Epílogo

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«Tengo muchos libros favoritos... Las historias de papá son asombrosas pero a veces me aterran bastante. Es como si hubiera retratado su visión del mundo y mediante sus libros esperaba que alguien pudiera entender su perspectiva.
Quizás me hacía leerlos para crecer con miedo a lo que me rodeaba, pero la verdad es que algunos libros que leía contrastaban la visión oscura que él quería darme.

Para calmarme por las noches, cuando papá dormía embriagado escribiendo y yo padecía de insomnio, mi mamá solía leerme las historias de su amigo, Evans Grimm.
Estaban tan llenos de escenarios tan bonitos, era lo que prefería creer del mundo exterior...
Mis padres nunca quisieron contarme mucho sobre él, a pesar de que era un gran amigo de ambos. Ni siquiera me dijeron cómo era o cómo había muerto. Supongo que era muy doloroso como para recordar.

Dicen que recordar es vivir, pero hay veces en la que la vida se vuelve dolorosa, es por eso mejor enterrar esos recuerdos, es lo que he oído decir.
Siento que si tal vez hubiera muerto después, lo hubiera podido conocer y quizás mis padres y yo no hubiésemos vivido tan solitarios. »

—Siéntate bien, no estés moviéndote. El tren está por avanzar.
—Sí, tía...
El gran estruendo de la campana del tren comenzó a sonar mientras el pequeño sentía como la cabina en la que estaba con su tía comenzaba a moverse hacia delante.
Algunas personas que estaban en la estación se despedían de algunos otros pasajeros que venían a bordo.
Allen asomó un poco su cabeza afuera de la ventana del tren y trató de ubicar a Lewis, Annie o alguno de los oficiales, pero ninguno estaba presente.

—¿Ves a Annie, abuelito? —preguntó Allen al peluche que llevaba sentado en sus piernas, pero había asomado su rostro de tela a la ventana junto a él. Stephen asintió negativamente con cuidado, para no ser visto por nadie más.

Era de esperarse que nadie estuviera presente en la estación, con el desastre que había en la ciudad y la mano dura del "jefe" Schmidt no habría tiempo para una despedida formal... Elise jaló de las ropas al pequeño metiéndolo inmediatamente.

—¿Qué acabo de decirte? ¡Siéntate bien!
El pequeño no respondió, sólo se portó obediente para evitar que su tía le llamase la atención de nuevo...

«De hecho, con las palabras de mi tía veía mucha semejanza con las enseñanzas de mi padre.
Mientras el tren viajaba rumbo a Umbertown, recordé uno de mis libros favoritos: Los mil viajes de Mary, escrito por Evans Grimm.

Mary era una princesa que había nacido con el don de la creación: ¡Podía crear cosas como magia usando sus manos! Esas cosas podían ayudar a personas con las que encontraba en sus viajes, a quienes les terminaba tomando mucho cariño.

Su familia, los reyes, la mantenía encerrada cumpliendo todos sus caprichos, hasta que un día Mary logra escapar y viajar por el mundo, ayudando a quienes lo necesiten.

Me sentía muy identificado con ella, quería un día escapar de mi hogar y viajar muy lejos, conocer cada rincón del mundo y hacer grandes amigos.

Pero el mundo real es peligroso, los pocos amigos que pude hacer en Nethertown me hablaban de lo peligroso que era todo, los monstruos de cadáveres causaron muchas muertes y daños, los brujos siguieron fugitivos y Lewis me decía que no podía confiar en nadie, y...

Lewis... él tenía razón, aún cuando confié en él, todo resultó una mentira.
¿Incluso las personas buenas pueden mentirte? ¿Eso quiere decir que mis padres también pudieron mentirme todo este tiempo? No soy tan grande como para vivir por mi cuenta, si no puedo confiar en quienes más quería, ¿entonces qué puedo hacer?»

Imperceptiblemente, las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos del niño.
—Ay no... No llores, no es para tanto. —Elise sacó de su manga un pañuelo de tela y se lo dio a su sobrino, quien rápidamente comenzó a secar sus ojos.
—Tía Elise, ¿Alguna vez alguien te mintió?
—¿Mentir? Todo el mundo miente...
—Pero... Alguien, ¿Alguien que creías que era bueno pero resultó no ser tan bueno?

Elise cerró los ojos y suspiró en molestia, se sentía nostálgica con esa pregunta que la llevaba a viejos rincones de sus recuerdos..
—Cada persona que he conocido en mi vida, incluso yo les he mentido. Pero la diferencia es que yo siempre estoy en lo correcto.
—¿Y confías en ti misma?
—Sí, soy la única persona con la que cuento.

«Soy la única persona con la que cuento... Trataré de tener eso en mente.
No me importaría si la gente vuelve a pisotear mi confianza, mientras no me sienta solo estaré bien.
Incluso si no vuelvo jamás a Nethertown, espero algún día poder recordar todo esto sin llorar. No quiero ser como mis padres, dejando morir incluso los buenos recuerdos solo porque una parte fue dolorosa.

Prefiero volver a sentir todo eso a recordar ese tiempo sin sentir nada en esa vacía mansión. Incluso prefiero que todos me hubieran mentido a jamás haberlos conocido y haberme podrido dentro de las paredes de esa mansión... »

El tren se esfumaba junto con los pensamientos de Allen.
El gran viaje de su vida había comenzado, aunque el encuentro que marcó la vida de todos los que había conocido ya había sucedido. ¿Podrían volver a encontrarse?

A pesar de que todos habían cambiado en este viaje, terminaron en el mismo punto de partida, enfrentando sus peores miedos...

Un pequeño niño que desconocía el mundo, se aventuraba a un nuevo mundo que jamás había visto ahora desconociéndose a sí mismo...

Una joven solitaria que había escapado de las garras de la soledad se encontraba nuevamente atrapada, siendo incomprendida tras perder a todos sus amigos.

Un dechado justiciero cegado por su orgullo había sido humillado, despojado de todo aquello que le hacía sentirse importante, reducido a un engreído.

Y un joven irresponsable que en una noche consiguió tener a todo el mundo en su contra... 

Historias Injustas De Los MuertosWhere stories live. Discover now