Hanagaki Takemichi es el dueño de un Hotel bastante particular regido por la luz de la luna.
Sano Manjiro es el comandante de una pandilla que comienza a dominar Tokyo y quién carga con un oscuro secreto a cuestas.
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Desde la muerte de su hermano mayor han transcurrido 6 largos años, período de tiempo en donde han ocurrido una enorme cantidad de eventos que lo han llevado a ser quién es hoy día, el comandante y líder de una de las pandillas mejor establecidas en la ciudad: la Tokyo Manji.
Está en un momento de su vida en donde debe comenzar a tomar decisiones sobre lo que hará en el futuro, pero no se trata únicamente de él; pues es de conocimiento general que si decide mantener el rumbo de las pandillas, sus amistades se mantendrían a su lado, sacrificando sus ambiciones y sueños personales.
Misma razón por la que está considerando seriamente ceder su posición a las nuevas generaciones, pues afortunadamente hay fuertes candidatos para asumir el puesto.
Sin embargo, por el día, dejaría ir sus preocupaciones para enfocarse en celebrar su cumpleaños con sus amistades, quienes parecen más entusiasmados que él mismo. Desde temprano tanto Mitsuya como Draken estuvieron insistiendo en que no llegara atrasado a la celebración por quedarse pegado en las sábanas.
Su motocicleta estaba en el taller, por lo que no le quedaba de otra más que andar a pie, aunque claro, debido a la distancia tomaría el metro para acercarse lo más posible.
De camino a la estación aprovecha la ruta para comprar un par de taiyakis para el camino, adivinando de antemano que el trayecto le daría hambre. Cuando llega al subterráneo paga su pasaje con el código QR y entra, tomándose su tiempo para curiosear entre las tienditas antes de esperar el siguiente tren.
Termina de comer su taiyaki justo cuando las puertas se abren frente a él, por lo que entra mientras se relame los restos de anko de los labios. Observa a sus costados para buscar algún espacio vacío mientras el tren reincia su movimiento.
El vagón va demasiado lleno, por lo que opta por cambiar de vagón, caminando hacia la puerta que los conecta para abrirla y pasar al otro, deteniéndose de golpe al notar algo extraño.
Ese vagón va completamente vacío.
Parpadea con sorpresa antes de identificar a una persona sentada en medio del vagón, con una canasta de flores entre sus manos. Voltea para verificar por el vidrio que, efectivamente, en el vagón anterior seguía la misma gente de cuando había subido al tren, así que no puede estar soñando.
Jura que no se ha metido ningún tipo de sustancia ilícita en el cuerpo.
Tal vez, ha estado demasiado tiempo ahí de pie sin hacer nada y, por esa razón, el pelinegro fija su mirada sobre él, realizando un gesto con la cabeza para que se acerque. Se sobresalta un poco antes de carraspear y avanzar por el vagón para sentarse en los asientos del frente, quedando cara a cara con la única persona ahí dentro.
Sin entender absolutamente nada.
— Feliz cumpleaños número dieciocho, Manjiro Sano.
Si no fuera porque la situación es muy bizarra y que el desconocido sabe su nombre, estaría muy agradecido.
