Capítulo IV, Las Milicias

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Si bien, los monarcas son iguales entre sí y magnánimos, debido a que fueron versados en las mismas artes y temas, el rey prefiere más la arquitectura y la reina le atrae más la pintura, por lo que, entrambos desdeñaron la política y las cuestiones de lid, esto suscitó a que los monarcas no creasen un ejército para el broquel personal y territorial, asimismo, tampoco la asignación dotros cargos de importancia. Dos meses después, el rey profirió durante las fiestas nacionales, que se solicitaban voluntarios para el nuevo ejército sienés, unos diez días após asistieron a la residencia real en el palacio de La Madama unas cientocincuenta personas, todas preparadas para guarecer a los monarcas. Aunque había suficientes personas para formar un ejército parvo, el reino tenía otro problema: no poseía armas, armaduras ni ningún otro tipo de pertrechos marciales.

En consecuencia, ambos monarcas decidieron viajar con un pelotón de cincuenta soldados hacia el noroeste del reino, yendo al país lindante de la República ligur. Los monarcas al llegar a la ciudad de Aleramici, capital ligur, solicitaron un concilio con el señor Sagarat Merzagora, presidente de Liguria. Tras unas seis horas, los monarcas y el presidente finalmente salían de la sala de reuniones. Un mes después, se celebró una audiencia en la ciudad sienesa de Salento, en dicha audiencia, los monarcas sieneses junto al presidente ligur anunciaron que Liguria se uniría bajo tratado de amistad al Reino de Siena, y que se comprometía a ser el nuevo ejército de Siena, pero con la condición de mantener cierta autonomía y recibir ayuda del reino en otros ámbitos, como los recursos alimenticios y textiles. Ese mismo día, la República ligur se convertía bajo decreto real en el corregimiento sienés de Savona, con estatus de virreinato semiindependiente, y el expresidente Sagarat Merzagora sería nombrado como el virrey deste corregimiento, además de recibir el título honorario de «jerarca de la antigua Liguria» y el tratamiento de respeto de «Excelentísimo señor» (Excmo. Sr.). Y, por consiguiente, los monarcas recibieron de manera indirecta el tratamiento de «Su majestad» (S. M.).

Con la recién anexión de Liguria a Siena, el reino necesitaba más fuentes de ingreso, aunque cada corregimiento era autárquico y prácticamente no dependían de la capital, aun así, los monarcas decidieron viajar desde Liguria hacia el aquilón con un ejército de más de mil hombres, partieron hacia al norte a las arcanas tierras de desierto de Benedetto, un territorio que, según la leyenda popular, había vivido un dandi grandevo y eremita de gran sagacidad. Tardaron ocho hebdómadas para fenecer de cruzar el desierto, pero finalmente llegaron al Principado de Aosta, un insubstituible principado opulento y uno de los principales productores de amianto en la península apenina. El principado tenía como gobernante a un príncipe sarasa y mocero que sólo atañía en los potosíes de su nación. El príncipe al darse cuenta de la invasión sienesa, envió alígeramente a una tropa de novecientos mil soldados, el ejército sienés era inferior en número.

El ejército sienés derrotó al aostano, pero sin haber matado a nadi, esto es porque su majestad el rey de Siena proclamó un bando real de cero acometimientos contra los aostanos. El intendente Sagarat Merzagora reaccionó con destemplanza a la estrafalaria orden. Aunque Merzagora sólo mistó vade retro, y después ordenó a sus soldados el no matar a los soldados enemigos. Estos también se asombraron a tal orden rara... En el campo de batalla, los soldados aostanos se aproximaban a suma presteza y los sieneses simplemente desasieron sus armas al suelo y en genuflexión, se rindieron ante los aostanos.

El príncipe aostano extrañado por la acción del ejército sienés, dio la orden de no atacar a los sieneses, el príncipe se baja de su caballo, y en respuesta, los monarcas sieneses también. Levantaron unas tiendas en el campo de batalla y los tres gobernantes se reunieron poco tiempo después en estas tiendas. La razón del accionar de los monarcas fue que el Principado de Aosta tenía como aliado al poderoso Imperio de los francos, una magna nación lindante con el territorio sienés de la Lombardía, y que rápidamente podía invadir los territorios de Lombardía y de Adigio. Los monarcas sieneses sabían que, si atacaban a Aosta, el Imperio de los francos acabaría con el reino en un instante, por lo que, para evitar una tragedia, decidieron no atacar ni matar a ningún aostano. También esparcieron el rumor de que una nación desconocida se acercaba al Principado de Aosta para atacarlo, y así el Imperio de los francos se vería forzado a ir al principado para levantar una égida para defenderlo, este arriesgado y beocio rumor, hecho por Merzagora, fue para que los monarcas sieneses pudiesen tener una oportunidad para hablar con el emperador franco.

Cuando el emperador de los francos llegó con su gran armada al principado, fue recibido por los monarcas de Siena y el príncipe de Aosta; el tiempo parecía que se había detenido. El emperador estaba renuente a tener que escuchar a los monarcas sieneses, pero después dunas siete horas, el emperador finalmente aceptó escucharlos. El rey sienés profirió que la Siena quiere establecer formalmente una relación de amistad con el Imperio de los francos y el Principado de Aosta, y que el reino se compromete a ayudar en la defensa del Principado de Aosta, puesto que el territorio sienés de Lombardía se encontraba a unos pocos 248 kilómetros del principado, más de la mitad de la distancia entre Aosta y el Imperio, por lo que esto facilitaría enormemente la seguridad y bienes, tanto del principado como del imperio. El emperador franco cuasi enojado, vocifera qué es lo que ganaría Siena en esto, la reina sienesa respondió que el reino buscaba una zona nororiental para establecer una embajada, un congreso y una base militar conjunta, es decir, entre sieneses y francos, el emperador furibundo ante tales absurdas peticiones les respondió a los sieneses que no iban a obtener nada de Franconia ni de Aosta, y que se marcharan de tierras aostanas.

Ocho años después, a pesar del gran progreso que el Reino de adquirió desde el tratado con Liguria, el ejército sienés no era de los mejores del continente de la Avalonia, considerado por algunos expertos castrenses como uno de los peores ejércitos de la historia, pero sin importar eso, también es considerado como el ejército más confiable de todos, en sus filas sólo soldados respetuosos, leales y honestos se encuentran, capaces de entregar sus propias vidas para proteger al reino, a sus ciudadanos, a sus familias y a sus monarcas, esto hacía que las de Siena sean de los ejércitos más temibles, y no precisamente por su fuerza y brutalidad en combate, sino por su inverosímil incorruptibilidad y fidelidad rocambolesca. El ejército cuenta con más de dos mil efectivos, siendo también de los ejércitos más parvos del continente.

Las Reales y Sacras Reciedumbres Armíferas de Siena son dirigidas por la magna brigadier Arria Sabina de León y Lépida, una mujer asaz conocida por todos, ella es el ejemplo de que un párvulo mesto puede llegar a ser un distinguido ciudadano. Sus padres la abandonaron a muy temprana edad y creció sola en las calles del bajo mundo dun ducado que abés podía mantener a su gobernante sátrapa, aunque ella era paupérrima, siempre que tenía, aunque sea una miaja de comida, se lo daba a los animales para que éstos pudiesen alimentarse. Un día, estando a punto de morir, fue auxiliada por un noble sienés, éste le dio abrigo, comida, medicina, educación e incluso, entrenamiento especial para que ella pudiese defenderse. El noble sienés faenó muchísimo para que aquella niña que ni siquiera tenía un nombre, lograse superarse a sí misma y a él. Fue educada en las mejores instituciones y recibió los mejores modales, fortaleciendo también los que ya poseía...

Veinte años después, la niña que el noble sienés nombró «Arria Sabina» se convirtió en una dama adalid, de buen carácter, de honor pulcro y una baqueana en cuasi la mayoría de artes marciales. El noble sienés fausto con la bona manceba que había criado, decidió que ella fuese la heredera de todas sus potosíes y títulos nobiliarios, y como muestra de tesón, le otorgó su cognombre a la recién nombrada Antistia, así pasando a ser conocida como la intendente Arria Sabina de León y Lépida, cuarta baronesa de Pisa, de Sojo, de Beis y de Fabla. Siendo su padre adoptivo el noble sienés Marcos de León y Lépida, quien es el tercer barón de Pisa y actual intendente de la ciudad libre de Pisa.

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⏰ Last updated: Jul 31, 2022 ⏰

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