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Estaba otra vez en el autobús en la mañana, aproveche mi momento de soledad para escuchar música, mientras esperaba a que las chicas subieran, hoy ya teníamos horario normal.

Eso significaba tener matemáticas a la primera hora que no quiero, también significaba que tendría que unirme a los clubs de clase, aunque bueno ya me inscribí a ellos, solo hay dos que me gustan que es el de danzas — porque sí, si me gusta la danza, siempre me ha gustado — y también me metí al equipo de baloncesto femenino.

Nunca había estado en un equipo, aprendí a jugar gracias a mi mamá que me quiso enseñar y no sé si soy buena, eso es lo que decían mis amigas, pero no estaba segura de eso así que, hoy vería si me aceptan o no.

Lo triste es que ¡No hay club de lectura o yo que se, pero quería un lugar y un tiempo para leer! Bueno y los otros clubs no me gustaban, porque natación no gracias, me da pereza, tecnología no tengo ni la menor idea, futbol tengo dos pies izquierdos, bueno en fin esos dos son los únicos que me gustan.

Después de la hora del almuerzo tenía danzas, si bueno, teníamos un tiempo para descansar que lo aproveche para leer, además estaba sola, Nat y las demás tenían otras clases así que tenía esos minutos para mi sola.

Me fui detrás de las gradas que habían alrededor de la cancha de futbol, empecé a leer el libro que me había recomendado Jayden, ¿Por qué? No lo sé. Me senté en el pasto apoyando mi espalda en una baranda.

— Quien diría que después de tantos meses nos encontraríamos — di un respingo al escuchar una voz detrás de mí.

Era él, y tenía una tonta sonrisa en la cara.

— Si, el mundo es tan pequeño, que justo me tuviera que encontrarte a ti — dije con la misma sonrisa que él me había dado.

— Veo que te ha encantado volverme a ver.

— Claro que si ¿Quién no le gustaría volverse a ver con el gran Jayden Rosso?

—Ese no es mi apellido — se sentó frente de mí, me puso un poco nerviosa, pero no lo demostré.

— Ya lo sé, pero te queda, suena a que eres un narcotraficante.

— Eso si me gusta, puede que utilice ese apellido por si alguna vez me meto en problemas — rio un poco sin gracia, pero a la vez divertido — un narcotraficante, guapo, sexy y con dinero ¿Qué más podría pedir?

Se encogió de hombros, yo dejé de sonreír y puse los ojos en blanco.

— ¿Se te ofrece algo o qué? — pregunte.

— No realmente, no, solo me causo curiosidad que, hacia la chica nueva, que su cabello de color blanco está atrayendo a todo mundo, hacia aquí sola, leyendo el libro que le recomendé.

—Como si yo le atrajera a alguien — bufe.

— Te aseguro que a muchos.

— Aja... hablando de libros recomendados, ¿ya te leíste el que yo te recomendé?

— A decir verdad, no, está en mi casillero, sin comenzar.

— Y ¿Por qué no te lo has leído?

— Porque no es mi gusto, como te dije cuando nos conocimos no me gusta el romance, pero me lo voy a empezar a leer para ver cuáles son los gustos eróticos de la señorita Eira.

— ¡No tengo gustos eróticos! — hable a la defensiva —uhg como sea...mmm.

— ¿Qué?

— Te acuerdas de mi nombre.

— Oh no te creas mucho, realmente no me acordaba solo que de un momento a otro me acorde.

Sonó el timbre ya tenía que ir a clase y yo aquí, súper lejos de mi salón y aún faltaba ir a mi casillero a guardar el libro y a ponerme la sudadera para la clase.

Nuestro esplendor (#1)Where stories live. Discover now