𝐎 𝐍 𝐄

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Felix temblaba en su sitio, escondido detrás de unas cajas en el almacén de su casa. Minho lo estaba buscando.

—Así que acá estabas, mi lindo hermanito —el morocho apareció de repente, apartando unas cajas que escondían detrás suya al cuerpo tembloroso del pecoso—. ¿Por qué te escondes de mí? Vayamos a jugar juntos —el más alto sonrió, dejando la caja que había agarrado segundos antes, en el suelo.

—¡N-No te acerques! —chilló el menor, desesperado. Se movió rápidamente para alejarse del de cabellos azabaches, que lo seguía con la mirada—. No... N-No vengas —la voz del chico salió apenas audible de su garganta.

Felix hizo como pudo para retroceder y tratar de alejarse lo máximo posible del contrario, pero su miedo aumentó mucho más cuando su espalda tocó la pared. Se quedó inmóvil cuando Minho dio un paso adelante, aún con su sonrisa en el rostro.

Ellos dos eran hermanos, pero Minho estaba obsesionado con Felix. Hace unos años que este asunto había sido así. Desde que ellos dos se mudaron juntos a una casa porque sus padres los dejaron tirados (literalmente). El mayor actuaba extraño con su hermano pequeño. Todas las noches, antes de ir a dormir, el azabache entraba de repente a la habitación del chico para tumbarse con él. Al principio, al pecoso no le molestó mucho, pero esto iba a peor cuando notó cómo es que una de esas noches, su hermano trató de tocarlo. Sus manos acariciaban su espalda y la respiración del contrario chocaba contra su cuello.

—Felix... Mi lindo hermanito... Vayamos ya a dormir. Es tarde, ¿sí?

—¡No! ¡No iré!

—Vamos, Felix, no hagas que me enfade.

Minho se abalanzó hacia él, temiendo que se escapara de nuevo. Hoy, desde la mañana, estuvo evitándolo como si su vida dependiera de ello. El mayor no comprendía por qué no le hablaba ni tampoco por qué siquiera le dedicaba alguna mirada que no estuviera llena de miedo y pánico cuando fue él quien lo salvó.

—¡Suéltame! —rogó el menor—. ¡No quiero ir a dormir contigo! ¡Me harás daño! —las lágrimas ya salían de sus ojos y la voz de Felix sonaba rota. El chico se movía con brusquedad, tratando de soltarse del agarre de su hermano.

—¡Estate quieto, joder! —el azabache golpeó el rostro del contrario, quien ahora mismo yacía en el suelo, adolorido. Acariciaba la parte golpeada de su cara, ahora toda roja. Las lágrimas seguían saliendo y todavía trataba de escapar de Minho—. Vamos, Felix.

—No... No quiero —dijo casi en un murmuro.

—¿Qué dijiste? —Minho se acercó, apoderándose de su barbilla para lograr hacer contacto visual con Felix. —No te oí. Repítelo.

El pecoso temblaba en su sitio. ¿Su vida iba a ser así? ¿Ya no va a cambiar?

—Es... —el menor se apartó y cerró los ojos con fuerza, rindiéndose de nuevo ante su hermano—, está... bien.

Minho sonrió ampliamente y agarró la muñeca del menor, fina y delicada. Lo levantó a la fuerza y lo arrastró por el oscuro pasillo y llegó finalmente al lugar en donde el terror de Felix comenzaba: la habitación de su hermano. Una vez la puerta se cerró, los gritos de dolor del pecoso era lo único que se lograba escuchar, junto con palabras que salían dulcemente de los labios del azabache.

El mayor acariciaba la blanca piel de Felix, quien todavía seguía temblando. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Minho al tocar unas ásperas finas líneas en los bíceps del pecoso. Su mano se paseó por todo el cuerpo del ajeno, tocando y acariciando una vez más todas partes, pues a Minho le encantaba pasar las yemas de sus dedos sobre los finos cortes creados en la superficie de la piel del contrario. Pensó hace unas horas sobre esta idea, taparle los ojos a su hermano con un trozo de tela. Y eso fue lo que hizo.

LINDO HERMANITO || MINLIX/HYUNLIX || ThreeshotWhere stories live. Discover now