once.

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Había pasado toda la noche en su habitación, con la ropa ensagrentada. Se deshacía en sus saladas lágrimas, abrazando uno de los cojines y ahogando sus gritos en él. Le dolía el pecho, era un vaivén de tristeza y recuerdos que venían a su cabeza, aquella noche no había sido como él quería, se arrepentía de haber decidido acabar con su amigo.

¿Qué le diría a Quackity ahora? ¿Cómo pensaba sostener con el dolor ajeno si no podía con el suyo? Con aquella culpa que acariciaba su piel y se burlaba de él, se sentía con una gran sombra que lo atormentaba.

Pero era momento de hacer algo. El accidente había sido a media noche, y ya habían transcurrido doce horas del acto. Pensó en ir a ver a Quackity, temía que estuviese triste, ¡y claro que lo estaría! Había visto esas orbes brillar cada que Rubius estaba presente o simplemente era nombrado, ahora, el chico no volvería a verle y su nombre le provocaría lágrimas.

Le dolía la cabeza y el pecho de solo pensar eso. Se sentó en el borde de la cama y sostuvo su cabeza con sus manos ensagrentadas, tomando aire y tratando de buscar las fuerzas que necesitaba para levantarse y afrontar al mundo fuera de sus cuatro paredes.

Se encontraba fuera del hogar de Quackity, pero solo estaba allí, con el puño tembloroso, no queriendo llamar a la puerta, no queriendo encontrarse con aquel rostro lleno de despecho y tener que fingir que todo estaría bajo control, cuando clarame...

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Se encontraba fuera del hogar de Quackity, pero solo estaba allí, con el puño tembloroso, no queriendo llamar a la puerta, no queriendo encontrarse con aquel rostro lleno de despecho y tener que fingir que todo estaría bajo control, cuando claramente, no lo estaría.

Sintió la suficiente energía como para llamar a la puerta luego de haber dudado por un minuto. Esperó, a su vez, con impaciencia hasta que fue atendido, encontrando a un pelinegro bastante... ¿Tranquilo?

Luzu lo examinó de pies a cabeza. Tranquilo no era la palabra, su mirada y su rostro, siendo alguien carismático, le demostraban cierta preocupación y tristeza, pero no habían rastros de llanto. ¿Es que acaso el chico no sabía lo ocurrido?

Había tardado lo suficiente como para que los pueblerinos noten el factor detonante y la voz corra por el pueblo, incluso juró haber oído sobre la desgracia de la tienda entre unos granjeros que cosechaban sus cultivos.

─Hola, Luzu.─ La última vez que hablaron fue en ese intento de beso, por lo que el saludo se sintió un tanto incómodo.─ ¿Necesitas algo?

─Uh, hola.─ comentó torpemente, rascando su nuca.─ ¿Estás ocupado? Sólo venía a ver cómo estás.

─De hecho, sí, estoy ocupado.─ Observó dentro de su hogar, volviendo su mirada a Luzu, saliendo de casa luego de tomar sus llaves y cerrar la puerta.─ Si ocurrió algo te pediría que vengas más tarde, no sé si te enteraste de que la tienda de Rubius sufrió un ataque y fue explotada en la madrugada...

¿Sólo eso? Le miró incrédulo. ¿Sólo eso le importaba?

─A eso venía, ¿Cómo estás tú?

─¿Yo? Preocupado por Rubius. Llegó anoche en la madrugada llorando y confundido porque no entendía que ocurrió, pero cuando llegó a la tienda, esta estaba incendiandose.

not him﹆ luckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora