Capítulo Treinta: Uh, oh, uh, oh, me voy enamorando.

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Capítulo Treinta: Uh, oh, uh, oh, me voy enamorando.

Dawson.


De alguna manera me encontraba intimidado de venir a cenar a la casa de Mérida en presencia de su mamá, pero siento que la ecuación se volvió mucho más complicada en el momento en el que al llegar encontré a Angelo Wilson aquí, no ayudó el que no pareciera sorprendido y que de hecho parece que encontraba esto divertido; y lo que tal vez más le divierta es que Miranda Sousa es tan fría cómo un hielo, que más que nervioso me hace sentir fuera de elemento y que todo lo que digo no le gusta lo suficiente.

Hoy no ha sido especialmente un buen día, comenzando porque no tuve pacientes en la clínica y pasando porque una vez más, Hayley y yo discutimos sobre Francisco porque le vi unos mordiscos horribles y alarmantes en el cuello que ni siquiera el maquillaje pudo cubrir. No me siento orgulloso de la manera en la que perdí la paciencia y dije cosas sin tacto, pero ella también fue algo hiriente con sus palabras y estoy abrumado sobre que esta sea la relación actual que manejemos Drake y yo con nuestra hermana.

Claro, desde el momento en el que Mérida me habló de esta cena estuve nervioso, pero es simplemente peor de lo que imaginé y por la expresión de su rostro y postura, ella parece sentirse igual ni siquiera está comiendo, solo mueve la comida de su plato con el tenedor.

Mastico con lentitud tras responder otra pregunta de Miranda y Mérida masculla un "mamá, por favor."

—Solo quiero conocer a tu amigo, cariño.

—Es mi amigo, pero también es mi novio.

Tengo que admitir que me encanta el tono decisivo e indiscutible con el que afirma este hecho.

—¿Cuándo te gradúas, Dawson?

—Espero y sea pronto, llevo varios meses a la espera de que se le asigne una fecha a mi graduación y el tener mi título de licenciatura. Más que esperar todo el evento, lo que más deseo es tener mi título, es el resultado de largas horas de estudios y la certeza tangible de que lo logré.

¡Milagro! ¡Oh, milagro bendito! Miranda Sousa me sonríe.

—Incluso si aún no lo tienes puedes decir que lo lograste, puedo identificarme con las largas horas de estudio y el renunciar a muchos momentos para llegar a ese objetivo —Medio sonríe y le devuelvo el gesto.

Mérida también sonríe y algo de la tensión de sus hombros se va.

—Ahora falta poner eso en práctica —Corta el momento Angelo Wilson—. Las universidades de ahora enseñan lo que quieren y ha quedado en claro que Dawson es muy joven, le falta demasiado para aprender para llamarse veterinario.

»Prueba de ello es que los clientes no confían sus mascotas en él, no genera ingresos a la clínica y no veo ningún avance en su crecimiento personal.

Se hace un largo silencio en el que Miranda Sousa frunce el ceño y Mérida deja caer el tenedor contra su plato.

—Basta —dice con voz temblorosa—. ¡Totalmente basta!

»Dawson es un gran veterinario, tanto que ahora le confío a Perry el Hámster. La ciencia evoluciona y es válido que se aprendan nuevas teorías y técnicas, mi mamá cómo doctora con miles de especialidades puede confirmarlo —La voz de Mérida tiembla, pero se eleva—. Por supuesto que a Dawson le falta experiencia cómo a muchos, nadie nace aprendido, la experiencia se trabaja.

»Y sobre los pacientes, usted lo sabrá mejor, doctor Wilson ¿O es que acaso no fue usted quién me habló disimuladamente mal de Dawson para que no atendiera a mi pájaro? Así cómo me lo dijo a mí, seguro podría decírselo a muchos, porque no entiendo cómo siempre la sala de espera está llena y el consultorio de Dawson despejado cuando todo los que nos atrevemos a darle una oportunidad, luego no queremos soltarlo.

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