Capítulo I: El crimen es de vivos y muertos

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Retirada de la ciudad de Nethertown, casi en las cercanías del bosque, estaba allí una apartada mansión.
Dentro de media hora, el reloj indicaría las tres de la madrugada y durante aquella gélida noche, los residentes de dicha mansión se preparaban para salir ocultos entre la penumbra.

Ahí vivía el retirado escritor, Edward Mortensen. Un hombre flemático y de pocas palabras, su cabello y bigote eran tan oscuros como el azabache de sus ojos muertos.
Incluso con su frialdad, Edward aceptó en su corazón a una mujer, Leonora, a quién arrastró consigo a una vida solitaria.

Leonora había trabajado unos cuantos años como maestra, siendo una mujer muy inteligente y comprensiva, de larga melena cobriza.
A menudo estaba vistiendo un largo vestido color vino el cual encajaba con el color de sus labios.

Podrían catalogarse como un matrimonio relativamente joven, estaban casados desde hace once años, y sin importar que, el apoyo era mutuo entre ambos.

Edward podía sentir un gran vacío en lo más profundo de su corazón, vacío que fue causado por una pérdida importante para él.
Y desde aquella fatídica noche, el escritor le rendía tributo una vez al mes. No obstante, de cada doce tributos, siempre hay uno en el cual la visita es especial...

Él bajaba las escaleras de la mansión junto con su esposa, hasta que notó que su amada se detuvo, y dirigió una mirada nostálgica a las habitaciones de arriba.

—Estará bien, debemos irnos ya, Leonora.
—Ya lo sé amor, pero no deja de preocuparme... ¿Quién cuidará de él? —Asustada, la mujer comenzó a crear más preocupaciones por si sola.
—Últimamente, la ciudad ha tenido muchos crímenes involucrados con la magia y a dónde vamos, es un punto recurrente de esos estúpidos brujos ¿Y si un día no volvemos a casa? —añadió llena de ansiedad, casi a punto de negarse a realizar el viaje.

Edward abrazó tiernamente a su esposa y acarició suavemente su cabello, buscando así tranquilizarla. En una voz cálida y serena, le dijo que todo saldría bien como todos los meses.

—Debemos irnos ya, recuerda que a los muertos no les gusta ser olvidados...

Y así, ambos salieron de su lúgubre hogar y abordaron su pequeño auto negro, conduciendo camino al cementerio para visitar a aquella importante pérdida.

Y así, ambos salieron de su lúgubre hogar y abordaron su pequeño auto negro, conduciendo camino al cementerio para visitar a aquella importante pérdida

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Durante el abismo nocturno, muchos insolentes salen a vagar libremente para cometer actos deplorables. Los hay de todo tipo: embriagados que salen de los bares, los asaltantantes, los brujos... pero, los peores eran los fantasmas, aquellos que atacaban incluso a la persona más indefensa. 

No obstante, la vida nocturna no estaba siempre plagada de despiadados individuos, era también perfecta para los justicieros que se escondían en las sombras, los cazatesoros.

Escondido entre las profundidades del bosque, estaba una pequeña cabaña, sin embargo era espaciosa por dentro pues en ella, se reunían un grupo de cazatesoros cada noche.

Historias Injustas De Los MuertosWhere stories live. Discover now