Capítulo 2

7 2 0
                                    

Mi estancia en casa empezaba a ser realmente aburrida. Después de haber estado cuatro años fuera había perdido el contacto con la mayoría de mis anteriores amigos y me daba bastante palo hablarles después de tanto tiempo sin intercambiar más de un par de palabras con ellos.

No tengo nada que hacer. Mi madre se ha marchado hace un par de horas a su club de lectura, donde pasa el tiempo con algunas mujeres de su edad. Papá está trabajando. Sólo me queda Bolita, el gato de la familia.

¿A quién quiero engañar? Desde que llegué Bolita me mira desde lejos, con recelo. Definitivamente creo que se ha olvidado de mí. No la culpo. Cuatro años dan para mucho.

Todos han seguido sus vidas sin mí.

Quizás suene egoísta pero no es así. Es decir, me alegro por todos, simplemente me cuesta adaptarme a la nueva situación en la que me encuentro.

Al final acabo pasando toda la tarde viendo varias películas ñoñas que echan por la televisión y comiendo chucherías.

Si este va a ser el plan de todos los días vas a engordar veinte kilos.

Mi conciencia siempre tan agradable.

Escucho la puerta abrirse. Es mamá que me mira con el ceño fruncido al ver las bolsitas de chucherías vacias a mi alrededor.

—Voy a obviar tu deprimente situación porque traigo una buena noticia. —dice, cambiando su gesto a uno más animado. —Esta noche cenamos en casa de los D'angelo. —al ver que no reacciono como ella quiere, añade: —¡Cómo en los viejos tiempos! ¿No te alegra?

—Supongo.

—Te encantaba jugar con Dante. —insiste.

—Mamá, éramos pequeños. No creo que Dante quiera jugar ahora conmigo.

Vaya, ha sonado un poco mal.

Mamá no se da cuenta, pero yo empiezo a sentir el calor subiéndome por las mejillas.

—Bueno, pero podéis hablar de vuestras cosas. Ya sabes, poneros al día. —hace una pausa mirándome. —Quizás pueda presentarte a sus amigos o hacer planes contigo. No puedes encerrarte aquí siempre.

—Ya veremos. —la señalo acusatoriamente. —Ni se te ocurra decirle nada.

Ella mirs hacia otro lado y empieza a acomodar los cojines en el sofá. Literalmente le faltaba silbar para intentar disimular.

—¿Se lo has dicho? —pregunto, indignada, con la boca abierta.

—¿Sabes que a Giulia no le ha gustado el libro de esta semana? Dice que era muy predecib...

—¡Mamá! Se lo has dicho, ¿verdad?

Ella suspira.

—Se lo he comentado a sus padres y es posible que él estuviese delante...

—¡Mamá!

—¿Qué? Necesitas hacer cosas con gente de tu edad. ¡Lo he hecho por ti!

—Mamá... ¿Cómo voy a mirar ahora a ese chico a la cara? Qué vergüenza. —me tapé la cara con las manos, intentando de esconder el color rojo que habían adquirido mis mejillas

—Parecía encantado de pasar tiempo contigo. —comenta con intención, subiendo y bajando sus cejas.

Sin dejarme decir nada más se fue a su habitación.

Una media hora más tarde, papá llega a casa. Ya todos estamos listos para marcharnos. Me arrepiento de mi atuendo en cuanto veo como van vestidos mis padres. Tuerzo el gesto. ¿Porqué diablos van tan formales? ¡Llevamos yendo a casa de los D'angelo desde hace más de quince años!

Dime que sí Onde histórias criam vida. Descubra agora