22. "Sin cicatriz"

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Los gritos de Sasuke fueron suficientes para alarmar a los soldados. El dolor era tan palpable en su voz, que estremeció a todo el que entró a la yurta. Nagato y Gaara lo cubrieron con una sábana y trataron en vano de tranquilizarlo, mientras el sanador y Yahiko examinaban en cuerpo del Minyar.

—¿Está...?— preguntó el Reĝo.

—¡No, no está muerto!— exclamó el doncel con desesperación —No lo está... ¿Verdad?— le preguntó a Nagato, quien apretó los labios para evitar llorar y lo abrazó con fuerza, acariciando su espalda.

Todos esperaron a que el sanador terminase, pero el viejo de cabello blanco no dejaba de fruncir el ceño.

—Siento sus latidos, pero son realmente lentos— dijo, después de incorporarse y cubrir el pecho del alto elfo con una de las pieles —Su energía, en cambio... Es como si no fuese más que un recipiente vacío, o estuviese hibernando; como si ya no perteneciera a éste mundo, pero no muerto del todo. Nunca había visto algo así, Reĝo. Me temo que soy un inútil en ésta ocasión.

—¿Entonces, no se puede hacer nada?— preguntó Yahiko, mirando a Sasuke de reojo.

—Solo esperar a que algo suceda, pero sin beber o comer... incluso un Minyar no sobrevive mucho tiempo.

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—¿Necesitas alguna otra cosa?— preguntó el guerrero amablemente, Gaara negó con una débil sonrisa y tomó la bandeja que le había pedido —Por favor, si llegaras a necesitar...

—Lo sé— murmuró el doncel pelirrojo —Eres muy amable, Lee— él se rascó la cabeza, algo nervioso.

—No soy tan amable... es por tí— estiró la mano y rozó levemente el dorso de la suyas, aún agarrando la bandeja —Yo quiero que me aceptes.

—No puedo darte una respuesta ahora, Sasuke está pasando por un momento muy difícil, y...

—Solo promete que lo pensarás. Sería el ser más feliz de ésta tierra si me dices que sí, y nadie te cuidaría como yo, Gaara.

—Lo pensaré— murmuró bajo y evitando mirarlo a la cara, para que no notara su sonrojo.

—De acuerdo— jadeó emocionado y dió dos pasos hacia atrás, antes de girar e irse casi corriendo.

Gaara suspiró profundamente para aliviar su conmoción, antes de dirigirse a la tienda donde reposaba el Minyar. Como había sucedido durante tres días, Sasuke estaba sentado al lado del calaquendi dormido, peinando su cabello blanco y largo.

—Traje tu comida— anunció y el pelinegro solo asintió levemente —Si quieres después podemos dar un paseo por el campamento, te vendrá bien tomar aire fresco.

—Tengo que estar con él, si despierta y no me encuentra...

—Sasuke...— llamó compasivo.

—Yo sé que abrirá los ojos de nuevo. Nagato, Deidara y tú, creen que estoy loco, pero no es así. Naruto me prometió que no estaría solo, él no me dejará, Gaara.

—Que su dios te escuche, Sasuke. Todos deseamos su recuperación, pero te estás convirtiendo en qué, amigo mío... Apenas duermes o te alimentas ¿Hace cuánto que no tomas un baño?

—Estoy bien así— dijo en baja voz.

—Estamos preocupados por tí ¿Entiendes eso?

—Sí...— gruñó, llevando nuevamente la mano a la marca de su cuello.

—¿Sigue doliendo?— preguntó el pelirrojo, pero el no recibir respuesta fué la afirmación —Veré que llenen la bañera, y no acepto un no por respuesta.

Rato después, Sasuke se resignó a la insistencia de su amigo y dejó que le lavara el cabello, mientras él abrazaba sus rodillas dentro del agua. Gaara apretó su mandíbula al ver el gran entramado de venas púrpuras que había comenzado a extenderse por el hombro y parte del cuello. Como si fuese un veneno, la marca se había vuelto tóxica para su cuerpo. Maldijo a Naruto por morderlo antes de quedar inconsciente; sin quererlo, se estaba llevando a Sasuke a su lado; allá, donde quiera que estuviese ahora su consciencia.

Era una de las razones por las que no se había decidido a aceptar a Lee; el Reĝo, después de que descubrieran dicha marca en Sasuke, les había explicado como algunos Mallen marcaban a sus parejas en tiempos anteriores, cuando los donceles eran abundantes. Un vínculo que iba más allá de un matrimonio o un juramento, y el cual si no se cuidaba, resultaba dañino para el portador.

Suspiró nuevamente y enjuagó su cabello, entonces se inclinó para verlo cuando notó sus hombros temblar.

—No está mi cicatriz...— murmuró tan bajo, que Gaara apenas lo entendió. Se puso de pie repentinamente, mojando todo a su alrededor y se giró, para enseñarle su vientre —La cicatriz— repitió.

Gaara abrió los ojos, prácticamente sin aliento. Una marca que compartían sus amigos, la cual les recordaba su incapacidad de procrear y la cruel vida que habían llevado antes, y la que él también poseía; no estaba.

—¿Cómo es posible?— jadeó incrédulo, buscando alguna explicación en los ojos de Sasuke, pero solo vió lágrimas.

—Él me curó, Naruto me curó...— lloró —¿Ésto era lo que quería decir?— salió de la bañera sin importarle su desnudez y caminó hasta la cama, para tomar la mano inerte del Minyar —Un hijo... ¿Me dejaste la posibilidad de tener a un hijo tuyo? ¿Por qué ésta alegría es tan amarga, Sunon nín?

El pelirrojo lo cubrió y no pudo decir más, acarició su cabello durante todo el rato que estuvo llorando sin consuelo.

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La noticia corrió rápidamente por todo el lugar, se veía a los Mallen correr de un lado a otro, y luego dirigirse al Este del campamento. El Reĝo no podía creer lo que le habían informado sus guerreros, pero en cuanto lo vió, supo que era cierto.

En un caballo blanco y con la poca luz del amanecer a su espalda, se acercaba un figura imponente que parecía resplandecer. Era un elfo, un Minyar; de armadura y cabello dorado, con unas facciones que le parecían demasiado familiares. Éste se acercó a galope hasta el tumulto de gente y luego descendió, su capa blanca hondeó levemente con la brisa, mientras se inclinaba y llevaba dos dedos a la frente, en un saludo desconocido.

—Lamento mi súbita llegada, pero me urge saber si mi hijo está aquí, con ustedes ¿Puedo hablar con su aran (rey)?— preguntó.

—Eres el padre de Naruto— concluyó el Reĝo, con alivio en su voz, y dejó ir el aire al verlo asentir.

—Mi nombre es Minato ¿Él... está aún con vida?

—Sí, y espero que no hayas llegado demasiado tarde— bramó —Sígueme, su esposo te explicará mejor lo que ocurrió.

—¿Su esposo?— preguntó asombrado y confundido.

HIJOS DE ILUVATAR (Terminada)Where stories live. Discover now