Capítulo 51: Abrupto despertar

15 2 0
                                    


Con el dinero compraron ropa, capas gruesas y calzado nuevo para quienes más lo necesitaban. Yashi y Mizu adaptaron las prendas y Karen aprendió a coser con ellos, arreglando de a poco su vestido Aniquilación, dándole un aspecto más de su gusto y decorándolo con un bordado de rosas.

En las salidas los acompañó Clavel para conocer la ciudad, dado que Ban ya no requería de su instrucción y podía pescar solo, tuviera o no la paciencia. Se envolvió la cabeza con una tela, igual a su disfraz de Jryverak porque la hacía sentir cómoda y dejó que la guiaran. El trabajo de los artesanos la fascinó: ver cómo el talento fluía por sus manos y cuerpo parecía magia.

En uno de los paseos quedó atrapada por el ritmo acompasado de los enormes telares; el roce de los hilos, el golpe de las tablas y palancas eran una melodía que apaciguaba sus sentidos. Buscó un taller donde aceptaran enseñarle.

En cuanto a Ban, prefirió la costa a los arroyos. Tenía más con qué distraerse y cosas interesantes para descubrir. A veces, pescando, caían octópodos que iban tras su presa, los que no le daba asco agarrar porque eran como criaturas oscuras inofensivas. Con ellas Mizu demostró cuán fuerte era su voluntad de no dar pie atrás.

Una mañana el chico conoció a un joven llamado Varua que iba por el camino de la costa, quien le enseñó a mariscar en el acantilado más al oeste, un área rica en moluscos. Después de unas semanas lo presentó a sus jefes en el puerto, pensando que podría interesarle el trabajo en alta mar.

Antes de aceptar cualquier oferta lo comentó al grupo y Dono no tardó en ponerlo a prueba para verificar su condición física. Aunque todavía le faltaba para recuperarse, estaba bien y dentro de lo normal, y en vista de su determinación cedió. Mizu le preparaba meriendas en secreto para que llevase y a su regreso lo esperaba siempre con un plato de comida caliente, fuera media tarde o bien de noche.

En una ocasión, llegó tan exhausto que se fue derecho a la cama, pero lo despertó Furan cantando a todo pulmón; se la pudo escuchar venir por la escalera de piedra.

Un trovador estuvo en la avenida del mercado y su canción se le quedó pegada. Relataba las desventuras de un hombre de ciencia, quien iba a las tierras foráneas a desenterrar tesoros pasados, pero que encontraba cualquier cosa menos lo que buscaba, en un tira y afloja de suspenso y humor.

Inspirada, hizo algo parecido con las leyendas de terreno Neutral que anotó su libreta nueva, como narraciones y a la hora de almuerzo dejaba de atender mesas para contar una historia. La gente que paseaba por la avenida se quedaba escuchando en la entrada y cuando el relato era muy largo, varios pasaban a sentarse.

A veces Yashi la oía desde afuera, cuando vendía en la feria. Se instalaba con Itte y cuidaban de que el boticario no lo viese. La anciana negaba saber del chico y le repetía al hombre que se perdió por su culpa. Le divertía mortificarlo.

Lentamente los recuerdos de Tierra se volvieron algo cercano. Se juntaban con experiencias propias y situaciones cotidianas que manejaba por sí solo, más estando con Karen. Ahí las sensaciones eran intensas, pero nada aterrador que le hiciera perder el control. Disfrutaba la calidez que surgía de su compañía.

Le enseñó sobre medicinas y otras preparaciones, como jabones y pinturas. También las diferencias entre hilos, telas y propósitos de estas, además de distintos tipos de costuras. Con su guía terminó de modificar el vestido rojo, dándole mangas largas y faldones extra que lo hacían más cómodo para el cambio de estación.

En una ocasión, tras aprender un tratamiento con piedras calientes, no dudó en compartirlo con la pelirroja, convencido de que atraparía su interés y una mañana que Dono y Mizu salieron por frutas y más arroz, los aprendices pasaron hablando de guijarros y su composición mineral junto a la chimenea.

Archimago 6, Al final del viajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora