III

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Amor, la noche estaba trágica y sollozante
cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura;
luego, la puerta abierta sobre la sombra helante,
tu forma fue una mancha de luz y de blancura.

Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante;
bebieron en mi copa tus labios de frescura;
y descansó en mi almohada tu cabeza fragante;
me encantó tu descaro y adoré tu locura.

¡Y hoy río si tú ríes, y canto si tú cantas;
y si duermes, duermo como un perro a tus plantas!
¡Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera;

y tiemblo si tu mano toca la cerradura;
y bendigo la noche sollozante y oscura
que floreció en mi vida tu boca tempranera!

Delmira Agustini

-¿Eso lo escribí yo?-

-Bueno, me dedicaste el poema, muy bonito por cierto, en ese momento no sabía que tenía esos dotes en saber tantos poemas-

-¿Y te gustó el poema?-

-Me encantó, por eso lo sigo guardando-

-Cuéntame más, ¿Como nos conocimos?- “Tranquilo Armando, contarle de nuevo esta historia es difícil para ti pero hazlo por ella”

-Entraste para ser mi secretaria, y pues bueno gracias a todos tus títulos y reconocimientos, y sobretodo tu inteligencia pudiste entrar- le mostré una foto de como era antes

-¿Quién es ella?-

-Eres tu cuando entraste a trabajar-

-¿De qué habla doctor? ¿Y qué hace en mi casa? ¿No debería estar en Ecomoda?-

-Me enteré que se encontraba mal Beatriz así que decidí venir a verla, pero ya me retiro, espero que se encuentre mejor-

-¡No! mi amor ¿Qué haces? ¿Por qué te vas así?-

-Nada mi amor iba por un poco de agua pero me quedo aquí contigo-

-¿Y Cata? ¿Te puedes comunicar con ella?-

-Mi amor, ella murió hace algunos años ¿No lo recuerdas?-

-¡Oh!, si claro acabo de recordar- dijo triste

-¿Qué te parece si salimos un ratito los dos al parque?- dije, para que ella saliera un poco a tomar aire, la verdad es que yo también lo necesitaba

-Claro que sí- dijo emocionada, salimos de la casa y llegamos al parque pero de pronto

-¡Armando! ¡Armando!- gritó histérica

-¡¿Qué pasa amor?! ¡¿Te sientes mal?!- dije preocupado

-¡Agarra a ese hombre, se está llevando a Mateo! ¡Se está llevando a nuestro hijo!- iba a detenerla cuando ella corrió hacía el niño para tomarlo del brazo y forcejear con el hombre que estaba con el niño

-¡Suelte a mi hijo, maldita loca!- decía el señor histérico, llegue con ellos y tomé a Beatriz de la cintura

-¡Amor!- dije desesperado- ¡Ese no es nuestro hijo mi vida!, ¡Nuestro hijo está en la escuela!- Beatriz lo soltó al instante mientras me miraba un poco shockeada- Una disculpa señor, mi esposa tiene alzheimer-

-¡No debería de traer a gente así en un parque! ¡Metala a un manicomio o algo así, esa señora está loca!- me llené de paciencia, si hubiera sido el joven Armando ya lo hubiera golpeado por insultar a mi mujer, pero no, solo me dí la vuelta y tomé a Beatriz de la mano para dirigirnos a nuestra casa

-Perdóname, te estoy arruinando la vida- dijo llorosa cuando llegamos a casa- Es que te lo juro que no se que me pasa, esta maldita enfermedad me está matando-

-Mi amor, no tienes que pedir disculpas, los dos sabíamos que esto no iba a ser fácil, pero como dijo el cura que nos casó ¡En la salud y en la enfermedad!- dije

-Te amo ¿Porque tienes que ser tan lindo?-

-Doctora parece que también le tengo que recordar que usted se casó con el soltero más codiciado de Bogotá- ella solo me abrazó y me dió un beso, por un momento quise que este abrazo y ese beso fueran eternos.


CARTAS DE UNA PASIÓN OLVIDADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora