17. Ser fan de Friends sirve para salvar a un centimano cobarde.

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La buena noticia: el túnel de la izquierda era todo recto, sin ramificaciones, giros ni recodos. La mala: era un callejón sin salida. Después de correr unos cien metros, tropezaron con un bloque de piedra enorme que nos cerraba el paso. A sus espaldas, resonaba el eco de algo que avanzaba por el túnel arrastrándose y jadeando ruidosamente. Un ser que no era humano, desde luego, y que les seguía la pista.

—Tyson —dijo Percy—, ¿no podrías...?

—¡Sí! —Embistió la roca con el hombro tan brutalmente que el túnel entero tembló y empezó a caer polvo del techo.

—¡Date prisa! —urgió Grover—. ¡No tires el techo abajo, pero date prisa!

La roca cedió por fin con un horrible crujido. Tyson la hizo girar un poco y entraron corriendo en un espacio más angosto.

—¡Cerremos la entrada! —gritó Annabeth.

Se pusieron todos detrás de la roca y empujaron. La criatura que los perseguía aulló de rabia cuando desplazamos el enorme bloque hasta colocarlo en su sitio, tapiando el túnel.

—Lo hemos atrapado —dijo Percy.

—O nos hemos atrapado a nosotros mismos —advirtió Grover.

Presley se volvió. Se encontraban en una cámara de cemento de dos metros cuadrados y la pared opuesta estaba cubierta de barrotes de hierro. Se habían metido en una celda.

—¿Qué demonios es esto? —dijo Annabeth, tirando de los barrotes. No se movieron ni un milímetro. A través de ellos, vieron una serie de celdas dispuestas en círculo alrededor de un patio oscuro: tres pisos de puertas con rejas y con pasarelas metálicas.

—Una cárcel —respondió Percy—. Quizá Tyson pueda romper...

—¡Shh! —susurró Grover—. Escuchen.

Por encima de ellos, se oía un eco de sollozos que resonaba por todo el edificio. Y se captaba otro sonido: una voz áspera que refunfuñaba, y Presley frunció el entrecejo, intentando captar algo, pero parecía hablar en otro idioma. Las palabras eran chirriantes, como guijarros revueltos en un cubo.

— ¿Qué lengua es ésa? —cuchicheó Percy.

Tyson abrió unos ojos como platos.

—¡No puede ser!

—¿Qué? —preguntó Percy.

Agarró dos barrotes y los dobló como si nada, dejando espacio suficiente incluso para un cíclope.

—¡Esperen! —dijo Grover.

Tyson no le hizo caso y corrieron tras él. La prisión era muy oscura; sólo unos cuantos fluorescentes parpadeaban arriba.

—Conozco este sitio —dijo Annabeth—. Es Alcatraz.

—Tienes que estar bromeando —se quejó Presley—. Como si no fuera lo suficientemente malo tener que pasar por una excursión, ahora tenemos que pasar por dos.

—¡No se muevan! —advirtió Grover.

Pero Tyson siguió adelante sin prestarle atención. Grover lo agarró del brazo y tiró de él.

—¡Para, Tyson! —susurró—. ¿Es que no lo ves?

Presley miró hacia donde señalaba y le dio un vuelco el corazón. En la pasarela del segundo piso, al otro lado del patio, vislumbró al monstruo más horrible que había visto en su vida —y eso que Presley había visto a un par de guerreros-esqueleto el invierno anterior que la habían dejado con pesadillas durante un tiempo—.

Era una especie de centauro con cuerpo de mujer de cintura para arriba. Pero, por debajo, en lugar de ser como un caballo, era un dragón: una bestia de seis metros por lo menos, negra y cubierta de escamas, con unas garras imponentes y una cola erizada de púas. Parecía tener las piernas enmarañadas en una enredadera, aunque enseguida advirtió que eran serpientes, cientos de víboras que le brotaban de la piel en todas direcciones y que se agitaban buscando algo que morder. La cabeza de mujer tenía también una cabellera de serpientes, como la Medusa. Y lo más extraño: alrededor de la cintura, allí donde el cuerpo femenino se unía con la parte de dragón, la piel le burbujeaba y se metamorfoseaba sin cesar, mostrando cabezas de animales —un lobo, un oso, un león—, como si llevara un tinturen de criaturas eternamente cambiantes. Tuvieron la sensación de que se trataba de un ser formado sólo a medias, un monstruo tan antiguo que debía de proceder del principio de los tiempos, antes de que las formas animales se hubieran definido por completo.

State of Grace || Annabeth ChaseWhere stories live. Discover now