Mira por la ventana

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EN EDICIÓN


Nunca pensé que despertarse con Marc iba a ser tan incómodo, uno de sus brazos se posaba en mi cuello y una sus piernas se encontraban en mi vientre, que tío más raro.

-Buenos días. - dijo bostezando

-Serán para ti- dije bajo algo que obviamente él escuchó y se dio cuenta de su postura.

-Eh, lo siento- reímos y salí de esa pequeña cama.

Y no, no ocurrió nada, y no fue por las ganas, simplemente sabíamos que no era el momento.

-¿Y el desayuno? - me miró divertido

-¿Hay algo? - negó con la cabeza- Entonces creo que es hora de ir largandose.

Cerrado todo montamos en el coche y nos acercamos a la pastelería más cerca del pueblo.

-Una napolitana y un café, por favor- pidió  él

-¿Y usted? - la camarera entrecerró sus ojos

-Un cappucino por favor. - intentó sonreír.

Al llegar a casa, mi tía hablaba con Roser justo en la puerta donde me hospedaba por aquel entonces.

-¡Qué horas son éstas de llegar! - dijo María casi al borde del colapso.

-Eh, Marc y yo... - Alguien me cortó.

- Id donde queráis, ya sois mayorcitos. - Roser tan amable como siempre.

Subí directamente a mi habitación y me tiré en aquella cama de 150 que tanto me gustaba. Hice un par de llamadas a mis padres y me quedé dormida escuchando algunas canciones de mi adolescencia: Dia i nit de Amelie.

Casi a la hora de cenar abrí los ojos y ví como mi móvil estaba parpadeando, era Marc, y su mensaje fue conciso:

"Mira por la ventana".

Le hice caso y mis ojos le encontraron en mitad de la calle, todo sudoroso.

-¿Te apetece venir conmigo a Andorra? - Dijo de sopetón.

-A ver, tengo cosas que hacer, quedé con Edgar para... - recapitulé todos mis planes

-Dime, sí o no - él siempre tan Romeo.

-Venga va. - reí y me lanzó un beso.

-Nos vemos en dos días, no me olvides. - Tras eso, desapareció de aquella oscura calle.

Al día siguiente, me pasé toda la mañana buscando que meter en la maleta, y eso que tampoco había traído mucho. Reí al pensarlo, Andorra... Este hombre es extraordinario.

2 días después en Andorra.

Me sentía tan agusto con él, como si fuésemos una pareja, en aquella casa tan gigante había una piscina y yo me daba el lujo de meterme dentro cuando quería.

Desayunábamos juntos y dormíamos muy cerca. Su sola presencia erizaba mi piel, y con su tacto me hacía perder la cabeza. Y así volví a experimentar esos sentimientos por él, como si él fuese la física y yo su química, como si estuviéramos diseñamos el uno para el otro, como si el destino ya lo supiera y solo hacía falta que nos diéramos cuenta de ello.

Nuestra Pasión; Marc MárquezWhere stories live. Discover now