Epílogo

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Seis meses después…
Galería Borghese, Italia.

  —Caballeros, por favor pasen al orden —llamó lord Cavour, el primer ministro italiano.

  Los hombres ahí reunidos tomaron sus asientos y se callaron.

  —Nuestro estimado compañero, el marqués Songstrum de Inglaterra, ha recibido permiso para tomar la palabra. Milord —le animó el conde, a tomar la palabra.

  Brandon caminó hacia el frente de la sala y se paró al lado del escritorio de éste.

Era la primera vez que era  presentado como marqués, se sentía bastante raro a decir verdad. Las reuniones en La Cámara de los Lores, fueron largas y exhaustivas. Pero con el apoyo de sus amigos; el marqués de Wellingham, el duque de Saint James y su ahora cuñado el duque de Hastings, finalmente había logrado limpiar el nombre de su padre y su título de marqués, le había sido devuelto. Cedió el título de barón a su hermano y se sentía bastante feliz al lograr recuperar la vida que se merecía. La vida que el destino le arrebató y años después le devolvió. Salió de sus pensamientos y regreso a lo que lo trajo aquí en primer lugar.

—Caballeros, me complace informar sobre lo fructífera que fue la última expedición arqueológica este mes en busca de un tesoro invaluable, cuya naturaleza no tengo la libertad de divulgar en este momento. Propongo que la sociedad apoye plenamente esta empresa y acepte publicar cualquier hallazgo. Mi socio en esta empresa será el Sr. Gautier —señaló con la mano, hacia donde se encontraba Hannah.

  Hannah, se pavoneaba por la habitación con esos pantalones que se ajustaban bastante bien a su figura y ese ridículo bigote.

  —¡Attenzione! ¡Attenzione! —gritaron los miembros.

  Hannah, se detuvo al frente de la sala y lanzó su mano al aire. —Solo hay un pequeño problema con este escenario, caballeros. El Sr. Gautier no es lo que parece,  es una mujer. ¡Soy yo! —gritó, arrancándose el tonto bigote. Su vena dramática, nunca la abandonó y él la amaba mucho más por eso.

  Songstrum sonrió. Había adivinado que ella iba a hacer eso. Dioses, cómo deseaba besarla ahora mismo. Estaba tan hermosa con esos pantalones ajustados que le dolía el corazón.

  Los señores se amotinaron. Literalmente saltaron de sus sillas y comenzaron a golpear el suelo con sus bastones y gritar un asesinato sangriento.

  —¡Tranquilli, tranquili! —gritó Sir Charles Lyell, un geólogo renombrado que era bastante conocido por ser bastante abierto a nuevas ideas—. ¿Cuál es el significado de esto, Songstrum?

Brandon, tuvo que gritar para hacerse oír por encima del alboroto. —De ahora en adelante me moveré más para permitir la inclusión de mujeres en la Sociedad de Arqueologos ingleses, agradecería que empezaran a hacer lo mismo por aquí en Italia. Mi esposa, lady Hannah Hadley, marquesa de Songstrum, quien está ante ustedes vestida de hombre, ha hecho descubrimientos más importantes que la mayoría de ustedes en esta sala juntos. Ella sola encontró las coordenadas para desenterrar el tesoro maldito —finalizó.

  Si los caballeros se amotinaban y comenzaban a atacarlos, eso no sería un problema. Captó la mirada de Hannah, ella le dio un guiño de complicidad. Se defenderían fácilmente.

  Los marqueses, están dispuestos a dejar el tesoro aquí para su estudio —gritó lord Cavour—. Todos a favor de permitir que se quede en Italia digan que sí.

  Brandon, respondió con un fuerte sí, sobre un coro ensordecedor de negativas y protestas indignadas. Sólo había oído otro par de sí. Captó la mirada de su amigo sir Killian y la de Charles Lyell.

La Misión del BarónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora