Katsuki recibe cartas en su casillero de parte de su acosador.
Al principio no le da importancia, pues cree ciegamente que se trata de un idiota tratando de jugarle una broma.
Pero llega a su límite cuando las cartas insinúan cosas que hacen confu...
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Ansioso.
Así es como se siente.
Sus manos pican y no puede evitar mover la pierna constantemente, provocando un sonido algo irritante para sus propios oídos.
Izuku ve atento aquellos actos, muerde su uña y suelta una maldición por lo bajo. Ver a Katsuki de esa manera no le gusta, odia verlo así, lo enferma.
Katsuki debería estar con su ego de siempre, mostrándose atento a clases para siempre salir en primer lugar y mínimo insultar al pobre diablo que se siente a sus laterales.
No debería verse decaído, demacrado, con bolsas verdes mezcladas con morado debajo de sus hermosos ojos, sus labios resecos y la mirada decaída.
— Entonces quedaremos en eso. Los trabajos pueden ser de dos hasta mínimo cuatro integrantes. No más ni menos.
Aizawa gruñe cansado y sale del lugar con documentos en manos. Los alumnos no tardan en reunirse para ver con quién harán el trabajo.
Mina, Denki, Hanta y Eijiro deciden hacerlo juntos.
Katsuki ve aquello y rueda los ojos, está demasiado cansado como para irritarse por eso. Hace un tiempo ellos hubieran corrido a su lado, pero ahora extrañamente parecían pasar de largo ante su presencia.
Solo Eijiro era el que buscaba hablarle y preguntarle cómo estaba. Si comió, durmió o si necesitaba algo.
Eijiro era el único que aún se mantenía a su lado, por más que el le dijera que no se meta y se preocupe por si mismo.
— Kacchan, ¿quieres hacer el trabajo conmigo?
Los orbes verdes hacen contacto con los suyos, con esa típica sonrisa amable y mejillas infladas por esa acción.
— Tsk, no me interesa.
Alza los hombros y después se cruza de brazos contra la mesa, hundiendo su cabeza entre ellos. Aún siente la mirada de Izuku sobre el, y no puede evitar temblar ante ella porque es igual que la que lo acecha en todos los lugares a los que va.
— Deja de mirarme... — musita, y entonces sus ojos pican con intensidad. Las lágrimas se acumulan en sus ojos y vuelve a morder su labio para evitar soltar un ruido vergonzoso.
— Oh, lo lamento... Entonces, ¿en tu habitación?
El rubio lo piensa y niega con la cabeza, no quiere que Izuku vuelva a entrar a su habitación. Es, de una manera extraña, vergonzoso y raro que el entre de nuevo.
— No. No se puede. En la tuya está bien, a las tres.
Al peliverde no le da tiempo de poder negarse, pues el rubio se levanta de golpe y sale del salón murmurando incoherencias.
— Mierda.
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Que lo que tú kiere turra loca Quiere ver-ga? O quiere ver-gota?