Capítulo 14 La única razón que importa

846 64 21
                                    

Martina

Recostada en el sofá, con mi espalda descansando en el pecho de Axel, escucho la canción que habíamos terminado de grabar hace unos días, convencida de que algo iba mal y necesitaba encontrarle esa falla que mi cerebro me insistía que había en alguna parte.

Pero no. Es perfecta.

Después de escucharla por décima vez en mis audífonos, tarareo la canción de manera distraída, como si no fuera mi voz y la de mis amigos la que entonaran esa balada pop-rock.

Parecíamos verdaderos profesionales, la canción era buena, pegadiza y nuestras voces sonaban afinadas y armónicas. Sin embargo, aun en mi interior creía que a nadie podría gustarle, que nos criticarían por ser demasiado romántica o no lo suficiente, o sencillamente que parecíamos amateurs.

Hay veces que tu peor enemigo puedes ser tú mismo.

—¿Qué opinas? — Axel agita su Tablet frente a mis ojos para mostrarme el logo en el que ha estado trabajando la última hora.

Un 2 una M y una S en mayúsculas en una caligrafía tipo Lettering bastante llamativas en un color negro metalizado en tornasol con púrpura, coronaban el nombre de «Magnetic Music Sense» en un estilo más sobrio, pero esta vez, un púrpura metalizado en tornasol con negro le deba un contraste perfecto.

—Lo adoro — digo girando mi rostro para maravillarme con sus ojos avellana que me observaban sonrientes —. Pero también hay que preguntarles a los demás.

—Por supuesto, pero me aseguraré de que lo que les proponga, te guste a ti primero.

Se inclina para besar mis labios y yo alzo mi rostro para recibirlo.

Oficialmente, llevamos 3 días siendo novios, pero la realidad era que llevábamos mucho más tiempo juntos, ninguno sabía definir desde cuándo, porque nuestra relación había pasado por tantos momentos que era difícil definir una fecha en concreto. No es como si el reloj se hubiese detenido el día que nos dimos un tiempo, este siguió avanzando su curso, por lo que no eran 3 días, eran semanas, meses, incluso me atrevería decir años. Desde aquel día que mi descuido al dejar las llaves me hizo pensar la estupidez más grande de mi vida adulta e intentar pasar por el balcón del vecino.

Viviendo uno frente al otro, eventualmente íbamos a conocernos, pero siempre me pregunté en qué circunstancias se hubiese dado ese encuentro.

¿En el ascensor? Ambos nos observaríamos con cortesía hasta darnos cuenta de que íbamos al mismo lugar y nos reiríamos, luego seguiríamos nuestras vidas, nos saludaríamos amablemente cada vez que nos viéramos y fin de la historia.

O quizás sacando la basura. Un día de tantos abriríamos nuestra puerta al mismo tiempo con bolsas negras en la mano. O quizás me lo encontraría cuando fuera de regreso.

Talvez un día montarían una fiesta tan grande que cruzaría el pasillo, enfadada para pedirles que bajen la música y a partir de ahí nos odiaríamos todo el tiempo.

Incluso, puede que el destino hubiese ido en nuestra contra y nunca haber coincidido de ninguna manera aunque estuviéramos tan cerca. Solo dos puertas cerradas abriéndose en distintos espacios de tiempos, sin llegar a vernos en ningún momento, hasta que uno de los dos se mudara a otro lugar y nuestros caminos jamás se hubiesen encontrado.

El caso es que, ese día, tuve la peor — o la mejor, según se mire — idea de mi vida al tocar ese timbre, al pedirle un poco de ayuda a mi vecino y a partir de ahí, todo había ido hacia arriba, con pequeños descensos en algunas ocasiones, pero siempre a más.

En momentos como esto, es cuando la frase «No cambiaria nada» cobra mucho más sentido. Porque aunque se cometen errores en el camino, cada uno de esos eventos te lleva a estar donde debes estar. Cambiar algo, aunque sea por mejorarlo o evitarte un dolor, es como quitar un dominó de la hilera. Corres el riesgo de detener el curso de la historia y nunca volverá a ser igual.

22.- Conquistarte otra vez © [Libro 2 Bilogía 21 meses]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora