XXXXII. Espada de llamas Blancas

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 42 .Espada de

Llamas blancas

Los espectros atravesaron el espacio que los separaba en el latir de un corazón. Su oscuridad se unió a la del Señor de los Abismos y el patio de entrenamiento desapareció.

Se incendió el lugar en el que estaban y el fuego, en siniestro palpitar, brotaba de la piedra. Fétidos vapores, espesos y casi tangibles de ígneas e imprecisas formas corroían la atmósfera.

Los tres magos se adelantaron. Atrás quedó Thed y Wonkal. El chico le hizo una señal al mago y este se acercó a él. Le ofreció su mano y la tomó. Un destello de llamas blancas creció en su brazo que, se arremolinó formando estelas imposibles de una belleza sin igual. De las manos de Thed, simulando ramales vivos, se desplazaron hasta los dedos de Wonkal y se extendieron por todo su cuerpo y sintió el poder del fuego crecer en él.

El resplandor impedía el avance de los espectros, pero los terribles generales del mal traían negros secretos de su cautiverio.

Noath se volvió bruma y lo mismo que sus compañeros quiso penetrar en las llamas, marchitarlas.

Unot alzó el brazo y su arma brotó de sus dedos, lo siguió Wyam y Laina. Su flama menguó arañada por la maldad que la consumía, pero arremetieron espada en mano frenando el ataque.

Wonkal realizó una señal con una mano, mientras que la otra creaba un símbolo distinto. A continuación, se introdujo en la bruma creada por Noath. Los símbolos mágicos hicieron su efecto, una imagen de tinieblas y luz danzó con brevedad y el mago de A'lkium anulado por el conjuro se tornó humano. Una vez más, los antiguos amigos quedaron enfrentados. Un poder parecido, pero opuesto, los cercaba a ambos.

Fue en la mano de Noath donde creció un filo largo y estrecho, su otra mano generó un puñal. Wonkal avanzó con dos espadas cortas. Choque de piedra y acero, estocadas rápidas, precisas...

Los magos oscuros formaron una fila. Los tres señores de la muerte, tres sombras del abismo que se movían al unísono. Los generales del mal avanzaron hacia ellos, durante el trayecto la oscuridad se dividió y en un instante eran seis, y un momento más tarde doce, y su manto mermó el resplandor de las brasas de la roca. Unot seccionó el denso mal, Wyam golpeó las negras formas con un hermoso baile de luz y Laina desplazaba la maldad a su paso.

Kelj mantenía cierta distancia. El Señor del Abismo invocó su arma. En él creció una coraza de piedra, en su mano izquierda una espada corta, en su mano derecha una terrible hacha de un doble filo. Al cuarto mago acudió presta la espada de luz. La colisión fue brutal, la onda que provocó hizo temblar la tierra.

Kelj no solo danzaba, se mecía en el aire, describía arcos perfectos, sus pies trenzaban sueños de esperanza con el filo de su arma. En un volteo, la hoja blanca seccionó el mango del hacha enemiga. En ese mismo ataque la punta de fuego penetró unos dedos en la coraza del diablo y la fraccionó. El rugido fue terrible. El Señor del Abismo retrocedió conjurando. Esta vez, a su mano acudió la temible espada del dolor.

El cuarto mago la observó y la reconoció. En el filo de hueso apagado estaban fundidas la maldad y el poder de las criaturas con la que fue realizado. Un solo corte por pequeño que fuera, relegaría a la víctima a un infierno de sufrimiento eterno.

En una lucha paralela, el aura oscura del mal combatía con el aura blanca de los generales.

Wonkal seguía siendo mejor que Noath en el combate con armas. Entonces las hojas colisionaron y el mago de A'lkium en una improvisada maniobra agarró a Wonkal y lo atrajo hasta él. Todo ocurrió con la rapidez del rayo. Noath se disolvió arrastrando a su oponente a un estado de brumas. El humo se extendió al tiempo que dos formas incorpóreas se mezclaban danzando en el aire. Tal como pasó, volvió a ocurrir, la aparición de los cuerpos fue repentino y uno cayó inerte sobre la roca. Wonkal no se volvió para mirar al caído, cogió su espada y acudió al lado de Kelj.

EL CUARTO MAGO. LIBRO III. MAGOS DE FUEGOWhere stories live. Discover now