16

78 4 0
                                    

No había tiempo para pensar, sólo podía actuar.
Corrí hacia Eric a toda la velocidad que daban mis piernas y me lancé sobre él.
Volamos un par de metros. No sabía si los suficientes, así que me encogí sobre mi nuevo amigo
esperando el impacto del coche de un momento a otro.
No hubo impacto.
El chirrido de los frenos del automóvil hizo que levantase la cabeza. Miré a Eric. Parecía que
se le iban a salir los ojos de las órbitas, pero, por lo demás, estaba bien.
Ambos lo estábamos.
El coche había frenado unos metros después de sobrepasarnos. El conductor salió corriendo y
vino a disculparse y a preguntarnos si nos encontrábamos bien.
Eric y yo vimos cómo el grupo de chicas se alejaba entre risas. Por lo visto, casi ser las
causantes de la muerte de un compañero del instituto les daba igual, incluso les parecía algo
divertido.
El conductor nos ayudó a levantarnos y nos ofreció llevarnos al hospital. Le tranquilizamos:
estábamos bien, no nos habíamos hecho daño ninguno de los dos.
Al final conseguimos que se marchase.
Volví a mirar al grupo que se alejaba. Sentía la furia crecer en mi interior, pero no quería dejar
a Eric solo, seguía muy asustado. Ya las cogería otro día, pero esto no se iba a quedar así.
Entonces me di cuenta de que una de ellas seguía en el mismo sitio. Mirándonos con sus grandes
ojos azules. Era la chica contra la que había chocado hacía apenas un par de minutos. Su largo
cabello, moreno y ondulado, se agitaba con la brisa y contrastaba con su pálida piel. Comenzó a
acercarse a nosotros.
-¿Estáis bien? Siento mucho lo sucedido -se disculpó.
-Estamos bien, pero tus amigas no lo van a estar tanto cuando se entere el director Phillips -
comenté en tono agrio.
-Ésas ya no son mis amigas, ya estoy harta de ellas. -Se plantó frente a mí con la mano extendida-. Soy Esme.
Esme tenía carácter, eso no se podía negar. Había decidido que aquellas chicas ya no eran sus
amigas en algo menos de un minuto. A mí me pareció un poco demasiado rápido. O bien estaba
intentando jugárnosla por algún motivo que se me escapaba o, eso, era muy valiente y le daba
igual todo.
La miré a los ojos intentando averiguar si nos mentía, me devolvió la mirada sin titubear, su
mano todavía extendida. Pasado un instante de sostenernos la mirada en silencio, decidí que no
pasaba nada por darle una oportunidad a aquella chica.
-Yo soy Amanda, y él se llama Eric -contesté estrechándole la mano.
-Lo sé. Eres nueva, pero a estas alturas ya todos sabemos tu nombre... Además, estamos en la
misma clase de matemáticas. -Esme hizo una pausa-. De verdad que siento mucho todo esto.
Han ido demasiado lejos. -Echó un vistazo a su reloj-. Tengo que irme, el lunes os veo.
-Hasta el lunes -contesté.
-Por cierto -añadió Esme alejándose-, a mí me encantan tus zapatillas.
Eric y yo nos quedamos mirando cómo se marchaba. Cuando la perdimos de vista me volví
hacia mi amigo.
-¿Estás bien de verdad? ¿Quieres que te acompañe al médico?
-No, no te preocupes, gracias a ti ha sido sólo el susto. -Eric me sonrió-. Me has salvado
la vida. Gracias... Pero ¿cómo lo has hecho? La última vez que te vi estabas bastante lejos de mí.
-No lo sé -reconocí en apenas un susurro-. Últimamente hago cosas que antes no podía
hacer.
Eric y yo echamos a andar. Hacía rato que el autobús escolar se había marchado, así que nos
tocaba coger el tranvía. No habíamos recorrido ni cien metros cuando un coche negro y muy lujoso
se detuvo frente a nosotros. La ventanilla del conductor descendió despacio y me encontré a
Benson al otro lado del cristal.
-Buenas tardes, señorita Black -dijo-. Suba, la llevaré a casa. -Miré a Eric sin saber muy
bien qué decir-. Su amigo puede venir también, tal vez necesite su ayuda esta tarde.
-¿Quieres venir a casa, Eric? -pregunté con una sonrisa de oreja a oreja. Estaba segura de
que mi nuevo amigo aceptaría la invitación.
-Por supuesto -contestó entusiasmado.
Nos acomodamos ambos en el asiento trasero del automóvil y Benson nos condujo hacia lo que
sería el inicio de una gran amistad.
O tal vez no.

Amanda Black una herencia peligrosaWhere stories live. Discover now