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Bajé del autobús y me detuve frente a la escalinata que llevaba a las puertas del instituto. Una
riada de chicos y chicas, más o menos de mi edad, entraban por las fauces abiertas del edificio.
Yo tenía muchos factores en mi contra, por ejemplo:
Era la nueva.
El curso estaba empezado.
Estaba en mi primer año de instituto.
No conocía a nadie.
Al parecer, por los coches y motocicletas que conducían los estudiantes de los cursos
superiores, y por la vestimenta de todos, yo era probablemente la más pobre del instituto,
aunque viviese en la que había sido la mejor mansión de la ciudad.
Estaba bastante nerviosa. Agaché la cabeza y comencé a subir los peldaños.
-Hola, soy Eric. -Alguien me bloqueaba el paso. Levanté la vista del suelo. Una cara pecosa
y risueña, coronada por una mata desordenada de cabellos pelirrojos, me sonreía-. Tú debes de
ser Amanda Black, la nueva. El director Phillips me pidió ayer que te recibiese y te acompañase
en este primer día de clases.
-Ehhh... -Estaba bloqueada, no me esperaba un recibimiento así por parte del instituto. El
chico me miraba expectante; siempre me había puesto muy nerviosa al tener que hablar con
desconocidos. Necesitaba reaccionar rápido si no quería que me tomase por imbécil. La verdad es
que yo no estaba muy acostumbrada a que la gente, en general, y los chicos, en particular, fuesen
amables conmigo, aunque se lo hubiese pedido el director del instituto. Las palabras se agolpaban
en mi cabeza peleando por salir, pero ninguna me parecía lo bastante buena, así que no fui muy
original en mi respuesta-. Sí, claro, soy Amanda...
-Muy bien, pues acompáñame -me interrumpió mi nuevo guía-. No te separes de mí, esto
puede ser muy complicado.

Un chico pasó junto a Eric y le dio un empujón con el hombro

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Un chico pasó junto a Eric y le dio un empujón con el hombro. Mi nuevo amigo se rascó la
cabeza y murmuró un «perdón» con una risa nerviosa. No dije nada, pero me extrañó.
Eric me acompañó hasta la secretaría, donde me dieron los horarios de mis clases y el candado
para mi taquilla. A continuación, me llevó hasta la taquilla, que estaba situada junto a la suya.
Dejé en ella los libros que no iba a necesitar y continuamos con la visita. Durante todo el camino
Eric no dejó de charlar y de explicarme el funcionamiento de aquel microcosmos en forma de
instituto. Señalaba a diferentes grupos de estudiantes e iba contando:
-Estos de aquí forman el grupo de teatro, aquellos son del equipo de baloncesto, estas chicas
son el grupo de informática... Yo formo parte del grupo de informática también. Aquellos de allí
hacen el periódico estudiantil... y aquellas... Bueno, aquellas no hacen nada especial, en realidad,
pero son las más populares, es muy fuerte... La verdad es que no entiendo muy bien por qué, pero
qué voy a saber yo... Ah, mira, ya hemos llegado. Esta es tu primera clase. -Eric se había
detenido frente a una puerta y sonreía animándome a entrar-. Vendré a buscarte cuando termine
para acompañarte a la siguiente clase.
-Vale, gracias -murmuré con timidez.
-No tengas miedo, es difícil comenzar en un instituto nuevo, pero todo va a ir bien. -Eric me
sonrió a la vez que me guiñaba un ojo y se marchó a su clase.
Aquel chico me había caído bien, por el camino me había hecho reír un par de veces con sus
comentarios; además, parecía inteligente y, lo que era más importante, también parecía que yo le
había caído bien a él... Y más valía que así fuese, porque era la única persona a la que conocía en
aquel instituto y yo no era famosa precisamente por mi facilidad para hacer amigos.
Respiré hondo y entré en el aula. Miré a los alumnos que ya se encontraban en ella.
Se hizo el silencio mientras avanzaba hasta uno de los pupitres de la última fila.
Cuando me senté, los chicos y chicas de la clase dejaron de prestarme atención y siguieron
charlando de sus cosas. Nadie se acercó a presentarse. Yo tampoco me presenté a nadie. Me sentía
bastante intimidada por el aspecto lustroso de mis compañeros. Miré los puños raídos de mi vieja
sudadera e intenté esconderlos con las manos. No tenía nada de qué preocuparme, nadie me prestó
atención, aunque sí noté algunas miradas de reojo.
Las clases transcurrieron con normalidad, al igual que la hora de la comida, durante la cual, por
supuesto, Eric me acompañó. Aprovechamos para conocernos un poco mejor. Me contó que se le
daban bien la informática y la tecnología, su padre le había enseñado todo lo que sabía y era su
pasión, seguía aprendiendo día a día; también me contó que no tenía muchos amigos en aquel
instituto, ni fuera de él, algo de lo que, más o menos, yo ya me había dado cuenta; sin embargo, se
le veía un chico feliz y amistoso, yo no entendía nada. Si aquel chaval, amable, divertido,
inteligente y guapo no había hecho amigos, yo lo iba a tener crudísimo.
A lo largo de la jornada asistí a más incidentes como ese primer empujón que se había llevado Eric. Insultos disimulados, empujones, alguna zancadilla. Mi nuevo amigo los encajaba con una
sonrisa y quitaba importancia a lo sucedido.
A mí me extrañó, ese chico reaccionaba como si nada sucediese, y yo no quería molestar a la
única persona que había sido amable conmigo haciendo preguntas indiscretas. Me caía muy bien y
no quería estropearlo. En ese momento, Eric recibió otro empujón y, de nuevo, hizo como si no
pasase nada. Sólo se rascaba la cabeza y emitía una risilla nerviosa mientras me miraba con una
disculpa en la mirada.
Sin embargo, no fue hasta el final del día que las cosas se torcieron del todo.

Amanda Black una herencia peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora