y decorado elegante.

Si supiera que está no es la única casa que tendrá.

Subo las escaleras, escucho pasos en una de las habitaciones, la puerta está abierta y en cuando me acerco, sus ojos se posan en los míos, sus malditos ojos azules. La prenda que tiene en mano cae al igual que su sonrisa.

—¿Qué haces aquí?

Avanzo a ella sin decir palabra, retrocede un par de pasos, pero la pared no le permite más y lo agradezco.

Deseo Inmoral [Disponible En Librerías] Where stories live. Discover now