6- Mi Sultana.

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—Quiero que seas mi Sultana.

Observo al sultán luego de que dice esas palabras. Estamos acostados en su cama, yo con mi cabeza en su regazo y él acariciando de manera suave todo mi cabello, apenas aplicando presión en cada lugar que sus dedos tocaban. El sultan era tan gentil conmigo que a veces mi mente vagaba y me encontraba a mí mismo pensando cosas que no podrían ser.

Analizo sus palabras y siento una presión en mi cabeza, la cual reconozco como una migraña. Una vez termino de procesar lo que acaba de decir el Sultán, soy incapaz de contenerme.

—¡No digas tonterías!— suelto con un chillido.

Oigo a las sirvientas jadear desde sus puestos en la puerta. Hasta yo me sorprendo por la palabras que acaban de salir de mis labios. Observo al sultán esperando que me regañe o golpee, pero no lo hace.

Él se ríe.

A carcajadas.

—¡Finalmente me hablas como alguien normal, Matías!— exclama el sultán con una gran sonrisa.

Sus manos siguen recorriendo mi cabello gentilmente mientras yo trato de procesar las palabra que el sultán acaba de pronunciar. Ni siquiera parece ligeramente irritado por mi exabrupto, en su lugar parecía bastante entretenido. Esa era otra de las actitudes que no entendía del sultán. Le gustaba ser tratado mal. Al menos por mi, pues lo he visto regañar a algunas sirvientes por cosas tan simples como sujetar una taza del modo incorrecto.

Sé que debe ver mi confusión, porque tras unos minutos de acariciar mi cabello el sultán ordena a las sirvientes que se retiren. Nos deja solos.

—Dime lo que piensas.

Es una orden que no debo ignorar.

—Mi sultán, yo creo que no es una buena idea hacerme Sultana.

—¿Entonces dices que yo, el sultán, estoy equivocado?— pregunta.

Me detengo antes de hablar. No sé qué respuesta le parecerá mejor.

—No me atrevo a decir eso— termino murmurando con una mueca.

El sultán hace un sonido que me parece de fastidio. Sus manos abandonan mi cabello y el instinto me dice que debo levantarme para no incomodar al sultán.

No sé si estará molesto, pero prefiero no arriesgarme. Aunque el sultán es bueno sigue siendo un hombre. Tengo la certeza de que en algún momento empezara a actuar como mi amo. Pero no me quejo porque eso es lo que merezco por haber nacido Omega. Merezco cada insulto, cada golpe y cada abuso. Para eso existo, para satisfacer hasta los más oscuros deseos de mi amo.

El sultán me observa ahora que estoy sentado. Siento sus ojos en mi rostro. En mi cuello. En mi pecho. Finalmente su mirada cae sobre su abdomen y siento un cosquilleo en lo profundo de mi ser que me hace sonrojar.

Él es tan cálido.

—Te haré mi Sultana. No quiero objeciones.

Cierro los ojos y duermo cuando el sultán empieza a soltar feromonas. Me tranquiliza tanto que caigo en un sueño profundo del que me es imposible despertar.

Tan cálido…

~~∆~~

Al día siguiente, cometo el error de asumir que el sultán no hablaba en serio. Me despierto como es normal, me baño, me visto y salgo a desayunar igual que todos los días. Y sin embargo algo es diferente ese día, porque todos los que me ven se detienen a murmurar y señalar. Siento más miradas de lo normal y no lo entiendo hasta que encuentro a dos eunucos y tres doncellas esperando en mis aposentos con una bellísima diadema de esmeraldas.

Vendido Al Sultán. (BL)Where stories live. Discover now