28. ¿Un adiós?

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Un ruido fuerte se escuchó en el fondo y Fawler, se dio la vuelta justo a tiempo para ver a Hannah huir apresuradamente por el pasillo en un silbido de seda de morera.

—Maldita sea. ¡Maldita sea! —repitió, ansioso.

Lo había visto hablando con Màxine y, por el aspecto de las cosas, había supuesto lo peor.

—¿Qué pasa, Fawler? —preguntó la pelinegra.

—Me tengo que ir. Hablaremos más tarde. —Caminó rápidamente por el pasillo. Alcanzó a ver una seda de color entre celeste, azul y plata a la vuelta de la esquina, casi choca con un camarero que llevaba una bandeja pesada por la prisa en su caminar.

Ella no iba a salir por la puerta principal; ¿Adónde iba? Él la persiguió en serio ahora, no queriendo perderla de vista.

Hannah huyó por las escaleras de los sirvientes y salió por la puerta trasera.

Ni siquiera recogió su capa.

Un carruaje estaba esperando en la mitad de la calle y ella corrió hacia él.

—¡Hannah, detente! —grito lo más fuerte que pudo. No le importaba agregar un escándalo más a la lista de incorrecciones sobre ellos dos.

No reconoció el carruaje. ¿Qué estaba haciendo ella?

Él la alcanzó justo antes de que llegara al carruaje. La agarró por los hombros. —Espera por favor. Déjame explicar. No era lo que parecía.

Ella se soltó de su agarre. Sus ojos claros estaban fríos. —No, nunca es lo que parece. Siempre habrá una explicación, lo malo es que te niegas a darla. No puedo hacer esto. Simplemente, no puedo. No puedo confiar en ti. No puedo volver a confiar en ti —repitió ella.

—No me iba a acostar con ella, la estaba cuestionando.

Sus hombros temblaron. Tanto dolor en su rostro. Se le retorció el estómago, furioso consigo mismo por haberla lastimado de nuevo. —Por favor, déjame explicarte. Ella es la amante de Sir Darlington y creo que puede estar involucrada en el robo.

—No me importa quién sea, o lo que hagas con ella. No se trata de ella. Es sobre ti. Siempre me lastimarás. Siempre me traicionaras. Y no importa por qué lo haces o cuáles son tus intenciones. La que termina humillada y lastimada soy yo. No te daré más poder sobre mí, nunca más.

—¿De quién es este carruaje? No te dejaré ir sola. Ni siquiera recogiste tu capa. Te resfriarás.

No respondió a su pregunta. Lo ignoró. Ella simplemente soltó el broche del collar y dijo: —No quiero tu collar. Si es que acaso te preocupa que lo pierda en mi arrebato. Llévatelo. Hablaremos otro día.

Ella le arrojó el collar y él lo atrapó antes de que tocara el suelo y se lo guardó en el bolsillo.

—Eso no es lo que me preocupa. Estás enojada. Tienes todo el derecho a estar enojada. Me preocupa que te vayas con una idea equivocada.

—Sentir las cosas tan profundamente es una maldición, Fawler. Ojalá, tuviera la capacidad que tienes tú, para desconectarte de tus emociones, de verdad que sí. Pero mis altibajos siempre han sido así; altos muy altos y mis bajos muy bajos. Y mi confianza, traicionada dos veces, se pierde para siempre.

—Por favor, permíteme explicar.

—Lo siento. Me tengo que ir. Este es el carruaje de Lady Margareth. —Sacó una nota de su corpiño y se la entregó—. Mi amiga está enferma y tiene algo que quiere decirme con urgencia. Debo ir a ella inmediatamente.

—¿Estás segura de que esta es su letra?

—Creo que soy capaz de reconocer la letra de uno de mis amigos más antiguos. Reconozco las letras estrechas distintivas. Ella está en problemas y debo ir a ella. Ella significa más para mí que nuestra búsqueda.

La Misión del BarónTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang