23 - Epílogo

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Amor déjame ser siempre el deseo
Que hace que vuelvas a casa
Que aun mires mi cintura
Y quieras ser tú quién la abraza
Que en mi oído siempre duerman todas tus palabras
Y ser la mejor parte que hay de ti

Déjame abrazarte para siempre
Déjame besarte a mi manera
Agarrar tu mano donde quiera
Porque yo he nacido pa quererte

Kany García - Para Siempre

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6 meses después.


María se sentó con dificultad en la silla. Su madre le había prohibido hacer cualquier cosa esa noche. Ya embarazada de 7 meses casi no podía hacer nada con la tripa tan abultada.

Toda la familia se había reunido para cenar juntos. Era ya una tradición desde la vuelta de Luisita.

María suspiró y bebió algo. Nada de alcohol, claro. Llevaba 7 meses sin probar ni gota y ya había dicho varias veces que en cuanto naciera el niño se iba a emborrachar para celebrarlo.

Luisita solía regañarle cuando decía eso. A lo que María contestaba que ya se enteraría cuando se quedara embarazada.

Amelia y Cata estaban sentadas en el sofá. La morena le daba clases de anatomía a la niña, que estaba super concentrada en el libro que Amelia sostenía sobre sus piernas.

- Y esto. - señaló una figura del cuerpo humano. - Es el hígado.

- Qué feo. - se quejó la niña haciendo reír a Amelia.

Luisita, Marisol y Manolín fueron los encargados de poner la mesa. Pero a la rubia se le iban los ojos hacia su novia y su hermana pequeña. Se le caía la baba y no lo podía evitar. Estaba tan segura de que Amelia sería una madre tan maravillosa...

- Ey. - María llamó la atención de su hermana chasqueando los dedos. - Tengo que ir al baño otra vez. Deja de comerte a mi cuñada con los ojos y ayúdame a levantarme.

Luisita rodó los ojos y ayudó a María a levantarse de la silla. Su hermana se quejó con fastidio, y se lamentó que se vejiga le estuviera haciendo tremendo boicot desde hacía unos meses.

- Luisita. - Cata llamó a la rubia, que se acercó al sofá. La niña le enseñó el libro. - ¿Sabías que esto tan feo se llama páncreas? Y el nombre también es bastante feo.

Luisita sacudió la cabeza con una sonrisa y Amelia rio de nuevo.

- Somos muy raros por dentro, ¿verdad?

- Pues sí. - Luisita agarró la cara de su hermana para darle un pequeño beso en la mejilla. Amelia puso morritos, pidiendo también un beso, y la rubia cumplió con gusto.

María volvió del baño quejándose sin parar y con Nacho detrás de ella, tratando de calmarla.

- Este niño va a acabar conmigo. - se sentó de nuevo y bebió del zumo que su padre había preparado en exclusiva para ella.

- Pero no bebas tanto que dentro de nada vas a estar en el baño otra vez. - Nacho le replicó y se ganó una mirada asesina que le hizo retroceder un par de pasos. - Venga, Nachito sé bueno. - acarició la barriga de María. - Que mamá se enfada.

- Ni de coña se va a llamar Nacho. Mételo en la cabeza de una vez. - María gruñó.

- Podrías llamarlo Pelayo. - Luisita pinchó.

- O Marcelino. - Amelia añadió con una sonrisa cómplice.

- Mira qué graciosas. Iros un poco a la mier.. - se paró al ver que Cata la miraba con los ojos muy abiertos. - Sois unas cabronas. - susurró.

El ValleWhere stories live. Discover now