¿Qué significa ser familia?

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Finalmente se fue y me libré de su sarcasmo temporalmente. Era divertido que mi atracción por él aparecía cuando no estaba cerca y se desvanecía cuando lo tenía frente a frente; tenía la sospecha de que a veces no extrañamos personas, sino lo que nos provocan, solo que en el momento no somos capaz de darnos cuenta.

Ese día decidí que no dejaría que me hicieran sentir inferior. Quizás eran de un planeta más desarrollado, pero en lo que a mí concernía les faltaba alta evolución emocional, y yo esa parte ya la tenía completa, solo me faltaba un poco más conocimiento para estar a su altura y que nadie notara que no pertenecía al planeta.

Como no quería dar problemas comencé por lo básico. Me colé por entremedio de la biblioteca a revisar si tenía algún tipo de diccionario de latín-español, aunque tenía bajas esperanzas ya que parecía poco lógico, pero grata fue mi reacción cuando descubrí que tenía decenas de ellos, incluso de idiomas que no sabía que existían en mi planeta. Si Kalisfan era la cuna de los idiomas era nomotético que existieran los mismos idiomas que en mi planeta, incluso conté más de cincuenta diccionarios de geoglifos al latín y a otros idiomas, había mezclas y traducciones de todo tipo. Sin embargo, estando consciente de mi capacidad mental de un planeta y una ciudad tercermundista típica, me admití a mí misma que debía comenzar por el idioma elemental que solía predominar, el latín.

El primer día, me tumbé sobre la cama con un cuaderno y lápiz que tomé sin permiso de la sala, y me puse a traducir las palabras que más solía utilizar en mi día a día, y para mi sorpresa me resultaba realmente fácil aprenderlas ya que teórica y prácticamente eran el origen de la mayoría de las palabras del español.

Esa fue mi rutina por cerca de tres semanas. Casi todos los días Keyban y Vitris se iban a la biblioteca, y los días en que el muchacho se quedaba a cargo de la biblioteca Keyban había aprovechado el tiempo para hacer cosas de las que nunca hablaba; en cambio yo me sumía lentamente en nuevos mundos llenos de seres similares a mí, pero con otras visiones y capacidades especiales.

Para ser honesta, cuando pensaba en "marcianos" imaginaba criaturas verdes con grandes cabezas y dedos de palitos de queso, con pistolas a laser intentando acabar con la raza humana, al menos así los proyectaban las películas, así que me resultaba irónico y emocionante que esas personas lejanas a mi planeta fueran iguales a nosotros. Cuando los católicos decían "somos hechos a la semejanza de Dios" según la biblia ¿era probable que en aquellos años iniciales alguna persona de Kalisfan viniese a nosotros y se hiciera pasar por el creador de la vida y todo lo que se conoce? De ser así, esa persona había creado toda una religión repleta de seguidores que pensaban en él a diario, porque incluso yo me consideraba creyente.

Me pasé días enteros repasando la información, el idioma y tomando cada oportunidad que tenía para interrogar a los chicos y la señora Selma, sobre todo a ella, que se la pasaba todo el día en casa y frecuentemente recurría a ella para que me contara historias de su juventud para poder relacionarlas con el aprendizaje.

Un mes más tarde (porque entre tanto le rogué a Keyban que me dejara quedarme con ellos por más tiempo) era capaz de entender bien la existencia de los 28 mundos y sus principales características e incluso mi aprendizaje del latín había avanzado exitosamente. En ese entonces, en la mañana mientras me levantaba para ir a desayunar a las siete de la mañana como era de costumbre solo para mí, el dolor de cabeza volvió a mí, pero esa vez con susurro incluido. Sabía muy bien que no era Keyban, no era su voz en lo absoluto, era un tono que sí me provocaba temblar de pánico.

—¡Keyban! —grité—. ¡Keyban!

Nadie venía ni se escuchaba a nadie cerca.

—¡Keyban! —insistí asustada y llorando—. No puede ser, hoy se fue más temprano.

Desertores del GehennaWhere stories live. Discover now