12- El Sultán.

1.2K 128 3
                                    

Su Majestad, el Sultán Ahmed III

Cuando me convertí en Sultán hubo una gran celebración. Todos estuvieron de acuerdo con que yo era la mejor opción y ascendí al trono unas semanas después de la muerte de mi padre. Mis hermanos fueron asesinados, como estipula la ley, tan pronto yo convertí en Sultán. No me dolió porque ellos habrían hecho lo mismo si fueran el sultán.

Mi madre no podía estar más feliz. Mahireen estaba alegre. Pero a mí no me parecía tan emocionante ser el Sultán. Mi trabajo consistía únicamente en dar órdenes y esperar que se cumplieran, todo desde mi lujoso trono que cada día se me iba haciendo más pesado. La corona en mi cabeza me daba jaquecas. Y que mi madre intentara hacer que nombrara Sultán a Mahireen era solo otro dolor de cabeza que pretendía ignorar.

Como era la tradición, le ordené a todos mis consejeros que buscaran omegas y mujeres para mí harén. Aunque sabia que nadie me iba interesar, quería continuar la tradición para evitar conflictos con las leyes. Durante todo un mes recibí a concubina y las acepte solo si era comunes, no una serpiente venenosa como Mahireen o mi madre. No quería tener que preocuparme por algún desastre en el harén.

Luego llegó él.

Con su cabello de fuego y sus ojos de esmeralda, aquel omega me hechizó desde el momento en que mis ojos tuvieron la dicha de verlo. Él era exquisito. Lo quería. Cada parte de mi instinto me decía que lo marcara como mío y lo hiciera mi esposa. Sin embargo no lo hice, porque eso sería demasiado impropio de un sultán. Lo que sí hice fue ordenar que lo prepararan para mí esa noche.

El Omega era hermoso, pero estaba dañado. Bajo esas hermosas esmeraldas se escondía un temor profundo, así como una resignación que me hizo dudar al momento de tocarlo. Aún así le hice el amor, como nunca antes lo había hecho con un Omega, solo para demostrarle que en mis brazos estaría a salvo. Quería que él disfrutara y que susurrara mi nombre en medio del éxtasis.

Tomó un tiempo.

Poco a poco, con la mayor paciencia, logré derrumbar todos esos muros que tenía Matías. Mi lindo Matías, a quien haría mi esposa cuando fuera el momento.

Mi vida entera se la daría a Matías de ser necesario.

Sé que mi Sultana no se dejará intimidar fácilmente ahora que su verdadera alma está empezando a salir. Ya no es un esclavo que se acobarda. Es una Sultana.

Matías permanece en mis pensamientos durante todo el viaje. Mientras voy en el caballo, mientras como, mientras converso con mis amigos del País de las Rosas, mientras duermo. Cada vez que me descuido, la imagen de sus cabellos rojos como la sangre y sus ojos verdes más brillantes que cualquier esmeralda me sigue. Quiero fingir que solo es una concubina, porque sé que su vida correrá riesgo si alguien llega a saber todo lo que significa para mí. Mi dulce, dulce Matías, cómo anhelo la dulzura de sus labios.

Han pasado seis meses desde que abandoné el palacio bajo el pretexto de ir a comerciar en el País de las Rosas. Lo que en realidad pasa es mucho más oscuro: hay un grupo de contrabandistas que vende esclavos omegas, iguales a mi hermoso Matías. Nunca me importó mucho la esclavitud porque así fui criado. Yo era un Sultán y los esclavos no debían ser de mi interés. Así pensé hasta que conocí a mi adorado Matías.

Cuando lo ví, aterrado por tener un orgasmo en mi cama, supe que algo terrible le había sucedido en su vida como esclavo. La manera en la que se cubría de terror ante asuntos tan simples me rompía el corazón. Y ver sus ojitos llenos de resignación era como si una daga se clavara en mi pecho. Conocerlo me hizo darme cuenta de que el imperio debía cambiar sus leyes y solo podía empezar en la capital del comercio.

Vendido Al Sultán. (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora