Capítulo XI

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El timbre retumbaba por toda la casa manteniendo un mismo ritmo, aquel característico que le indicaba que era Louis, y sonrió ampliamente, sin temor a ser visto. Ya se había acostumbrado a estar los mediodías de los domingos solo porque su madre y hermana estaban por el centro del pueblo, y no le molestaba, ya que su policía lo visitaba a ese horario para ser únicamente ellos. Dejó la novela de Agatha Christie, "Muerte en el Nilo", que estaba leyendo sobre la mesita de luz y se levantó de la cama de un salto. Ya no le preocupaba que él lo viera así de desprolijo, con ese aspecto de recién despierto teniendo sus rizos alborotados y su ropa holgada.

Se acercaba a paso lento para generarle más ansiedad, sabiendo que al castaño le molestaba esperar. Hasta que el ruido se volvió más repetitivo y con golpes en la madera incluidos. Recién en ese momento le abrió la puerta, asomando apenas la cabeza, sonriéndole con cierta picardía y travesura ya que, ambos sabían que lo hacía apropósito.

Delineó su cuerpo con la mirada rápidamente, notando su uniforme policial, aquel con cual tantas veces había soñado en arrancar y ya no le producía pudor alguno, tan solo ansiedad de volverlo realidad.

—Criatura traviesa. —murmuró el ojiazul sonriente antes de presionarle la nariz con delicadeza para llamar su atención.

Ya estaban acostumbrados a esos momentos donde él se quedaba observándolo, escapándose del mundo entero en uno propio donde ese chico era el núcleo, lo único que importaba, y para llamarle la atención le tocaba la nariz con una sonrisa repleta de ternura.

—Buen día, policía. —lo saludó con las mejillas rosadas y se hizo un lado para que ingrese—. ¿Té, café?. —le propuso tranquilo, encaminándose hacia la cocina.

Le gustaba esos días donde desayunaban juntos, donde Louis llegaba a su casa con el cabello más desprolijo de lo normal por recién haberse despertado y comían en el sillón; donde realmente podía creer e ilusionarse con la idea de que eran una pareja que se amaba y se la pasaban pegados.

—Ya desayuné, Hazzie. Gracias. —le agradeció con la voz dulce y un dejo de rapidez, siguiéndolo ansioso, moviendo los dígitos sin un ritmo establecido.

Frunció el ceño al notar ese pequeño detalle y ver sus manos vacías. Mayormente estaba inquieto y persiguiéndolo cuando le había preparado algún regalo, estando nervioso y temeroso ante su reacción, entonces su cuerpo dejaba de estar tenso cuando soltaba un suspiro ya que él lo abrazaba con fuerza, rodeándolo con los brazos para aferrarlo a su cuerpo como gesto de agradecimiento.

—¿Qué sucede, Lou?. —inquirió con cierto miedo, tomando una taza y calentando un poco de leche para prepararse un café.

—Hoy Tom regresó de viaje. —le informó, apoyándose en el umbral de la puerta—. Así que hoy lo puedo entrevistar, ya me aseguraron sus compañeros que debe encontrase por la fábrica.

Comprendió su estado al instante ya que, aquel hombre era el amigo de la fábrica más cercano a Des y quien podía tener mayor información respecto al asesinato, a la historia anterior a la muerte de su padre. Y ese último mes, cuando habían comenzado a entrevistar a los trabajadores de Factory Cotton, les habían informado que él se había ido de viaje por un tiempo indefinido y les avisarían cuándo volvería.

Ese día ya había llegado... El día que podía definir tantas cosas, desenterrar secretos ocultos...

—¿Podemos ir juntos?. —quiso saber, pareciendo que el movimiento de la cuchara batiendo la leche y el café era lo más interesante para observar.

Le daba temor lo que pudiesen enterarse, sin embargo también curiosidad, porque eso le había sembrado el oficial: interés por saber la historia completa. Se lo había planteado como una novela, y no quería un final abierto.

My policeman.Where stories live. Discover now