𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 10

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En mi antiguo colegio, los profesores siempre decoraban las aulas cuando llegaba Halloween. Se colocaban calabazas de plástico naranja en las ventanas para llenarlas de caramelos y barritas de chocolate, y las brujas de papel volaban por todas las paredes. Siempre me había parecido ridículo y jamás se me habría pasado por la cabeza que algún día lo echaría de menos.

No se colgaban adornos en Medianoche.

-Creen que las gárgolas ya dan bastante miedo -sugirió Raquel mientras comíamos en su dormitorio.

Recordé la que había al otro lado de la ventana de mi habitación y traté de imaginarla envuelta en lucecitas de colores.

-Sí, ya sé a qué te refieres. Cuando la escuela ya es una mazmorra espantosa, húmeda y oscura de por sí, sobran los adornos de Halloween.

-Qué lástima que no podamos montar una casa encantada. Para los niños pequeños de Riverton, digo. Podríamos adornarla para que diera mucho miedo y disfrazarnos de demonios un fin de semana. Algunos de estos estúpidos ni siquiera tendrían que esforzarse demasiado. Podríamos recaudar dinero para la escuela.

-No creo que la Academia Medianoche ande escasa de fondos.

-Bien, tienes razón -admitió-, pero tal vez podríamos recaudar dinero para la beneficencia. Como un teléfono de ayuda, o un teléfono de la esperanza o algo así. Supongo que a la gente de aquí le importa un pimiento la beneficencia, pero tal vez lo harían para ponerlo en sus solicitudes de ingreso universitarias. Todavía no he oído mencionar la universidad a ninguna de ellas, seguramente porque esas estúpidas brujas tendrán parientes en Harvard o en Yale, o en una de esas, pero de todos modos tendrán que rellenar la solicitud, así que tal vez aprueben la idea, ¿no?

Veía pasar las imágenes a toda velocidad en mi cabeza: telarañas en las escaleras, las risas demoníacas de los alumnos rebotando contra las paredes del vestíbulo principal e inocentes niños pequeños mirándolo todo con ojos desorbitados por el terror mientras Courtney o Vidette agitaban unas uñas largas y negras sobre sus cabezas.

-Aunque ya es un poco tarde, solo quedan dos semanas para Halloween. Tal vez el año que viene.

-Si el año que viene vuelvo a estar aquí, por favor, pégame un tiro - rezongó Raquel, dejándose caer en su cama-. Mis padres dicen que voy a tener que aguantarme, que para eso me saqué una beca, para venir aquí, y que si no ya sé lo que me toca: volver a mi antiguo instituto público con sus detectores de metales y olvidarme de obtener una titulación. Pero es que tengo este sitio atragantado.

Me rugieron las tripas. La ensalada de atún y las galletas saladas que Raquel y yo habíamos compartido apenas habían conseguido matar el hambre. Tendría que comer algo más en mi habitación, pero no quería que Raquel se enterara.

-Seguro que la cosa mejora.

-¿Lo crees de verdad?

-No.

Nos miramos sin decir nada y de pronto estallamos en carcajadas.

A medida que las risas fueron apagándose, empecé a oír unos gritos, aunque alejados, al otro lado del vestíbulo principal. Raquel se alojaba junto al pasadizo abovedado central que comunicaba los dormitorios con la zona de aulas, de donde me parecía que procedían los gritos.

-Eh, ¿oyes eso?

-Sí. -Raquel se enderezó para prestar atención, apoyándose en los codos-. Creo que es una pelea.

-¿Una pelea?

-Confía en una persona que antes iba al peor instituto público. Reconozco una pelea cuando la oigo.

Medianoche¹Where stories live. Discover now