Capítulo veintiséis - Reconciliación

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Eran las seis de la tarde. Alexandra se encontraba en la vieja estación de servicio, esperando a Bruno para aclarar las cosas. Pateaba el suelo de la azotea, levantando un poco de tierra mientras bostezaba y se replanteaba seriamente la decisión que había tomado de estar allí.

Escuchó los pasos de alguien subir por las viejas escaleras. Por su respiración y el latido de su corazón, inmediatamente supo que el castaño había llegado. Ella se sentó en un borde de la azotea.

–Hola –saludó el chico apenas la vió.

Alexandra no respondió, lo miró unos segundos mientras él se acercaba, para luego observar la ciudad. El chico se sentó a su lado.

–Estuviste en mi casa el otro día –comentó luego de unos minutos de incómodo silencio. La chica se giró con los ojos entrecerrados hacia él–. Ye tenías el cabello verde.

–Creí que lo había soñado o algo así... –dijo ella sin darle importancia. Miró nuevamente la ciudad, apreciando los colores cálidos que el cielo comenzaba a tomar–. Estos días han sido una locura... y te hubiera contado todo si no te hubieras alejado así como así –agregó con desánimo, sin mirarlo.

–No quise alejarme –murmuró con sinceridad. Silencio nuevamente–. Yo no-no sabía que tocabas tan bien el piano –agregó nervioso.

–Bueno... la verdad hace mucho no lo tocaba. Luego que mi madre se fue, cada vez que me siento frente a un piano, me acuerdo de ella –dijo la chica sin ánimos.

–¿Por qué... por qué nunca me hablaste de ella? –quiso saber el chico.

–No tengo muchos recuerdos madre e hija la verdad –se encogió de hombros y frunció los labios. El silencio se hizo presente otra vez.

–Verónica fue hasta mi casa la noche del sábado... dijo que me daría una paliza si te lastimaba –río por lo bajo el castaño–, y que era un menos veinte.

La chica lo miró rápidamente con una media sonrisa que borró casi en el mismo momento. Elevó los hombros. Supo entonces que la pelirroja les había mentido cuando dijo que quería salir a tomar aire, aunque el hecho de saber que la había defendido de aquella manera le daba cierto tipo de confort. La imagen de Bruno muerto de miedo ante Verónica llegó a su mente, y no pudo evitar reír suavemente ante aquella graciosa -para ella- situación.

Nuevamente se vieron envueltos en ese silencio incómodo, donde evitaban hacer contacto visual y observaban su alrededor.

–Podemos... ir al punto de una vez –pidió Alexandra sería, girando hacia Bruno.

Este suspiró y con pesadez dijo: –Aidan.

–¿Qué? –cuestionó ella sin comprender.

–Él-él dijo que si no me alejaba de ti, le diría a todos quien eres –dijo rápidamente y tragó con fuerza. Alexandra lo miraba con el ceño fruncido, intentando comprender aquello–. Lo último que quería era alejarme pero... no iba a dejar que te delatara.

La chica de cabello verde perdió su vista en un punto fijo, mientras acomodaba todo en su mente. Lo que su "amigo" le acababa de decir no tenía ni un poco de sentido... aunque tal vez no mentía. Recordó todas las veces que su sexto sentido le indicó que el adolescente de cabello azul no era de confiar. De todas maneras, se le hacía estúpido e incoherente aquello.

–¿Y qué lograría con alejarnos? –preguntó un poco sarcástica aún mirando el suelo.

–É-él tiene sentimientos... por mi –dijo el castaño lo último con dificultad y casi susurrando. La joven abrió los ojos desconcertada tras esa revelación–. Perdió la cabeza. Sabe todo lo que hago y dejo de hacer con tal de que no me acerque a ti.

–Eso es... –«lo más estúpido que haz dicho, y vaya que haz dicho estupideces», pensó, pero se detuvo antes de decirlo en voz alta. Frotó su frente–. ¿Y qué haces aquí entonces?

–Le dije que iría a la casa del profesor Owen porqué tenía dudas sobre una actividad... y luego iría por helado –Bruno agregó lo ultimo como si fuera una broma. Ella lo miró unos segundos y luego negó con resignación–. No es lo único que debo decirte –cambió de tema rápidamente e hizo una pausa dramática–. Estuve investigando sobre una flor que no es de la Tierra... se llama Alaclitous –Alexandra no pudo evitar reír al escuchar aquel nombre tan ridículo. El chico puso los ojos en blanco y prosiguió mientras movía las manos ante la explicación: –. Proviene de un lugar en el espacio... no un planeta, sino una especie de estación flotante...

–Okey, bien –lo interrumpió la muchacha molesta deteniendo el brazo de él en el aire–. Dime de una vez qué tiene que ver eso conmigo –exigió soltando el brazo.

–¿Recuerdas la vez que analizamos tus genes? –preguntó él. Ella asintió en respuesta–. La estructura molecular y celular de esta planta, es muy similar a la tuya.

–¿Dices que... soy una especie de extraterrestre? –cuestionó arrugando un poco la nariz. El castaño asintió–. ¡Eso es absurdo! –exclamó levantándose.

–Claro que no – él imitó su acción–. Eso explicaría lo de tu súper fuerza... Mira, la planta le brinda "habilidades" a quienes la tocan... súper fuerza, factor curativo, habilidades telepáticas –enumeró–. La única desventaja es que los efectos duran solo un par de horas.

Alexandra se dió cuanta de que todo coincidía con lo que le estaba pasando desde hace unos días. Aunque habían cosas que todavía no encajaban del todo.

–Mi cabello se volvió verde solo –expresó rápidamente jugando con sus manos de forma nerviosa.

–¿Qué? –preguntó Bruno con el ceño fruncido.

–El sábado amanecí con el cabello así, y desde entonces... no lo sé, puedo entender a los animales, escuchar cosas que están a cuadras de mi... mis reflejos son increíbles... puedo encontrar a personas con mi mente –comentó con rapidez sin poder creérselo completamente ni ella misma. Colocó sus manos en las caderas mientras miraba al suelo–. Creo que por eso me viste en tu casa –agregó con sinceridad y frustración a la vez. Bruno sonrió al saber que ella había estado pensando en él, de otra manera no lo hubiera encontrado. Ella levantó los brazos al cielo y cerró los ojos con fuerza, como si estuviera pidiendo algo de paciencia–. Es una locura.

El chico pasó una mano por su nuca. No sabía exactamente qué decir o hacer. Ella hubiera deseado poder contarle todo lo que estaba ocurriendo.

–Tengo un gato... se llama Bucky –murmuró la chica.

–¿Un gato? –preguntó un poco confundido Bruno con una sonrisa, dando un paso hacia adelante.

–Dijo que quería adoptarme, y ahora duerme conmigo –contestó la más baja imitando su acción.

Ambos se acercaron de a poco, con algo de duda y nervios. Se miraron unos segundos sin poder evitar sonreír. Extrañaban estar cerca uno del otro.

–Entonces... ahora que sabes la verdad, ¿estamos bien?

Alexandra sin pensarlo demasiado, abrazó al castaño en respuesta a su pregunta. Él correspondió su abrazo en el mismo momento.

–Te extrañé, idiota –murmuró ella unos segundos después en su pecho, llenando sus pulmones con el perfume del chico.

–También te extrañé –dijo él con sinceridad luego de una risilla.

–¿Hablaremos de lo que ocurrió hoy? –cuestionó la muchacha al separarse, con un poco de picardía en su voz. El más alto supo que se refería a lo ocurrido en el baño.

Antes de responder, el celular de Bruno sonó. Era una llamada de Eric. Al atender, el castaño se excusó por su tardanza diciendo que el profesor de física no dejaba de hablarle sobre su vida, y que en ese preciso momento se estaba dirigiendo a comprar el helado.

–Resolveremos todo esto ¿si? –intentó animar a la chica. Ella asintió algo desanimada y él le dió un beso en la comisura de los labios antes de irse casi corriendo.

Súper fuerte | Bruno CarrelliWhere stories live. Discover now