Capítulo 33 ※

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No se lo mencioné a T/N porque se nota que ya tiene mucho en la mente, pero tenía razón cuando dije que podríamos llegar en menos de dos horas. Son casi las dos de la mañana cuando regresamos al cuartel; pasamos toda la seguridad hasta llegar al vestíbulo del centro de operaciones, ahí registramos nuestra entrada y pido la lista de los doctores que atenderán mañana muy temprano aunque sea domingo. Por suerte, el doctor Morozov está disponible así que pido una cita a primera hora de la mañana.

Los pasillos están desolados, solo somos los guardias de turno y nosotros. El ambiente me recuerda que desde ya casi tres semanas aparecieron más teorías sobre el espía, a raíz de la última actividad sospechosa que vincularon con este misterio: un corte de luz que duró pocos segundos. No me enteré del asunto tan rápido porque ocurrió durante la última misión que ejecuté.

Si pudiera, desearía olvidarme que el espía existe en primer lugar. Después de todo lo que pasó y que casi me obsesiono con encontrarlo, ahora es todo lo contrario. Quiero ignorar el problema porque me causó muchos más a mí, hasta que vuelva a afectarme directamente y solo de esa manera. Mientras tanto, mi prioridad es T/N. Solo nosotros.

Llegamos a nuestra habitación en medio de tanto silencio, pero antes de poder guardar todo como me gustaría es mejor no demorar mucho para cumplir con la lista que formé en mi mente durante el camino de regreso.

—Espérame un momento —digo, dejando nuestras cosas a un lado—, regresaré en seguida. Traeré un poco de hielo, ¿quieres algo más? —pregunto a T/N, quien me observa un poco confundida.

—No, estoy bien... Pero gracias.

Cierro la puerta detrás de mí y corro hacia la cocina del espacio común en el primer piso, ahí vi algunas compresas de hielo la última vez que fui. Pensé que habría alguien más pero me equivoqué, y ya que solo necesito esto me apresuro a regresar.

T/N se ha cambiado de ropa, la encuentro tratando de alcanzar el maletín que trajo consigo el primer día que vinimos aquí y que no volvió a tocar desde ese entonces. Por eso lo puse en una repisa alta en el armario, pensé que no lo usaría.

—Déjame bajarlo. Perdón por ponerlo aquí arriba.

—Casi lo alcanzo, pero no soy tan alta como tú —responde ella, recibiendo el maletín con su otra mano y lo lleva hacia la cama.

También ha quitado un poco de sangre de sus heridas pero su mano se ve todavía muy hinchada y apenas la usa. Es doloroso, puedo recordar perfectamente lo que se siente, así que voy a su lado y observo lo que hay dentro del maletín. Es de primeros auxilios a simple vista, e intervengo cuando noto lo difícil que se le hace con una sola mano.

—Puedo ayudarte con esto. —Dejo a un lado el hielo e investigo por mi cuenta el contenido—. Veamos qué puede ser útil.

—Descuida. No es necesario, iba a hacerlo sola de todos modos.

—Por lo menos ahora sé qué es todo esto y cómo usarlo. Aprendí algo que no esperaba de la unidad de salud —comento sin importancia, buscando un desinfectante y algo que alivie el dolor.

Como supuse, no iba a ser tan fácil. Sus nudillos tienen heridas abiertas, pero lo más difícil es siquiera tocar un poco su mano. Sé que ella trata que no lo note, pero su dolor es evidente. Sin embargo, quiero confiar en que una crema para el dolor pueda ayudar por ahora.

—Coloca esta compresa encima —le indico, una vez que terminé de cubrir cada herida con cuidado y envuelvo el hielo en una toalla pequeña—, te ayudará con el dolor por esta noche. ¿Hay algo más que duela?

—Una parte de mi espalda por la caída, pero estoy bien. Gracias.

—De nada. A primera hora vayamos a que te examinen, solo para estar seguros.

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