100- Incondicional

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Yo imité algunas poses que había visto en revistas, trataba de relajarme, pero resultaba un tanto complicado, cuando todo el mundo te estaba mirando.

Mi corazón seguía latiendo deprisa y con mucha fuerza.

De repente unos brazos me rodearon y una barbilla se apoyó en mi hombro. Supuse que era la otra modelo, así que solo flui con ella.

—Muy bien, ahora ambas viéndose a la cara —ordenó el fotógrafo.

Giré mi cuerpo para quedar frente a la otra modelo, pero al verla no pude evitar sorprenderme.

—¿Susana?

—¿Vanessa?

Las dos hablamos al mismo tiempo y luego nos reímos.

—Excelente sonrían, se ven geniales. Vamos Susana, toca la cintura de Vanessa. —Las instrucciones del fotógrafo eran bien recibidas. Ella así lo hizo y el tacto sobre mí hizo erizar mi piel.

Yo también coloqué mis manos en la cintura de ella y en un acto de osadía olí su cuello.

—Perfecto, vayan a cambiarse de ropa.

Yo me fui a mi lugar y Susana al suyo, me cambié lo más rápido que pude, sin embargo, al salir me di cuenta de que no fui tan rápida como ella.

—Las quiero acostadas —puntualizó el fotógrafo montado en una escalera.

Eso hicimos, nos acostamos una al lado de la otra, mirándonos.

Sonreí con complicidad.

Fue inevitable no recordar aquella noche en el hotel, justo antes de la sex-party.

Quizás eso fue lo que nos permitió sentirnos tan a gusto en esa sesión de fotos, esa complicidad que teníamos nos permitió integrarnos con pasión y llevar esas fotos a otro nivel.

Supimos que todo había llegado a su final, cuando el hombre que nos estaba dirigiendo dejó su equipo a un lado y comenzó a aplaudir.

—Eso fue mágico —comentó el fotógrafo radiante de felicidad, me dio dos besos en la mejilla y luego a Susana—. Las dos tienen una química increíble, bueno las dejo, pues mi trabajo no termina aquí.

Me fui a cambiar y me coloqué mi ropa, cuando salí vi a Beth hablando con Valentine, me acerqué a ellos, buscando con la mirada a Susana, pero no había rastro de ella.

—Vanessa, he quedado encantado contigo, tienes una personalidad que traspasa la cámara, sin contar que me has salvado el día, ya Beth me ha dado los datos de tu cuenta.

—No hace falta, solo fue un favor.

—Igual ha sido trabajo, así que no se diga más, aquí está mi tarjeta, espero estar en contacto contigo.

—Gracias.

—Este hombre no cambia, nos vemos querido —se despidió Beth con una sonrisa.

Tomó mi mano y salimos de ese lugar.

—Has estado increíble, por un segundo pensé que esa chica y tú se enrollarían allí en frente de todos.

—Dios, no permita semejante espectáculo —bromeé.

Beth me miró y soltó una escandalosa carcajada.

Llegamos al estacionamiento y Beth que llevaba su brazo entrelazado con el mío, dijo:

—Yo debo regresar al club, pero nos estamos viendo.

—Beth sabes que te quiero ¿Verdad?

—Claro que sí. ¿Por qué me lo preguntas?

—Debo contarte algo, pero no estoy segura de como lo vayas a tomar.

—¿Quieres que vayamos por algo de comer? —sugirió ella tomando mi rostro.

—Acabo de comer, pero podemos ir por un helado.

—¿Quieres hacerme engordar? —cuestionó mi amiga.

—En definitiva, hoy ganaremos un par de gramos.

—Bien, conozco un buen lugar.

—Te sigo.

Beth fue hasta su vehículo y yo hice lo mismo, pero al llegar me encontré con Susana apoyada en el capó.

—Creí que te habías ido —comenté abriendo mi puerta.

—Supuse que por todo lo que hemos pasado no era correcto hacerlo delante de todo el mundo.

—Entiendo.

—Debo admitir en algún momento sentí celos de ti.

—¿De mí?

—Sí, Matt ha cambiado mucho desde que salen. Además, no existe otro tema de conversación que no seas tú, de hecho, se ha vuelto un poco tedioso.

—Siento que me estoy perdiendo de algo.

—Vanessa, no sabes cuántas noches pasé deseando ser tú, pero ahora me doy cuenta de que solo me debo sentar a esperar que lo arruines todo con Matt. —Susana besó sus dedos y luego los puso en mi mejilla—. Por ahora, mi deseo es no volver a verte.

—Me parecías más interesante antes de que abrieras la boca. Quítate, no quiero que manches mi auto, al parecer la mierda no es algo fácil de limpiar. —Subí a mi vehículo, lo encendí y aceleré el motor.

Susana dio un saltó cuando puse mi auto en marcha.

Decidí que no iba a lidiar con celos de niñas mimadas y me concentré en seguir a Beth.

Ella me condujo hasta una heladería que estaba cerca.

—Este lugar es muy conocido.

—Excelente, vamos por esos kilitos. —Pasé la mano por mi cabello y lo aparté de mi cara.

—Tú jamás estarás gorda —manifestó Beth.

—Eso es por qué troto todos los días y hago un par de ejercicio de abdominales en casa. —Mi explicación fue recibida con una risa de Beth.

—Yo voy al gimnasio casi a diario y no estoy la mitad de buena que tú.

—Son los ojos —contesté con ironía moviendo muy rápido mis pestañas. Ella solo alza una ceja. Suspiré derrotada y agregué—. Están bien, el secreto es tener cara de ángel y ser pervertida en la cama.

Sonreí y le guiñé un ojo.

—¿Me dices que coges mucho?

—Lo suficiente para tener esta figura. —Sigo tomándole el pelo a mi descabellada amiga.

—Serás el diablo.

Ambas reímos y fue nuestro turno para pedir.

Beth, eligió una porción pequeña de yogurt con fresas. Mientras yo ordené un helado extra grande de chocolate, avellanas y maní.

Beth no paraba de observar mi pedido, mientras caminábamos a la mesa.

—En serio, debes coger mucho, si comes de esa manera y dices que solo haces un poco de trote y algunos abdominales.

—Que te dijo me gusta el buen sexo.

Revelaciones ÍntimasWhere stories live. Discover now