55- Corten las alas

8.6K 503 8
                                    

Comencé a cabalgar sobre él, apoyé mis manos en su pecho y me moví con pasión, hice un par círculos, luego subí y bajé dejando que los jadeos por parte de él y mis gemidos dieran paso al estallido de placer. Llegamos al orgasmo al mismo tiempo con nuestros cuerpos sudados y necesitados de una ducha.

Nos arreglamos lo más rápido que pudimos, yo como cosa rara iba con los minutos contados a clase. Matt subió a su auto y tal vez fuera tarde, porque no se alargó con la despedida.

—Quiero verte pronto —aseguró dándome un beso en los labios.

—Ya sabes donde vivo —respondí viendo la hora en mi reloj.

—Adiós, Vanessa. —Mi secreto culposo, era que adoraba que Matt dijera mi nombre.

—Adiós —me despedí subiendo a mi vehículo.

Conduje por la ciudad, rezando por un milagro para no llegar tarde. A veces me sentía como una colegiala, pues de nada me enviaban a ver al rector, lo que era estúpido, aunque quizás, hoy fuera diferente.

No lo fue, llegue 2 minutos tardes al aula, pero aun así me mandaron a la oficina del rector.

Entré a su despacho hecha una furia, pero mi rabia se redujo un poco cuando lo vi en la oficina con cara de pocos amigos.

—¿Estás bien? —Caminé rápido y me agaché para ver su cara.

—¿Quién era el hombre qué te pasó buscando ayer? —Me levanté de un saltó al terminar de escuchar su pregunta.

—¿Me mandas a venir para acá, para eso? No es tu problema Julian.

—En eso te equivocas ¡Sí es mi problema! Hace una semana me casé con Karla solo para que te dejara en paz y tú vas y sales con el primero que se te cruza. —La molestia salía por cada uno de sus poros y no podía hacer otra cosa que observar su descaro.

—No, Julian, tú tomaste tus decisiones y yo, las mías, no te equivoques —recalqué mordaz.

—Yo te quería a ti, Vanessa.

Me suelta de repente y en pasado. Lo que hizo que la sangre me hirviera más.

—¿Me querías? Pues, gracias, sin embargo, eso no me hace tu propiedad. —Caminé a la puerta con decisión. Un sentimiento extraño se apoderó de mi ser. Decidí ignorarlo, puse la mano en la perilla y antes de irme agregué—. Supéralo Julian, no ando con hombres casados.

Cerré la puerta con fuerza y me fui, pero no se equivoquen, era humana y la noticia de Julian me había sentado mal.

Por primera vez en mi vida, no regresé a clases, solo me fui a mi casa.

Al llegar me tomé una pastilla para dormir y me dejé caer en mi cama. Me sentía extraña, como si fuera la villana de mi propia historia.

«3 meses después»

Habían pasado meses y la verdad seguía con el ánimo por el suelo.

Mis padres ya tenían un mes fuera y casi ni me llamaban, con el cuento de que soy cada día más grande, ni me preguntan como estaba. Ni siquiera me habían dicho si pasarían navidad aquí, lo bueno es que todavía le quedaban un par de semanas para tomar una decisión.

Carlos y Luciano se fueron hace dos semanas de vacaciones por navidad, cada día se ven más enamorados. Me encantaba verlos felices, pero sentía que hasta ellos se cansaron de mi cara sombría.

Incluso había hecho a un lado a Matt, es que de verdad no me sentía con ánimos de salir o ver a nadie. Estaba pasando un proceso de duelo, estaba cerrando un ciclo. Quizás, solo extrañaba mi amistad con Karla, o el nivel de compenetración que tuvimos Julian y yo, pero lo cierto, es que los había perdido a los dos y al mismo tiempo.

Con el pasar de los meses había visto crecer la barriga de Karla, se ve hasta bonita, el otro día nos topamos en el baño y me dijo que sería un niño, me alegré por ella, fue todo muy raro, pero no hubo confrontaciones.

También había visto a Julian, créanlo o no, él también cambió, le salió una pequeña pancita, imaginé que producto de estar casado y con su mujer en estado.

¿Cuánto tiempo se puede estar triste por la pérdida de dos personas?

La verdad no estaba deprimida, sino que Julian fue y será mi primer amor, pero en definitiva sigo sin estar preparada para una relación seria.

Espero que sea muy feliz.

El intercomunicador de la casa me saca del libro que estaba leyendo, me levanté del sofá con pereza y atendí la llamada.

—Dime —expresé sin emoción.

—Señorita Vanessa, aquí se encuentran unas señoritas que dicen ser amigas suyas —me informa Ramiro, a quien mis padres decidieron devolverle su puesto como seguridad en mi casa.

—¿Cómo se llaman? —pregunté en tono frío.

—Un segundo —dijo poniendo la mano en el auricular, pero escuché cuando les preguntó su nombre, no sé si era así de inútil con todo o solo lo hacía para sacarme de quicio a mí.

Agudicé mi oído y escuché la respuesta de mis amigas.

—Déjalas pasar —ordené antes de que él hablara, sin esperar respuesta colgué el teléfono.

Revelaciones ÍntimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora