II

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Número 12 de Grimmauld Place. Principio del año 2006.

Decir que Draco era feliz, era una etiqueta muy pobre para nombrar la inmensidad que sentía su corazón y todo su ser por Harry.

Su amor iba más allá de todo razonamiento lógico. Inexplicable en los momentos que Harry dejaba de ser un buen amante para convertirse en su compañero, en su pilar. Y Draco sabía que encontrar a alguien con ese tipo de balance, era difícil sino también improbable.

Sin embargo, ahí estaba la prueba de su suerte. Harry, el buscador sexi, estrella de los Puddlemere, preparando un excéntrico desayuno para la visita de sus suegros, los Malfoy, que habían aceptado, –no de buenas a primeras–, la relación de su único hijo con el joven al que ellos odiaron durante mucho tiempo.
Fue Lucius quien se mostró más reticente ante la elección de Draco. Pero Harry con su infinita paciencia supo demostrarle al orgulloso hombre cuánto amaba a su hijo. Fue un trabajo de hormiga, que cuando dió resultado, era Lucius quien estaba más encantado con Harry que cualquier otro fan del mundo mágico.

***

—¿Crees que a tu papá gusten los omelettes con queso de cabra? —bien. Draco no pudo reprimir su risa burlona—. ¿Podrías decirme qué es lo gracioso?

Harry tenía puesto un ridículo delantal verde con el escudo de Slytherin en el centro –regalo de Narcisa– con la espátula en mano y mirando a Draco con fingida molestia.

—No puedo creer en que punto mi padre se ha convertido en objeto de tu nerviosismo. —dijo Draco sin dejar de sonreír.

—Okey… te burlas porque no estás de este lado.

—Harry… —Draco se acercó hasta la mesada y abrazó a su novio por la espalda mientras él cortaba el ciboullete—... Sabes que no soy quién ha puesto tantas excusas para un simple almuerzo en la madriguera.

—Lo sé. No te estoy culpando. Pero llevamos más de cuatro años de relación y no puedo entender cómo aún no lo superan. —pensar en las tantas disculpas de los Weasley para no recibir a Draco, le hacían replantearse ciertas cosas—. Se que para ellos fue difícil saber primero de mi orientación y luego enterarse de nuestro noviazgo, pero estamos a punto de dar un gran paso y ellos siguen con esa actitud.

—Quizás sólo deberíamos esperar un poco más —a Draco no le atraía tanto la idea de rogar por la aceptación de nadie, pero la estabilidad de Harry estaba en juego ahí y por él iría hasta el final. 

—Yo creo que deberíamos aparecer de sorpresa, que no les quede más remedio que aceptar nuestra relación.

Draco sabía que eso no era una buena idea, pero no dijo nada, cómo siempre que hablaban de los Weasley. Dejó a Harry volar su imaginación y plantearse un escenario que podría ser un completo desastre.

Entonces, la segunda grieta empezó la tarde que Harry apareció en el cumpleaños de la señora Weasley de la mano con Draco.

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Segunda analepsis. Año 2003.

Cómo iba a explicar que lo que tenía con Draco desde hace un año, era real y no un capricho o un supuesto hechizo de amor.

—¿De todas las personas que hay en el mundo, te vienes a meter justo con Malfoy? —bramó Ron. Él podía aceptar que su mejor amigo tuviera sus preferencias, pero ¿Malfoy?. Eso sí que le parecía un chiste de mal gusto.

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