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Se buscó un acceso al tesoro, entre días cálidos y húmedos. Y llegado el encuentro, los miembros del equipo se santiguaron mientras se adentraron al hipogeo situado entre los límites de Perú y Bolivia.

Aleister esperó en el hotel con equipo de investigación a cargo de Anaya, amiga de Lara. Su preocupación jovial le orilló a mostrarse claro y recto, porque la amaba: "Aún estás a tiempo de reconsiderar las cosas, recuerda que la vida da muchas vueltas. Pero sin importar lo que hagas, seguiré contigo". Lara adoró el consejo de la persona que amó, pero la altivez enturbió sus ojos. Y solo había un deseo en aquel momento.

En el equipo de campo que acompañó a Lara, estaban: Amanda, Jason, Sarah, Kent, Eva y Oscar. Mientras que Takamoto llevó cuatro escoltas. Ella los convenció de que Takamoto había financiado la expedición.

Lara esperó a que todos hubieran entrado al hipogeo y al verificar que no quedaba nadie afuera, y que todos se habían adentrado lo suficiente, cortó la única cuerda para que nadie pudiera salir. Se adentró a la penumbrosa cavidad siguiendo el algazara del equipo que la había dejado atrás.

Cuando encontró el cuerpo de Sarah supo que el sacrificio había comenzado, la carcomió ese remordimiento. Pero la incongruencia hizo acto de presencia y no hizo nada para detenerlo.

La victoria de aquellas personas se trenzó en terror. Y Lara avanzó entre gritos y lamentos, después de un buen rato encontró a Takamoto herido de un brazo al interior de una sala ceremonial.

—¿Qué pasó? —Preguntó Lara. Se negó a equipararse con él, pero no podía hacerlo y eso le molestaba.

—No se trata de un sacrifico cualquiera. El guardián es una bestia que está devorando la ofrenda, se detendrá cuando tenga a doce almas.

—Pero solo somos trece. —dijo ella. En la entrada de la sala identificó a Amanda, los había escuchado. Antes de que Lara pudiera intentar defenderse una negritud se apoderó de su visión pues Takamoto la noqueó.

Al despertar reconoció que Takamoto iba a dejarla como ofrenda y ella no estaba dispuesta a permitirlo. Buscó una salida entre los pasillos que se revelaron laberínticos, y una incertidumbre manifestada en el eco de los rugidos que proliferó la entidad guardiana.

Entonces, encontró a Amanda leyendo desesperada las inscripciones de un cristal incrustado en la pared de la sala a la que habían llegado, en la cual se mostraba una enorme puerta que intuyeron era la salida.

—¡Amanda! —expresó Lara. Sintió Paz al verla con vida.

—Creo que esta piedra sirve para abrir la puerta —externó aterrada. Ya no confiaba en Lara, pero pretendía hacerlo para no morir. Los rugidos de la entidad misteriosa y su caos se escuchaban a la vuelta de la esquina.

—No me convence, ¿segura que estas leyendo bien? —Preguntó desesperada.

—Esa cosa se nos viene encima ¿tienes una idea mejor? —chilló apresurándose para girar a verla.

—Puede que haya una trampa en la puerta —la psicosis volvía a Lara. Pero era parte de su instinto de supervivencia.

—Estamos atrapadas —comentó con la voz quebrada en miedo. La entidad dejó entre verse en el pasillo por el que había llegado Lara y se lanzó sobre esta.— ¡Oh Dios! —gritó aterrada y en respuesta a la desesperación retiró la piedra que mantuvo entre manos, provocando que la entidad se esfumara.

Lara se reincorporó pues se había hecho bolita, Amanda la había salvado. Las dos se miraron y antes de que pudieran hablar, todo se sacudió. Un derrumbe aunado a la inundación del lugar hizo acto de presencia, la trampa que Lara había predicho.

—¡Corre! —Gritó Lara.

Ambas corrieron velozmente a la puerta que efectivamente se había abierto para mostrar una salida. Hasta que una pila de escombro cayó sobre Amanda, su pierna había quedado atorada. Lara gritó su nombre, se había retractado y no podía dejarla. Cuando intentó acercarse para ayudarla, una reja de piedra y madera cayó ante ella, con todas sus fuerzas la sostuvo en manos antes de que le impidiera la salida del lugar a Amanda.

Esperó a que Amanda pudiera liberarse y salir por la reja que sostenía. Pero el agua les jugó en contra y continuó anegándose en la sala que rápidamente se inundó. Lara aguantó la respiración firmemente, creyendo que su amiga podría liberarse del escombro y salir pero más piedras cayeron sobre Amanda, dejándola sepultada.

El oxígeno de Lara estaba acabando, la presión del agua le presionaba cada vez más, y sumada a la sorpresa de ver el escombro sepultando a Amanda le impidieron mantenerse fuerte para sostener la reja. Forcejeo con los barrotes en un fallido intento de romperla y cuando se rindió, nadó a la salida.

Llegó mareada a la superficie donde se recuperó entre toses provocadas por la privación de oxígeno y la presión generada por el agua. A unos metros los tosidos de Takamoto que del mismo modo luchaba por componerse de lo acontecido, revelaron su ubicación. Eran los únicos que salieron.

Lo miró furiosa y se forzó a levantarse, como era más joven que él lo consiguió con rapidez. Y con las fuerzas que tuvo, pisó una de sus manos. Takamoto falló en hacerle frente a la fuerza de la pierna de Lara, no podía liberarse y luchaba por recuperar el aire. A Lara no le importó su sufrimiento.

—Me ofreciste como tributo —dijo apuntandole a la frente con una pistola.

—Lara necesito ese tesoro...

—También yo. Voy a matarte aquí ahora mismo

—¡No! —gritó, Lara advirtió que la muerte era su mayor temor.

—Si no lo hago Jhonson va a quitarme todo lo que he conseguido.

—No lo hará —comentó procurando ignorar el dolor.— también quiere quitarme lo mío. No nos quitará nada si le hacemos creer que nada de esto pasó y que encontramos el lugar inundado, solos debemos pedirle tiempo. —La indecisión de Lara le aterró— No lo hagas porfavor, te lo ruego.

—Hazlo. —exigió.

—Porfavor perdoname. —A su lado, Takamoto parecía muy indefenso, esa era su escencia afrontando su mayor miedo.

—¿Por qué? —presionó con fuerza desmesurada su planta del pie, rompiendo lentamente los nudillos de Takamoto, quien profirió un grito de dolor.

—Detente —suplicó en valde. —Perdoname por entregarte como tributo.

—Ruega que te perdone la vida por lo que has hecho —exigió. Estaba segura de que debía dejarle las cosas claras por si planeba jugarretas en su contra de nuevo. Lara pegó la pistola a la frente de Takamoto alimentando su terror.

—Perdoname la vida por lo que he hecho Lara.

—Ahora dilo con respeto.

—Perdoneme la vida señorita Croft.

—De ahora en adelante cada vez que pienses en mí, y que hables de mí procura hacerlo de ese modo o te aseguro que te mueres. —Lara disparó a la mano de Takamoto, quien gritó de dolor y terror.— Si se te ocurre traicionar este pacto te vuelo la otra mano. —Amenazó. El dolor y furia del hombre se consumió en silencio resignado.

Tomb Raider NightsWhere stories live. Discover now