Capítulo 30: La paz cuelga de un hilo

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La niña reposaba ahora sobre la cama de la improvisada cabaña, sus largos cabellos rubios le caían sobre los hombros hasta las caderas; sus fracciones eran delicadas como trazadas con un pincel al mínimo detalle

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La niña reposaba ahora sobre la cama de la improvisada cabaña, sus largos cabellos rubios le caían sobre los hombros hasta las caderas; sus fracciones eran delicadas como trazadas con un pincel al mínimo detalle. La paz que trasmitía mientras dormía era inmensa, su torso subía y bajaba al ritmo de una respiración pausada, habían pasado tres horas desde su llegada y los hombres comenzaban a impacientarse, el ejército apestaba a ansias de guerra, como un cadáver que comienza a descomponerse.

     La chica parpadeó desconcertada, abrió los ojos mostrándome una característica singular, ambos eran de colores diferentes, era un espectáculo hermoso observarla, su ojo derecho tenía un color miel claro, mientras su ojo izquierdo era de un tono verde, casi como una esmeralda.

     —¿Dónde estoy? —preguntó asustada, mientras se incorporaba en la cama, su voz era fina y temblorosa.

     Por unos segundos miró a todos lados hasta que la realidad la golpeó, vi como su rostro pasaba del pánico a la comprensión, pero aun así se veía asustada.

     Me agaché hasta quedar a la altura de la cama y tomé su mano, para tratar de calmarla.

     —Estás en el campamento enemigo, pequeña.

     Ella asintió y observó el desorden que se hallaba en la cabaña, los restos de comida y algunas de las provisiones tiradas, por un lado de la cama, para ella debían de hacer lucir casi aterrador el lugar.

     —¿Cuánto tiempo dormí?

     —Tres horas —le dije— ¿Cuál es el mensaje?

     —La reina, Úrsula, quiere la paz.

     —¿Estas segura de eso? —le pregunté mientras me incorporaba.

     —Sí, ella me sacrificó para llevar el mensaje, quiere que se reúnan al atardecer.

     Su voz ahora entrecortada sostenía una tristeza desgarradora, la observé intentando descifrarla, era una de las niñas más humanas que había visto, su genotipo era por completo puro, no entendía como la reina pondría alguien así en mis manos. La perra comenzaba con sus juegos para confundirme.

     —¿Quién eres? —le interrogué.

     —Su he-hermana —pronunció nerviosa— ¡Por favor solo le pido que no duela!

     Yo acaricié su mejilla y deposité un beso en su frente, a lo que ella me observó con los ojos bien abiertos, mientras intentaba controlar los espasmos involuntarios de su cuerpo. Una niña de la realeza Nefeli, ella debía ser alguien del cual Úrsula se quería librar, pero, ¿por qué?

     —Quédate aquí, no te haremos daño, pero no intentes escapar o no responderé por ellos.

     La jovencita asintió e intentó recostarse en la incómoda cama, sus singulares ojos reparaban en cada detalle apresurado.

La reina de Indra [Completa] ©Where stories live. Discover now