𝟑𝟎🍂

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—Ese modelo me gusta más. – dije mientras miraba el móvil de mi novio.

—Combina con mi belleza, y además el modelo es simple pero elegante.

—¿Sabes si hay chicas que irán también?

Escuché como Noah se reía.

—¿Qué?, Solo preguntaba por curiosidad.

—Si, lo que digas. Y respondiendo a tu pregunta, tal vez. Nunca me pregunte por eso.

—Bueno, espero que disfrutes de esa noche junto a Jack. – puse mis manos en sus hombros — No hagan cosas estúpidas, confío en que no lo harán.

—Claro, tu no te desesperes si demoran en algo, cuenta patos, eso tal vez te relaje.

—Lo intentaré.

Me despedí y salí rumbo a la Universidad, tendría que presentarme para corroborar mi ingreso y ver algunas indicaciones.

3 horas, 3 malditas horas para llenar un formulario, buscar mi facultad y hablar con el rector.

Después de todo eso, fui a mi trabajo. Faltaba poco para entrar a diciembre. La nieve aún no se presentaba.

—¡Cómo es posible que no hayan cambiado estos productos! – reclamó una señora.

—Señora, no es nuestra culpa que sean los más pedidos por nuestros clientes. —habló Adrián tratando de calmar la situación.

Me acerque para ver qué sucedía. Al parecer la señora no le gustaba los productos de snacks. ¿Qué rayos le pasa?

—Señora. —hablé —Estos son los productos que ahora se venden y tienen mayor demanda, no puede simplemente pedir que los cambiemos cuando usted ni siquiera es la dueña de esta tienda.

La señora río indignada, note algo en este momento.
Una señora a su costado estaba sacando algunos productos y los ocultaba en una bolsa. Mire a Adrián para que se diera cuenta de eso, el me dio una señal.

—Señora, cálmese. —hablé tranquila —No cambiaremos los productos solo porque alguien caprichosa como usted lo diga.

El ardor en mi mejilla izquierda me hizo querer reclamarle. Respiré profundo.
Ahí venía Adrián junto a unos policías.

—Necesito sus identificaciones, señoras. —el policía más alto hablo —También revisaremos las cámaras de seguridad.

Esas dos señoras reclamaban como si no hubieran hecho nada. Eran unas ladronas ya conocidas en este lugar.

Vendían los productos robados en la calle y a veces cambiaban las fechas de vencimiento.

Aquellos policías se las llevaron a la estación. Adrián haría una denuncia formal por intento de robo. Yo denunciaría por agresión, pero con otros cargos que tenían, ellas ya estaban condenadas.

—Vaya, si que esas señoras saben armar todo un teatro.

—Si, enserio casi caigo en su engaño.

—Bueno, continuemos el trabajo.

Termine mi horario. Hora de descansar.

Mi móvil sonó.

– Ady, ayuda. Tu chico está incontrolable.

[...]

—¿Por qué demonios tomo tanto? —pregunté molesta.

—Solo me fui a bailar con una chica y que vengo y lo encuentro así.

—Por dios, juro que te golpearé si algo malo paso en tu ausencia.

Ahí está Noah, abrazando una botella de vino mientras hablaba con ese objeto. Los demás bailaban en el centro.

Me puse al frente de él, el me miro sonriente. Intentaba pararse.

—Mira quién vino. —le hablo a la botella abrazándola —Déjame recordar su nombre, Diana.

¿Qué carajo dijo?

—No, no, no. —le hablo enojado a la botella —Ella no se llama Diana, ella es Adara. Mi hermosa novia y también algo amargada.

—Me presentarás a tu gran amigo. —cuestioné.

—Se llama Jouneir. Es alguien de pocas palabras.

—Ya lo vi. Bien ya tomaste de más, nos vamos.

—Quédate conmigo, Jouneir quiere conocerte, le agradas. —negué —Vamos, te gustará hablar con él.

—Pues pídele su número. Vámonos ya.

Tomé de su mano y lo arrastré hasta la salida. El taxi nos esperaba allí. Tuve que empujar a Noah para que entrara al auto.

—Dame un beso.

—Apestas a alcohol, no lo haré.

Me rogaba cómo si fuera un niño engreído.

Pague el taxi y entramos a su casa. Noah estaba abrazado a mí, no veía bien por dónde íbamos. Golpeaba algunas cosas con la espalda de mi chico.

—Por favor, solo un beso, uno pequeño.

Volví a negar.

Lo lleve a su habitación. Él se sentó en su cama sosteniendo esa mendiga botella de vino.

—¿Era necesario tomar tanto? —asintió —No eres consciente de lo que haces o dices verdad. — volvió a asentir —¿Cuánto es dos más dos? —asintió otra vez.

—Juguemos como cuando éramos niños. Anda —agarró mi mano — Solo juguemos.

Antes de poder negarme él ya me había jalado para ponerme encima de él. Mi sonrojo apareció.

Intenté acomodarme, pero Noah tomo de mi rostro.

—Juguemos a los esposos. —dijo animado.

—No estás siendo consciente de tus acciones. Mejor descansa.

—Claro que estoy consciente, lo del olor a alcohol es un nuevo perfume que compre. —dijo entre risas.

Iba a golpearlo, pero él se me adelantó con un beso.

Un beso que comenzaba con ternura, pero poco a poco empezaba a ser más intenso, más lujurioso. Noah tomó de mi cintura y me pegó más a él.

Me separé bruscamente.

—No es un buen momento para hacer estas cosas.

El Hasta Luego de un AdiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora