El suave olor a glicinias llenaban las fosas nasales de aquella joven, mientras esperaba poder tener el permiso de ingresar cortésmente a la finca.
—“Puedes pasar, ___...”—Un semblante de sorpresa se vió en la fémina, provocando que se quedará inmóvil por unos segundos, tratando de buscar una respuesta ante el conocimiento de este hombre sobre su nombre.
—“¿Cómo... Sabe mi nombre?”— Preguntó con desconcierto la albina, pasando finalmente a la finca mientras los kakushis se retiraban, notando la avanzada enfermedad de aquel hombre.
El líder sonrió dulcemente, lo que provocó cierto alivio en el corazón de la protagonista. Provocando que finalmente, bajará un poco la guardia.
—“Deberias estar cansada por aquel viaje tan... Agotador, ¿No?”— Dijo con simpleza el enfermo, se ponía notar desde lejos que estaba débil y era ciego, pero lo sorprendente era que seguía sonriendo tan... Cálidamente.
—“Aún no ha respondido mi pregunta... ¿Cómo sabe mi nombre?”— Pregunto de manera cortés pero algo nerviosa la chica, apretando suavemente sus puños y provocando que cambiarán de un color más pálido del que ya eran.
—“Aún no puedo responderte esa pregunta, lamentablemente... ¿Quieres sentarte? Tal vez mis niñas puedan servirte una taza de té.”— Respondió con serenidad el azabache, aún mirando al frente, dónde estaba la albina.
—“Como ordene, padre.”— Dijeron al unisono las pequeñas, para después alejarse del lado de su padre y hacer una leve reverencia, para retirarse al mismo tiempo.
La chica sin más opción, obedeció al líder de los Ubuyashiki, pudiendo notar aún más su enfermedad, pensando por unos momentos que no reconocía para nada una enfermedad parecía a la que tenía él. —“No pensé que vendrías siendo sincero... No eres una chica que confía fácilmente en la gente.”— Soltó el hombre después de un pequeño silencio, provocando que yo suspirara con algo de cansancio.
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—“Solo tuve curiosidad, es todo, quería ver porque... Una familia tan importante requería mi presencia.”— Dije con evidente nerviosismo ante la mirada tan suave de aquel hombre, a pesar de mi voluntad fuerte, sentía como poco a poco, Kagaya iba ganando mi confianza.
—“Seré directo. Quiero que seas parte de la cofradía de los cazadores de demonios, me impresionó que fuiste capaz de matar a una de las doce lunas tan jóven.”— Yendo al grano directamente además de ser completamente sincero, el azabache secretamente deseaba tener finalmente a una chica entre los cazadores de demonios.
