Esto es un reto que superaremos juntos

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Robert sonreía orgulloso cuando acabó la presentación del proyecto, aunque Johan no paraba de temblar

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Robert sonreía orgulloso cuando acabó la presentación del proyecto, aunque Johan no paraba de temblar. Solos, al interior de un aula, le sobó los brazos con desespero.

—Rulito, la rompiste, te dije que estarías bien.

—¿Seguro?

—Re obvio y te tengo una sorpresa.

Johan contempló extrañado al sonriente novio, pero antes de siquiera preguntar, su tutora de proyecto irrumpió acompañada por un hombre con traje. La profesora lo presentó como el señor Tucker, un ejecutivo enviado por Agroindustria San José, proveedores de Alimentos del Norte, la segunda productora más grande del país; Johan no podía ocultar la emoción.

Profesora y ejecutivo sonreían complacidos, pero fue la propuesta del segundo suficiente para hacerlo tartamudear como menso:

—Joven Jones, estamos interesados en su proyecto.

—¡¿Q-qué?! —respondió casi en un chillido, emocionado— D-disculpe, es que me sorprendió.

—Y queremos que usted supervise la implementación y avance…

—¡¡¡Quéééé!!!

Todos rieron por el comportamiento del rubio.

—¿Le interesa? —inquirió el señor Tucker y Johan afirmó con la cabeza.

Sintió un golpe en el pecho cuando pensó en el argentino a su lado. De aceptar la propuesta, tendría que mudarse a la zona norte del país, lo que le llevaría aún más lejos de casa y por consiguiente, de él: su amor y con quien planeaba una vida.

—D-Disculpe… —respondió cabizbajo y con los puños pegados a ambos lados del cuerpo— ¿p-podría darme un t-tiempo para pensarlo?

—Johan —intervino su profesora—, es una oportunidad única.

Un incómodo silencio apareció, pero fue breve pues el argentino lo rompió:

—Eso es alta propuesta, por supuesto que el boludo acepta…

—Rob…

—Nada, tu profe tiene razón, tenés prohibido decir no.

—Joven Jones, le dejo mi teléfono —dijo el ejecutivo, dándole una tarjeta—; estaré en la ciudad hasta las cuatro de la tarde, espero una respuesta positiva de su parte. —Johan asintió en silencio.

Robert de inmediato increpó a su pareja en cuanto les vieron salir, pero el rubio sentía miedo, le emocionaba la idea sin dudar, pero apenas había aguantado los cinco años de universidad, viéndose esporádicamente, anhelaba con locura poder estar juntos y compartir sus vidas al fin.

El argentino relajó la expresión del rostro y sonriente, presionó un poco el mentón de su pareja para obligarle a mirarlo.

—Podés irte a China y las cosas entre vos y yo no cambiarán.

Tan cerca, aunque estés tan lejos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora