CUARENTA Y OCHO

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Las semanas se me pasaban como agua, entre las clases y el trabajo, no sentía el pasar de los días, por eso cuando faltó una semana para mi cumpleaños me sorprendí mucho, de no haber sido por Andrés que me había recordado que la semana siguiente c...

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Las semanas se me pasaban como agua, entre las clases y el trabajo, no sentía el pasar de los días, por eso cuando faltó una semana para mi cumpleaños me sorprendí mucho, de no haber sido por Andrés que me había recordado que la semana siguiente cumpliría veinte, entonces yo seguiría en mi ignorancia.

Bauti no me dejaba sola ni a sol ni a sombra, pues nuestro muy querido compañero de clases seguía rondando cerca de mí, a donde sea que yo me encontrara, él aparecía de manera muy casual que ya rayaba en el acoso. Eso no me detuvo, no le di mente, seguí con mis cosas y me centré en lo que era importante, continuar adelante con mi tratamiento, cada vez era más fácil conseguir salir de mi habitación, comer, hacer cosas básicas, no iba a dejar que nada me detuviese.

Ese día tenía libre, a pesar de ello, pedí ir a trabajar porque quería librar en mi cumpleaños, faltaban solo dos días y a pesar de no haber planeado nada ni haberlo tenido en cuenta, igual quería estar libre y ver que surgía durante el día, así que salí de mi residencia y fui caminando hasta la cafetería.

Los chicos me miraron extrañados, pero nadie comentó nada, inicie mi ronda acomodando las mesas de afuera para cuando empezara el movimiento de la tarde.

El aire empezaba a ser helado, así que me aferre a mi bufanda y mis guantes para aguantar la helada, yo todavía no entendía cómo había personas que aguantaban comer afuera con el frío que hacía, yo con solo caminar en el frío después de comer ya me daba calambres.

Cuando vi llegar a mi jefe fui corriendo hasta la oficina, quería asegurarme que se acordaba de mi cambio, cuando me vio se rio y asintió con un gesto de mano y me echó de nuevo fuera de la oficina, él solía decir que yo era como un niño chiquito cuando le pedía algo, porque generalmente se lo recordaba veinte veces y estaba todo el tiempo disculpándome y haciendo el doble de trabajo para compensar mi abuso, a pesar de no haberme dado cuenta de ello, tenía razón, la culpa de pedir un favor me llevaba a actuar de manera molesta, aunque él no lo dijese con esas palabras.

Cuando la noche llegó estaba agotada, la cafetería había tenido mucho movimiento y mis pies no daban más, sentía que necesitaba un baño muy caliente para bajar la hinchazón de mis maltratados pies.

Cuando el último cliente se fue, todos suspiramos de alivio y corrimos a cerrar las puertas para poder acomodar las mesas, cuando todo quedó listo salimos entre bromas. Ese día Bauti no iría por mí, no sabía que había cambiado mi libre y tampoco habíamos hablado durante la tarde.

Caminé a paso rápido hasta mi residencia, mirando a todos lados, queriendo con muchas fuerzas tirarme en mi cama.

Cuando estaba llegando a mi habitación noté a alguien recostado de la pared, tenía gorro y no se veía bien, por lo que me acerque con cautela afianzando mi llavero por las dudas, me apresure a abrir la puerta, pero sentí como me tomaban por la cintura, sin detenerme y sin pensarlo mucho lance mi codo hacía atrás golpeando las costillas del sujeto provocando que me se doblara de dolor y me aleje como pude apuntando mi gas pimienta.

Destinados ✔Where stories live. Discover now