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Adam vivía con su madre en una pequeña casa, cómoda y bonita. Su madre tuvo al pequeño Adam durante sus veinte, y para su padre biológico, ella solo era un rollo de una noche. Ni siquiera estaba planeado que Adam existiese. Por ese motivo, y otros, su padre no vivía con ellos. Ah, también es porque está casado y tiene otros dos hijos. No tiene claro si fue infidelidad o no, pero Adam sí sabe que él fue el error de una pareja que no llegaría nunca a nada.

Tampoco es que su madre quisera atar a su "novio" de ese entonces. Por eso, cuando le dijo que estaba embarazada y que no le obligaría a tenerlo, él cortó con ella por las buenas. Bueno, realmente no estaban ni saliendo, pero en fin, que su madre tuvo a Adam sin que el hombre se preocupase un mínimo por el pequeño. Solo lo visitó en algún cumpleaños, llamaba dos veces al año y le daba una considerable cantidad de dinero a su madre para que no le fuese complicado mantenerlo.

Adam tenía dieciséis años y dentro de unos meses cumpliría los diecisiete. Su padre, John, vivía bastante lejos de ellos, y Adam nunca había conocido a sus otros dos hijos. Tampoco es que hubiera ido a visitarlo, aunque honestamente, no quería hacerlo nunca.

Él estaba bien con su madre, vivían felices y no le faltaba de nada. Tenían una muy buena relación madre-hijo y Adam lo pasaba bien con ella.
También tenía amigos. Pero el más importante, su amigo de la infancia que a día de hoy es su mejor compañero. Van juntos al instituto, hacen todos los trabajos juntos y no se separan. Tom juega al fútbol, mientras que Adam es atleta. Y aunque lo único que tengan en común sea su velocidad, ambos se complementan increíblemente bien.

Todo iba bien en su vida, en serio, no le faltaba nada, lo tenía todo.

Evidentemente, no todo es perfecto. Y cuando el curso escolar estaba acabando, dejando paso al siguiente curso de instituto, su madre enfermó.
Adam no era tonto, y sabía que su madre empeoraba día a día.

Una mañana, escuchó una conversación de la mujer con otra persona. En seguida supo de quién se trataba: su padre. Él no quería saber nada de ese hombre, pero aún así su madre insistió en que hablase con él.
Adam no quería, pero lo haría por ella.

John comenzó a preguntarle por el instituto y así, hasta que Adam se hartó de su hipocresía y le cortó la llamada. Sabía lo que estaba pasando, y no, no quería. No iría a vivir con ese señor y su familia. ¡Eran unos desconocidos para él!

-¡Pero mamá!

Se quejó el joven rubio.

-Pero nada, Adam. Sabes que estoy mal y...

Su madre comenzó a hablar con voz calmada.

-¡No! ¡No voy a dejarte! ¡Y menos para irme con ese hombre!

-Adam por favor, cuando me vaya, ¿quién te va a cuidar?

-Uno, no te vas a ir, mejorarás. Y dos, puedo cuidarme solo.

Adam se alteró y su madre le acarició la mejilla para tranquilizarlo. Ambos sabían realmente que el adolescente no tenía razón. Su madre no se recuperaría. Además un niño de dieciséis años no puede cuidarse solo, y menos Adam.

Después de muchos intentos, la mujer solo convenció a su hijo cuando él exigió quedarse con ella hasta el final, que ambos esperaban fuese nunca o tarde.

Mientras tanto, Adam continuaba esforzándose en casa, ayudando en la limpieza y estudiando para acabar los exámenes finales con buena nota. Además de pasar todo el tiempo que pudiese con su madre.

El joven no quería irse con John a vivir. Porque eso solo significaría una cosa: que él lo había perdido todo, a su amigo, a su madre...y por consecuente su vida.

An Angel?Where stories live. Discover now