Capítulo 3

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—¡Tesorito hora de levantarse! —canturrea mi padre, abriendo la puerta de mi habitación.

Me levanto sobresaltada y me tapo con la sábana hasta el cuello.

—¿Se puede saber qué te pasa? ¡Podría dormir desnuda! —me quejo, a la vez que me froto los ojos.

Mi padre se tapa los ojos enseguida y me parece ver que se ha puesto algo colorado. No puedo evitar sonreír. Me resulta bastante tierno.

—Ups... Perdona, tesorito. Solo quería decirte que te he hecho tortitas para desayunar.

—No te preocupes papá, estoy vestida. —al escuchar eso, se destapa la cara. —Ahora mismo voy.

Papá se marcha, cerrando la puerta tras él. Miro el reloj, desorientada. Son las ocho de la mañana. A las nueve y media tengo las clases con Grace y Nicolo. Tengo bastante tiempo aún, así que me visto tranquilamente y bajo a la cocina.

—¿A qué viene este desayuno digno de reyes? —bromeo sentándome en la mesa y sirviendome un par de tortitas. Aún están calientes.

—¿No puede un padre mimar un poco a su hija favorita?

—Papá, soy tu única hija. —me río.

—¡Con más razón entonces! —me frota el brazo con la mano.

—Gracias. —murmuro.

Es raro pero por alguna extraña razón se me han aguado los ojos. Creo que hacía demasiado tiempo que nadie me cuidaba y mimaba.

Termino de desayunar junto a mi padre. Él se ofrece varias veces en llevarme a casa de los D'Angelo pero insisto en que me apetece ir andando y darme un paseo. Así que me pongo mis auriculares y empiezo a andar. Diez minutos después estoy entrando en la casa.

—¿Qué tal, corazón? —pregunta Donna, llevándome hacia el comedor, dónde suelo dar la clase a los peques.

—Bien. —le sonrío. —Hola, chicos. —saludo alegremente a los dos diablillos.

—¡Hola! —saludan ambos al unísono.

Donna me frota la espalda antes de dedicarme una última sonrisa.

—Os dejo solos.

Y tras decir eso, se marcha.

Les pongo a los niños un par de actividades de multiplicaciones y divisiones sencillas. En ese ámbito, es evidente, que destaca Nicolo. De hecho, a Grace parecen frustarle bastante las matemáticas. Sin embargo, cuando les pongo algunos ejercicios de morfología y les hago un par de dictados, me doy cuenta rápidamente que, en este caso, es Grace la que lleva bastante ventaja con respecto a su hermano. Me resulta bastante curioso que, a pesar de haberse criado juntos y de la misma forma, haber jugado a las mismas cosas, asistido a las mismas clases, poseer los mismos genes, etc, cada uno haya conseguido desarrollar una habilidad completamente opuesta al otro.

Cuando han pasado dos horas Donna viene al comedor a avisarme de ello. Recojo mis cosas y me dirijo a la puerta, seguida de ella.

—Muchas gracias por venir. Los niños están muy contentos contigo.

—Son muy inteligentes. —aseguro.

—Voy a avisar a Dante para que te lleve a casa.

—No hace falta, de verdad. Puedo ir dando un paseo.

Pero antes de que su madre pueda avisarlo, o yo pueda marcharme, Dante aparece por el pasillo con las llaves del coche colgando de su dado índice.

—Vamos, te llevo.

Dime que sí Where stories live. Discover now