Capítulo I

85 28 41
                                    

Capítulo 1.

Catherine

—Linda, necesitas tener sexo.

Ahogo una exclamación ante la frase nada disimulada que Daysi, mi mejor amiga, suelta de sopetón y la cual atrae la atención de los pocos comensales en la cafetería, quienes, siendo en su mayoría chicos, giran la cabeza en nuestra dirección con más interés del que deseo.

Roja de vergüenza, le pongo mala cara a la chica frente a mi quien se muestra imperturbable a lo que acaba de decir.

—¿Podrías decirlo más alto? Creo que los hombres de Alaska no te han escuchado.

—Lo que digo es, tienes casi veintiún años, Cat. ¡Es hora de que tengas sexo!

Me doy la vuelta concentrándome en limpiar la barra mientras lidio con la repentina insistencia de Daysi, quien se ha tomado como próxima meta que su mejor amiga, por fin, tenga sexo.

Ni en sus sueños.

—No es gran cosa, Days. En serio. No hagas un escándalo.

—¡Pero claro que hago un escándalo! —exclama alzando los brazos de forma exagerada—. ¿Qué esperas para acostarte con alguien? ¿O eres de las que creen en el sexo después del matrimonio?

—¿Sería un problema para ti si lo fuera?

—Claro que no —dice con rapidez—. Sabes que te apoyaría en cada decisión que tomes. No estaría de acuerdo, pero te apoyaría.

Me sigue cuando me dirijo a llevarle su pedido a un par de chicas quienes nos ven con curiosidad. Visten camisetas de la universidad y a juzgar por los jóvenes que se ven, apuesto a que son de primer año. Una de ellas me ve y le susurra algo a su amiga haciéndola reír. Ardo en vergüenza. Seguramente escucharon a mi amiga demostrando públicamente su frustración por mi vida sexual, o la falta de ella.

Daysi se mantiene en silencio hasta que regresamos a la barra, en sus ojos una mirada que dice que se niega a soltar el tema.

—Solo te la pasas encerrada, estudiando o viendo pelis. ¿Cuánto hace que te conozco? ¿Tres años? Y puedo contar con una mano las veces que me has acompañado a una fiesta.

—Es que no me gustan las fiestas —me encojo de hombros.

Ella resopla como cansada de mi terquedad pero no retrocedo.

—No digo que este mal lo que haces, solo quiero que te diviertas un... poco más de lo que acostumbras —me da una sonrisa llena de intención pero la ignoro.

—Sí que me divierto —defiendo, esta vez ganándome una mala cara de Daysi.

—¡Me refiero al tipo de diversión que te deja marcas y sin caminar por una semana!

—Ah, eso... pues no, no me interesa. Gracias.

Le digo con una sonrisa apretada justo cuando veo que es la hora de nuestro descanso y nos apresuramos por la cocina al callejón detrás del local; Daysi viene refunfuñando detrás de mí.

—¡Dios mío! ¿Acaso no te das cuenta de que lo necesitas?

—¡¿Que lo necesito?!

—Sí, digo..., ¡vamos mujer! Todo el tiempo te la pasas tensa, estresada por tanta materia escolar y el trabajo y apenas tienes tiempo para darte un respiro.

—¿Y crees que tener sexo arreglará mis problemas?

—No lo creo, ¡sé que lo hará! —le frunzo el ceño mirándola como si hubiese perdido la cabeza y ella lo nota porque sus hombros caen rendidos—. ¡Bien! Puede que no todos tus problemas, pero sí el... noventa y nueve por ciento de ellos.

Un  acuerdo a escondidas (+18) PRÓXIMAMENTEWhere stories live. Discover now