Uno de septiembre

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Hoy, uno de septiembre, inicia mi segundo año en el estudio de la magia.
Hoy, el sombrero por fin elegirá mi casa.
Hoy, empezaré a estudiar junto a mis hermanos.
Y... Hoy, les demostraré a los de Durmstrang lo que valgo.

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- ¡Queenie Weasley! - había llegado mi momento. Me sentía tan nerviosa...
Abrí la puerta y me adentré en el Gran Comedor y caminé a lo largo del pasillo. Todos estaban en silencio, mirándome, lo que me hacía tener ganas de salir corriendo por la puerta. Giré mi cabeza hacia la mesa de Gryffindor, donde estaban todos mis hermanos. Mi hermano me sonrió y yo le respondí igual. Luego miré a Ginny, me sentía tan feliz de que estuviera con los demás...
Llegué a las escaleras. Las subí a paso rápido y me senté en el taburete. Después, la profesora McGonagall posó el sombrero sobre mi pelo rojo.

- ¡Una Weasley! -me sobresalté-. Ohh... Esta es complicada, sí. No sé donde ponerte... No eres como los demás... ¿Tal vez en Ravenclaw? -pude ver como los integrantes de la casa empezaban a susurrar entre ellos-. Lo tienes todo ¿sabes?... ¡No, en Slytherin! ¡Sí, sí! -los de la casa de la serpiente festejaban en pequeño la victoria hacia los Ravenclaw-. ¡Llegarías muy alto con esa casa! Pero... ¿Y si te pusiera en Hufflepuff? ¿Y qué dices de Gryffindor? Entras mejor en estas dos... Pero... Hmmm... Eres difícil... Demasiado...

Se hizo un gran silencio incómodo. Sentía todas las miradas sobre mí.

- ¡GRYFFINPUFF! -gritó el sombrero.
Palidecí al instante. En el comedor se oyó una gran exclamación de sorpresa, seguida por los vítores de ambas casas. El director se levantó, haciendo callar a todos y llamando mi atención.

- ¡Silencio, por favor! Mientras los profesores decidamos que hacer, Queenie estará en manos de los prefectos de ambas casa. Ellos se turnaran para cuidarla durante esta semana, gracias. -se acercó a mí-. Siéntate en la mesa que quieras, luego te encontrarás con los prefectos.

- Gracias. -me senté en la mesa de Gryffindor, junto a Ron, mi hermano.

- ¡Que dé comienzo el banquete! ¡Buen provecho!

- ¡Bien hecho, hermanita! ¡Ahora serás la noticia en boca de todos!

- Cállate, Ron. No es mi culpa. -le dije observando la mesa. Tenía todo tipo de comida:desde patatas fritas, hasta sushi. Y fue esto último por lo que opté.

- Eres muy rara.

- Oh, madre mía, es la cosa más fuerte que me has dicho hasta ahora. -dije irónica, dedicándole una mueca-. Esfuérzate más, por favor.

Delante de nosotros aparecieron dos chicas bastante parecidas.

- Hola, nosotras somo Hermione -se señaló-, y Lu Granger. -terminó dirigiéndose a la que parecía su hermana.

- ¿Tú eres la que se enfrentó a una Quimera en Durmstrang? - preguntó Lu.

- Sí, esa soy yo, encantada. -le sonreí medio falsamente y me metí otro rollo en la boca.

Narra Harry

Observé a Queenie. Tenía el pelo como de fuego, corto, ondulado y alborotado y de un color rojo brillante que hacía pensar que eran llamas. Sus ojos eran grandes y verdes. Ella era muy pecosa, baja y flaca, demasiado. Sus hombros y cadera estaban perfectamente alineados y su cintura era pequeña. También tenía curvas, aunque no muy pronunciadas, ya que todavía estaba en su etapa de crecimiento.
Ella y yo ya nos habíamos conocido en la estación, pero Ron y yo nos "perdimos", por lo que no pudimos hablar mucho.
Después de comer, fuimos a los dormitorios.

Narra Lu.

En nuestra habitación siempre hubo una cama vacía. Esa cama ahora será la de Quieenie.
Ella me había caído bastante bien. Por los rumores que corrían sobre ella, creí que sería orgullosa, fría, ambiciosa... Creí que quedaría en Slytherin. Pero no. Realmente en varios aspectos también es así, pero aunque puede ser un poco fría, es muy amable. Realmente le quedaba muy bien lo de Gryffinpuff, yo lo encontraba muy acorde y no me parecía nada mal.

Narra Queenie.

Después de comer y hablar con los prefectos, me quedé paseando por el colegio. Era muy bonito y no tenía nada que ver con Durmstrang. Por culpa de haber estudiado en esa escuela, un montón de rumores corren por los pasillos, de boca en boca, dirigiendo miradas de desaprobación, miradas que juzgaban, labios  que murmuraban mentiras... Eso me daba ansiedad. Sentirme juzgada y observada.
Alguien interrumpió mis pensamientos.

- Pero miren a quién tenemos aquí.

Ese alguien tenía nombre y apellidos.

Draco Malfoy.

Pelo como de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora