ɪɴᴇᴠɪᴛᴀʙʟᴇ ʟᴇɢᴀᴄʏ [ᴊɪᴍ ʟᴀᴋᴇ ᴊʀ]

Capítulo 5

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Sangre.

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Su respiración era agitada a cada paso que daba, la oscuridad en cada rincón solamente provocaba más nervios en su ser. De la nada, unos cristales que doblegaban su tamaño; se iluminaban haciendo que su mirada se deslumbrara. Con temor, comenzó a avanzar entre los espacios que había entre las preciadas piedras. La neblina blanca que se aparecía causaba más confusión. "¿Como llegue aquí? ¿Qué está pasando?"

Entre la travesía, una cabellera negra se pudo alcanzar a ver mas no miro bien para averiguar de que se trataba. Siguió avanzando esperando ver a donde se había ido, pero desapareció. Al seguir los pasos, se detuvo abruptamente. Miro a su alrededor notando que se encontraba en el centro. Trago saliva pesadamente, esperanzado a que si había llegado de una manera; de otra tendría que salir.

—Hola, James.

No necesitaba verla para saber de quien se trataba, pero lo hizo. Al girar sobre su eje, una mirada esmeralda estaba acompañada con una sonrisa de boca cerrada, su conjunto era el mismo al cual la conoció. Pero sabía que algo no cuadraba.

—Andra— confirmo— ¿Que-que estás haciendo aquí?

—Vámonos a casa— alentó estirando su mano hacia él.

Al caminar hacia ella, cada pisada que daba la sentía lejos. Con fuerzas, se aferraba a avanzar, pero algo se lo impedía. Al estar angustiado de no saber que sucedía, ella la siguió mirando con ese gesto tan tranquilo, cosa que lo asusto.

—Se que tú me protegerás— pronuncia tan calmada.

Detrás suyo, una silueta grande y negra se acercaba; sus cuernos sobresalían. Dando a la luz la cara de Gunmar. Este portaba su espada, quien la desprendió en lo alto alrededor de su compañera.

—Gunmar— su corazón palpitaba a mas no poder— ¡Andra, corre! — intento moverse, pero le era imposible, algo lo frenaba.

Una maliciosa risa era lo único que hacía eco en la habitación— Entiende cazatroles, no podrás salvar a todos. 

Sin más que decir, su espada estaba por interceptarse entre el cuerpo de la chica.

—¡No!

De manera abrupta, sus movimientos provocaron que callera al suelo. Las sábanas que se encontraban encima suyo lo hacían tropezar. Sus orbes azulados escaneaban el sitio. Era su habitación, con la luz de la luna atravesando la venta.

Un sueño, se trataba de eso. 

Su pecho subía y baja sin cesar, su frente con sudor representaba lo aterrado que se sintió, la impotencia que tuvo en un escenario imaginario.

No solo se trataba de un sueño, era su peor terror.

Tomando las sábanas y con su mente hecha un caos, rectifico la hora en su celular confirmando la madrugada. Debía conciliar el sueño de nuevo.

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—Terminamos con la lección de hoy— el de cabellera negra, tomaba sus libros y comenzó a apilarlos del más grande al más pequeño.

La tarde en Arcadia era tan deslumbrante con su astro. Un día común para los habitantes de la zona. Andra, a pesar de que aún se mantenía enojada con su tutor; no era un impedimento para seguir con sus deberes.