Capítulo 9: Duplas impares

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Pese al barullo mañanero de la cafetería, el silencio y la tensión entre ellos cuatro podría haberse cortado con un cuchillo. Tanto Jiang Cheng como Lan Huan daban gracias a que, por lo menos, aquel lugar no fuese Genciana, si no una cafetería que les quedaba al doblar la esquina desde su edificio de apartamentos. Sí, esa a la que iban a desayunar juntos de vez en cuando. Si sus hermanos hubiesen descubierto e invadido o su lugar de trabajo o su lugar de relax —un sitio que ambos consideraban seguro y de confort, sacro— no habrían sabido qué hacer.

Probablemente, no volver a poner un pie allí nunca. Al fin y al cabo, Jiang Cheng ya estaba urdiendo ciertos planes mentales para huir de la ciudad. Y del país. Si tenía que llevarse a Lan Huan en la maleta, sacrificaría la ropa.

El rellano del tercer piso de su edificio no era el lugar idóneo para las conversaciones y los emotivos (no) reencuentros, así que de mutuo acuerdo —porque al fin y al cabo todos sabían que de aquello no había escapatoria— habían acabado por bajar al lugar público más cercano. Solo tuvieron que caminar tres minutos escasos, pero se les hicieron eternos. Y un suplicio, un suplicio eterno. Pedir había resultado otra tortura. Y ahora, mientras una amable camarera se acercaba bandeja en mano con su comanda, ellos se miraban en silencio los unos a los otros, Lan Huan y Jiang Cheng a un lado de la mesa y Wei Ying y Lan Zhan al otro. Y seguía siendo una condena.

-Aquí tenéis, un café solo, un té helado, un café con leche y un vaso de agua.

Todos agradecieron a la chica su amabilidad de alguna forma u otra, con palabras o solo con la cabeza, como hizo Jiang Cheng, que no había pronunciado ni una sílaba desde que Wei Ying le llamó didi. Lan Huan, sentado al lado de su novio, todavía lo estaba asimilando. Aunque... por lo poco que sabía de Wei Ying por parte de su hermano y lo poco que le había contado Jiang Cheng en sus charlas de cama, las piezas le encajaban. El verdadero problema era que no le habían encajado a tiempo, aunque tampoco poseía el don de ver el futuro. El hijo adoptivo del presidente de Industrias Jiang, que no estaba vinculado a la farmacéutica pero tenía fama de ser un genio... sí, ahora comprendía por qué su novio entendía tan sumamente bien lo que era vivir bajo unas expectativas imposibles y exageradas. Comprensivo, empático, porque conocía bien ese ardor asfixiante, acarició la rodilla de Jiang Cheng bajo su mesa. Ante la mirada inquisitiva de sus hermanos, que parecían dos búhos sin capacidad de parpadear, su novio le apretó la mano con la propia. No le permitió soltarle cuando la conversación por fin dio comienzo.

-Así que... ¿estáis juntos?

-¿De verdad es eso lo que vas a decir?

Ante cada palabra de su hermano, seca, cortante y sin duda para nada emocionada de verle, Wei Ying se tensaba como si estuviera a punto de recibir un golpe físico. Aun así había un brillo emocionado en sus ojos que por una parte, una muy pequeñita, era capaz de conmover a Lan Huan. Llevaban dos años sin verse. Wei Ying... Pese a todo, Wei Ying parecía feliz de haber encontrado a su hermanito. Y, sin embargo y sabiendo todo lo que sabía, el músico podía entender que Jiang Cheng no estuviera nada feliz de verle. Él desde luego tampoco lo estaba por... todo esto. Ni Lan Zhan lo parecía, que fruncía el ceño a la derecha de su novio, pero sin intervenir.

-Es que tengo tantas cosas que decir. -Intentó reír Wei Ying, una triste táctica para relajar el ambiente. No sirvió para nada. Jiang Cheng soltó la mano de su novio y empezó a rascarse la muñeca, el tatuaje. No parecía consciente de sus actos-. No sé ni por dónde empezar A...

-No me llames así. -Espetó Jiang Cheng-. Y ahórrate las preguntas, porque no te van a gustar las respuestas.

-No lo sabes.

El camarero dejó escapar una carcajada sardónica, sin gracia. Lan Huan frunció el ceño al ver que se le estaba enrojeciendo la piel de la mano.

-Sí lo sé. -Gruñó-. Si te conozco algo, lo sé bien.

Ocean Eyes [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora