21. El último adiós

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Enya se dirigió a Dagobah, como había dicho, aunque sabía que en su interior mantenía remordimientos hacia lo que había pasado con Ash, además de, preocupación por lo que al final harían sus hermanas. No quería pensar que estas finalmente optaran por matarlo. ¡No! ¡No podía ser! No se lo creía.

Al aterrizar en Dagobah, no se acordó de dónde se encontraba la pequeña casa del maestro Yoda, por lo que al salir de la nave, se sintió un poco desorientada, y comenzó a caminar sin rumbo entre el fango y las ramas de los árboles que predominaban en la zona.
Estuvo varios minutos perdida, hasta que desde donde estaba, vio una luz, la cual, supuso que sería la casa del maestro, y corrió hacia ella.
A medida que se iba acercando, veía como la luz que vio cambiaba de color. Supuso que era la luz, pero no. Al alcanzarla, vio que era la hoja brillante de la espada láser de Darth Vader.
Enya se paró en seco, y lo miró aterrada. Suponía que era una visión o una alucinación, creada por su cabeza, pero igualmente, no quería esperar a averiguarlo.
Cogió su espada láser y la encendió, preparándose para la posible batalla. Mas, cuando lo atacó, el espectro oscuro de aquel Sith se esfumó, dando visibilidad al rostro paciente que el maestro Yoda le dirigía a la padawan.
De nuevo, volvió a frenar violentamente su cuerpo, para no tropezarse con el pequeño maestro, y lo miró confusa.

- ¡Maestro Yoda!- exclamó Enya.- Perdonádme. Creía haber visto a....

- ¿Vader?- preguntó el maestro.- Sí, eso pensaba también.

Enya apagó la espada y la guardó mientras bajaba la cabeza y suspiraba, lamentándose de lo que acababa de hacer.

- Maestro- dijo levantando de nuevo la mirada.- He venido....

- A qué has venido sé- interrumpió el maestro.- Y mi respuesta ya sabes.

- Pero... Ma....

- No, Enya- interrumpió de nuevo, negando con la cabeza.

Volvió a suspirar.

- ¿Y qué quiere que haga?- preguntó Enya.- Si no puedo ser un Jedi, me matarán sólo por haber sido padawan.

- Y si eres un Jedi, te matarán también- respondió el maestro.

- Ya, pero, siendo una maestra, podré defenderme y así poder luchar contra Darth Vader y el Emperador- dijo Enya.- Y así traer la luz a la galaxia.

- A Vader no te puedes enfrentar- negó el maestro.

- ¿Por qué?

- Demasiado fuerte para tí es.

- Por eso necesito que me entrenes- insistió.

- Él te superará.

- ¿Cómo está tan seguro?

Enya miraba al maestro con el ceño fruncido.

- Con él no debes meterte, Enya- le respondió el maestro.

Enya serenó su voz.

- ¿Crees que me uniré a él?

El maestro miró a Enya pensativo, y suspiró.

- Lo más probable es..... El Emperador a tí te quiere. Un gran poder tienes.

- Y ese poder lo utilizaré para derrotarle.

- No.

El maestro se volvió, dando la espalda a Enya, y comenzó a caminar apoyándose en cada paso, en su pequeño bastón de madera.

- Oscureciendo está. Volvamos.

Enya siguió al maestro hasta su modesta casa, que cuando llegaron ya estaba iluminada por la pequeña lámpara que tenía en el techo.
El maestro invitó a Enya a pasar, sin embargo, ella era tan alta y el techo tan bajo, que se tuvo que sentar en el suelo para poder estar en el interior de la casa.

- Maestro. Si no me va a entrenar, no hay nada que me retenga aquí. Pero.... No sé a dónde ir, o qué hacer con mi vida. Y yo le pregunto a usted, ¿qué puedo hacer ahora?- preguntó la padawan al maestro con los ojos llenos de lágrimas que poco a poco se deslizaban por sus encendidas mejillas.

Los ojos de Enya no se podían ver más azules que aquella vez, que parecían dos piedras preciosas.
El maestro tosió al sentarse en una pequeña hamaca.

- A Ash debes tener controlado- respondió con voz grave.

Aquellas palabras resonaron una y otra vez en la cabeza de Enya, como si de eco se tratara.

- ¿Qué?- preguntó Enya confusa.

Su voz seguía jocosa, pero sus emociones se habían desvanecido.
Se secó las lágrimas con la mano sin dejar de mirar a su maestro fijamente.

- Una perturbación en la fuerza presiento- respondió el maestro.

- ¿Le ha pasado algo?- preguntó Enya con un tono serio.

- Averiguarlo, eso tú debes- contestó con un tono misterioso.

Enya se quedó esa noche en la casa del maestro, puesto que él insistió en que se quedara para así cenar algo, ya que ella no había comido en todo el día (y estaba bastante hambrienta).

A la mañana siguiente, el maestro Yoda acompañó a la experta padawan hasta su nave donde se pudieron despedir:

- Este puede que sea el último adiós maestro- dijo Enya apoyada en el suelo con la rodilla derecha, a unos centímetros del anciano maestro.

- Sí, puede que así sea- respondió el maestro con una sonrisa.

- Me alegro de haberle conocido- dijo Enya mientras ofrecía su mano.

Ambos se dieron un apretón. Enya se levantó después de aquellos dos segundos que duró el apretón, y se dirigió a su nave. Se volvió un momento para decirle:

- Gracias por todo maestro- se inclinó durante unos segundos y volvió a enderezarse.

Enya entró en la nave, y no pasaron más de quince minutos cuando el maestro escuchó cómo Enya arrancaba la nave para despegar.

(***)

Cuando Enya ya estaba en el espacio, decidió ir a Naboo, ya que, como le había dicho el maestro Yoda, debía mantener a Ash controlado (aunque no sabe por qué). Aunque Yoda le encargó esa misión, ella lo aprovechaba para estar con Ash, el cual, comenzaba a sentir especial felicidad cada vez que pensaba en él, mezclada con tristeza y dolor. Tal vez..... ¿Lo añoraba?

Jedi GrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora