Capítulo ocho - Último beso

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Estaba Beatles junto a Craig en una tienda de electrónicos. La chica estaba cumpliendo con lo que le había dicho a Semine, de una u otra forma debían comunicarse. Beatles no conocía la magnitud de las consecuencias de sus acciones dentro de la vida de Semine, para ella Hada Schultz solo era una madre extraña con graves problemas de control hacia su hija.

—Son 160€ euros —dijo la vendedora mientras metía el teléfono en una bolsa de papel.

Le extendió el dinero y tomó su compra. Había decidido no comprar un móvil demasiado caro, después de todo, solo era para poder mensajearse con Semine.

Salieron de la tienda y se dirigieron a sus respectivas casas. Cuando Beatles llegó a su morada continuó pensando en cómo conseguir el permiso de Hada para que Semine pudiera visitar su casa y hacer el dichoso proyecto. Tendrían una semana para llevarlo a cabo, se habían tardado demasiado en ponerle atención, pero ahora era el momento justo.

Pasó la noche en vela pensando en las palabras correctas para encarar a la madre de Semine, pero nada llegaba. Su mente estaba en blanco. No fue sino hasta el día siguiente en que pensó buscar a Semine en el colegio, por más que la veía Semine escapaba de ella. En su rostro se notaba el temor, la tristeza y eso a Beatles le estrujaba el corazón. Semine continuaba vistiendo ropa que cubría gran parte de su cuerpo, pantalones largos y suéteres con cuello alto, incluso si hacia calor.

Buscó entonces a Agna, quien se encontraba en una de las áreas de recreación junto a Alexander, ambos reían y a Beatles le pareció extraño el hecho de que Semine no estuviera con ellos. Ella era popular, y normalmente en el colegio hablaba con más personas además de Agna y Alexander, pero estos eran sus compinches a quienes nunca dejaba, pero no estaba ahí con ellos y Beatles no sabía en dónde encontrarla. Se acercó al dúo y habló:

—Hola.

—Hola, Beatles —dijeron al unisonó.

Ella sacó entonces una caja de su mochila, era el celular.

—Le dije a Semine que le conseguiría uno. Ya tiene mi número registrado y también le pasé todas las fotos de nuestro viaje. Por favor, dáselo.

Agna sonrió. Si había algo que notaba en Beatles era su verdadero amor hacia Semine, era demasiado valiente, buscaba la forma de estar junto a su amada incluso si había obstáculos en el camino y este obstáculo era mucho más grande de lo que ellas pensaban.

Al llegar a casa ese mismo día, triste y cabizbaja por no haber hablado con su novia en todo el día, Beatles se arrojó a la cama con melancolía recordando todos los momentos lindos que habían vivido en aquel viaje. Lo feliz que estaba Semine y lo unidas que eran. Y ahora, todo parecía ponerse cada vez peor. Semine continuaba paranoica, con demasiado miedo como para romper nuevamente las reglas de su madre; pero Beatles lo entendía, o al menos intentaba comprenderlo. Cayó dormida durante la tarde mientras esperaba algún mensaje de Semine.

Se encontraba en la bañera acariciando los golpes en sus piernas, contenía las ganas de llorar pues de esa forma creía que podía ser fuerte. Cerró los ojos y soltó un suspiro. Semine continuaba sintiendo dolor en su cuerpo incluso si habían pasado algunos días desde que Hada la había castigado. Mas que dolor físico, le dolía el alma, su madre, la mujer con la que se supone debía contar en todo, que la apoyaría y guiaría en la vida, no era ni la sombra de aquello. Para Semine, su madre era como los monstruos que se esconden bajo las camas, estaba ahí, escondida, para los ojos de los demás aquel monstruo no existía, no era más que una mujer devota; en casa, era aquel monstruo que no dejaba a Semine por las noches, que hacía que sus piernas temblaran de terror y le obligaba a tener pensamientos tan malos que sentía la necesidad que disculparse con Dios.

Alguien como Semine (Borrador)Where stories live. Discover now