11. Promesa

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Mis manos temblorosas buscan la puerta del auto.

—¡No te desmayes, por favor! —dice Thomas, alterado.

—Sólo dame un segundo —susurro, separándome de sus brazos para sentarme.

—¿Quieres que recline tu asiento? —pregunta, inclinándose en mi dirección y empieza a bajar el respaldo.

—Espera, ¡¿qué haces?!

Sujeta mi cabeza con cuidado y acomoda la cabecera para que pueda recostarme por completo en el asiento.

—Relájate, ya está. Descansa unos minutos, haré una llamada —dice con calma y acaricia mi frente sudorosa.

—No llames al hospital, sigo viva —hablo, sin dejar de hiperventilar.

—Está bien —ríe ligeramente y sale dándose un leve golpe en la cabeza con el techo—. Toca la bocina si necesitas algo.

¿Cómo llegamos a este momento? Yo, a punto de desfallecer, con el corazón acelerado y falta de aire, en el estacionamiento de un cine, y un zumbido torturando mi cabeza... Ese es mi móvil.
Lo saco de mi bolso y veo el contacto que me está llamando: "Mamá".

—¿Hola, mamá? —pongo el altavoz y lo dejo sobre mis piernas.

—Dylan, ¿dónde estás? —pregunta ella al otro lado.

—Ehm, ¿en el hospital? Vine por unos resultados...
Mi vista se empieza a nublar y hago mi mejor intento por no cerrar los ojos.

—Me dijeron que alguien fue a buscarte a tu trabajo —dice, indagando.

—Ah, sí, le pedí el favor a un amigo.
Busco a Thomas con la mirada. Lo veo recargado del cofre del auto, usando su móvil. No lo dudo, llamará a emergencias.

—¿A qué hora piensas llegar a casa?

—Cuando termine...

—Iremos a ver tu vestido para mañana.

—¿Mañana?

¿"Mi vestido", de qué habla?

—Tu pedida de mano.
Listo, alguien llame a la funeraria de una vez, no necesito a la ambulancia.

—Mamá, dije que no me casaré. ¿Por qué no puedes respetar mi decisión? —intento mantener la cordura y a la vez, mantenerme con vida.

—Eres demasiado tonta... Con ese hombre siendo tu esposo tendrás todo lo que desees. Puedo imaginarlo, mi hermosa hija, caminando al altar para contraer matrimonio con el hombre de su vida. La noticia de su compromiso se esparcirá como pólvora y luego, todas las mujeres de la ciudad estarán muriendo de envidia.

—Yo... —mi madre habla sin parar, sus palabras me frustran y me ponen aún más nerviosa—. ¿Thom?

Parece no escucharme a pesar de que me esfuerzo por alzar la voz. Intento con tocar la bocina del auto y reacciona, corriendo a asomar su cabeza por la ventanilla.

—¿Pasa algo?

—¡¿Dylan, me oyes?! —grita mi madre desde el aparato.
Corto la llamada y suspiro con dificultad. Ese pequeño acto se sintió... liberador.

—La pedida de mano... Es mañana.

—¿Ya te sientes mejor? ¿Quieres agua? —ignora lo que he dicho y va hacia el lado del piloto para sentarse frente al volante.

—No es nada grave, gracias —empiezo a levantar el asiento lentamente y él enciende el motor.

—Debí hablar más tranquilo, eso pudo alterarte y causar que estés así —comenta con verdadera angustia.

No Quiero Casarme Contigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora