Capítulo 18: La Cautiva

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Llevábamos horas mirándonos; el rostro de la joven expresaba una total tranquilidad que para nada era compatible con el movimiento frenético de sus dedos sobre la mesa, apenas se había movido en las últimas horas, tan solo se limitaba a observarme...

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Llevábamos horas mirándonos; el rostro de la joven expresaba una total tranquilidad que para nada era compatible con el movimiento frenético de sus dedos sobre la mesa, apenas se había movido en las últimas horas, tan solo se limitaba a observarme y sonreír con cierto aire de misterio, pero conocía su juventud, ese deseo hambriento por comerse el mundo y sabía que tarde o temprano...

     —¿Piensa tenerme toda la vida aquí? —preguntó por fin.

     —Bueno, eso depende de ti.

     Estábamos solas en la habitación, pues a pesar de todos los reclamos de Aitor, lo había conseguido echar, ahora esperaba afuera haciendo guardia, el pobre Felipe no había hecho otra cosa que suplicarme que no la maltratara, pero la cautiva tan solo se dedicaba a guardar silencio.

     Ella volvió a sumirse en su mundo y giró su rostro hacia una de las paredes vacías.

     —¿Acaso sabes quién soy? —pregunté.

     —Claro, todos en la ciudad saben que usted es la «perra» del Rey Miguel —gruñó.

     En un movimiento rápido la estampé contra la pared mientras la agarraba del cuello, a pesar de que ambas compartíamos naturaleza impura, ella tenía poco entrenamiento militar y me fue fácil retenerla.

     Apreté mi mano alrededor de su cuello al punto de que su piel blanca comenzó a tornarse de un color rojizo y la dejé caer, ella jadeaba mientras se agarraba el cuello y me miraba con ojos de furia, pero yo tan solo me agaché hasta quedar a su altura.

     —Para ti, capitán Atena. —Me levanté y la dejé ahí jadeante—. Cuando estés lista para llamarme con ese nombre me buscas.

     Salí de la habitación para encontrarme de cara con Aitor, su rostro reflejaba una total preocupación, le coloqué la mano en el hombro y le susurré al oído:

     —Tranquilo, no la mataré, «aún».

     Dejé al soldado allí con una expresión fría y me dispuse a buscar al rey, la noche anterior me había dejado con un extraño cúmulo de sentimientos y un remolino de dudas. La habitación de Far era consecutiva con la mía, así que no dudé en abrir la puerta sin preguntar.

     —Far necesitamos hablar es…

     —¡Atena! —La voz entrecortada de mi amiga me sorprendió.

     Allí estaba Ann, la hermosa Annabella, tendida en la cama del rey desnuda; como la Reina que ahora era, vaya que no le había costado ocupar su lugar con rapidez. Busqué por toda la habitación señales del Rey, pero él ya no estaba, las náuseas comenzaron a atormentarme y mis piernas flaquearon, salí de allí lo más rápido que pude sin siquiera oír lo que sus venenosos labios inventarían.

     Los mareos me cegaron mientras intentaba caminar por los pasillos, mi cuerpo cedió a la fatiga hasta que al fin todo se derrumbó y una capa negruzca cegó mi visión.

La reina de Indra [Completa] ©Where stories live. Discover now